Traducción al español: Ernesto Hernández B.
Santiago de Cali, Enero 1998
Santiago de Cali, Enero 1998
Deleuze, filósofo, hijo de Diógenes y de Hipatia, residió en Lyon. Nada se sabe de su vida. Alcanzo la vejez, aunque fue frecuentemente muy enfermo. El ilustraba lo que él mismo decía: que hay vidas en las que las dificultades alcanzan el prodigio. Definía como activa toda fuerza que va hasta el límite de su poder. Es, decía, lo contrario de la ley. Así vivió, yendo siempre más lejos de lo que habría creído poder. Aunque explicó a Crísipo, es sobre todo su constancia lo que le ha valido el nombre de estoico. Fue uno de los más extraordinarios oradores de su tiempo, y el más grande de quienes tenían por profesión enseñar la filosofía. Lo comprendía un pequeño número. Fue perseguido; objeto de una envidia que jamás ceso. Despreciaba esas miserias a causa de la alegría de su vida que era filosofar. De temperamento altivo, solo soportaba el pueblo. Pero su ironía era formidable. Su voz era de las más extraordinarias. Ateneo la compara con un rallador, después con un torrente de piedras. La elocución era de una extrema distinción, un poco cansada, la dicción lenta y dulce. Apolodoro compara su voz a la de un brujo. Era un hombre de una perfecta nobleza, que sentía horror por todo lo que menoscababa. Escribió mucho, quizá más que ninguno, si se considera la densidad de sus obras. Si bien ha tratado, ampliamente, de lógica y de moral, hay que colocarlo en el rango de los físicos, incluso en el primero. Ha dejado un De la naturaleza , que Stobée coloca junto a los de Heraclito y Lucrecio, recordando un oráculo: en un porvenir muy lejano, no aparecerá nada tan grande, exceptuada una Ética, que no es la de Aristóteles. Decía que bastaban tres anécdotas: el lugar, la hora y el elemento. Su lugar lo encontraba en el levante. En cuanto a la hora, es la hora de las profundas tinieblas: pues hay mucho terror en sus libros. Aún el cielo sufre de sus puntos cardinales y de sus constelaciones, decía. Para el elemento, nos está permitido vacilar, pues habló de todos con raro esplendor. Amaba apasionadamente la tierra; Aratos dice que era troglodita. De las aguas celebra las líneas melenudas, y el fuego, según él, es soluble. Sin embargo su elemento es aéreo, inclinación, suspenso y caída profunda. También fue médico, el último en tratar la medicina como arte. Citemos dos libros sobre los monstruos, dos sobre las heridas y el más famoso, sobre el edema de los pies. Leemos en Aristóxano su Tratado de la cantinela, donde las audacias son extremas. Todavía se encuentra De la línea, y De las imágenes sublimes. Proclus transcribe un pasaje muy oscuro sobre "la Virgen, aquella que nunca fue vivida más allá de la amante y de la madre, coexistiendo con la una y contemporánea de la otra". En el mismo pasaje dice que toda reminiscencia es erótica. Strabon sostiene que fue un asombroso "geólogo". Con Félix, compuso, otra Contra el edema, que contiene también una Política y una Geografía de las que se asegura que nunca se ha visto algo tan loco: Sobre los estratos, que comprende igualmente una Estrategia. Esta parece no haber sido comprendida nunca por nadie, entre los filósofos. En geometría, descubrió la pulsación de las espirales. Profesaba que el amor de los niños por su madre repite otros amores de adulto, respecto a otras mujeres. Hubo una multitud de otros Deleuze. He aquí la lista de sus obras: Del acontecimiento, en 34 libros. De las constelaciones que nos atraviesan. De la impasibilidad de los incorporales. De la paradoja y del destino. Sobre las heridas que se reciben durmiendo. Los síntomas. Sobre el salto de los demonios De los tubérculos. Del hombre noble. Sobre la fealdad del rostro humano. De los idiotas. De los testigos invisibles. El Príncipe de los filósofos. Sobre los grados. De los tres testamentos. El Gallego, o Del frío, o De la crueldad. De las larvas. De la idea que nos mira. Misosofía. Del huevo. De lo claro y lo oscuro. De la universal telaraña. Que toda intensidad es deseante. De la sardina. Sobre la pregunta "¿Quién?". De la orgía. De nadie. Sobre el hundimiento universal. Elogio de Lucrecio. De las vísceras. De la complicación. Compendio de las torsiones. De la conveniencia de no explicarse demasiado. De las singularidades que nos cogen a contrapelo. De la cloaca. Del triunfo de los esclavos. El gabán. Lo que nos pertenece bajo una solicitación muy sutil. De la profundidad absoluta. De la alegría desconocida.
Publicado en la revista Philosophie, Número 47, 1 de septiembre de 1995, dedicada a Gilles Deleuze.
Publicado en la revista Philosophie, Número 47, 1 de septiembre de 1995, dedicada a Gilles Deleuze.