Molecular-molar


Una línea de fuga (segmentación molecular) fluye como un pequeño arroyo entre segmentos escapando a la centralización y eludiendo su representación. Un flujo molecular se escapa, primero minúsculo, luego cada vez mas inasignable. No obstante, lo contrario también es cierto: las fugas y los movimientos moleculares no serian nada si no volvieran a pasar por las grandes organizaciones molares y no modificasen sus segmentos, sus distribuciones binarias de sexos, de clases, de partidos.

Pintura: Kuitca

Arte

"El arte consiste en liberar la vida, que el hombre ha encarcelado."





Foto





Gilles Deleuze fotografiado en Mas Revery, en 1991 por Jean-Pierre Bamberger,restauración digital de Sergio Canadé

Gilles Deleuze -by Hélène Bamberger


Hélène Bamberger, née en 1956 à Paris, est une photographe française. De 1980 à 1994, elle travaille étroitement avec Marguerite Duras et pratique par ailleurs la « photographie d'écrivain et d'artiste » en photographiant, entre autres, DeleuzeModianoEllroyJean EchenozMarie DarrieussecqFrançoise Sagan ou encore Jeanne Moreau.

Gilles Deleuze -by Hélène Bamberger

Gilles Deleuze -by Hélène Bamberger

Gilles Deleuze -by Hélène Bamberger


Gilles Deleuze -by Hélène Bamberger


Gilles Deleuze -by Hélène Bamberger


Hélène Bamberger

¿cómo funciona eso?

Tu partes de la necesidad de plantear la pregunta "¿Por qué?". Comprendo lo que dices a continuación, pero no muy bien la necesidad de esta pregunta y el que la plantees enseguida de lo que haz dicho. Creo que no hay lugar para plantear la pregunta "¿por qué?" pues todo este sistema de máquina, está dado por un funcionalismo. Si planteas la pregunta "¿por qué?" nos encontraremos con todas las categorías del significante, es una pregunta pérfida. Creo que hay una región, en la región de las máquinas que se puede llamar las máquinas de deseo o las máquinas deseantes, hay funcionalismo, es decir la única pregunta es: ¿cómo funciona eso? Cómo y no por qué. 
G.D

De la culpa

Si aspiraba a alcanzar el objetivo, era sobre todo necesario eliminar a priori toda idea de culpabilidad.
Franz Kafka. El proceso

Carencia y dominación del deseo

El viviente vidente es Spinoza bajo el hábito del revolucionario napolitano. Nosotros sabemos de donde proviene la carencia - y su correlato subjetivo el fantasma. La carencia es preparada, organizada, en la producción social. Es contraproducida por mediación de la antiproducción que se vuelca sobre las fuerzas productivas y se las apropia. Nunca es primera; la producción nunca es organizada en función de una escasez anterior, es la escasez la que se aloja, se vacuoliza, se propaga según la organización de una producción previa. Es el arte de una clase dominante, práctica del vacío como economía de mercado: organizar la escasez, la carencia, en la abundancia de producción, hacer que todo el deseo recaiga es el gran miedo a carecer, hacer que el objeto dependa de una producción real que se supone exterior al deseo (las exigencias de la racionalidad), mientras que la producción del deseo pasa al fantasma (nada más que al fantasma).

Pintura: globo rojo de Klee

Frases para armar un botiquín: deseo

No es el deseo el que se apoya sobre las necesidades, sino al contrario, son las necesidades las que se derivan del deseo: son contraproductos en lo real que el deseo produce.

Deseo

Si el deseo produce, produce lo real. Si el deseo es productor, sólo puede serlo en realidad y de realidad. El deseo es este conjunto de síntesis pasivas que maquinan los objetos parciales, los flujos y los cuerpos, y que funcionan como unidades de producción. De ahí se desprende lo real, es el resultado de las síntesis pasivas del deseo como autoproducción del inconsciente. El deseo no carece de nada, no carece de objeto. Es más bien el sujeto quien carece de deseo, o el deseo quien carece de sujeto fijo; no hay más sujeto fijo que por la represión. El deseo y su objeto forman una unidad: la máquina, en tanto que máquina de máquina. El deseo es máquina, el objeto del deseo es todavía máquina conectada, de tal modo que el producto es tomado del producir, y que algo se desprende del producir hacia el producto, que va a dar un resto al sujeto nómada y vagabundo. El ser objetivo del deseo es lo Real en sí mismo.

Leyendo el Nietzsche de Gilles: Los avatares de la dialéctica

En la historia de la dialéctica Stirner ocupa un lugar aparte, el último, el lugar extremo. Stirner fue aquel dialéctico audaz que intentó conciliar la dialéctica con el arte de los sofistas. Supo hallar el camino de la pregunta: ¿Quién? Supo convertirla en la pregunta esencial contra Hegel, Bauer, y Feuerbach contemporáneamente. «La pregunta: ¿Qué es el hombre? se convierte en: ¿Quién es el hombre? y eres Tú el que debe responder. ¿Qué es? apuntaba hacia el concepto a realizar; empezando por quién es, la pregunta desaparece, ya que la respuesta está personalmente presente en el que interroga». En otras palabras, basta formular la pregunta: ¿Quién? para conducir a la dialéctica a su verdadera salida: saltus mortalis. Feuerbach anunciaba al Hombre en lugar de Dios. Pero yo ya no soy el hombre o el ser genérico, ya no soy la esencia del hombre que no era Dios y la esencia de Dios. Se hace la permutación del Hombre y de Dios; pero el trabajo de lo negativo, una vez desencadenado, está ahí para decirnos: Todavía no eres Tú. «Yo no soy ni Dios ni Hombre, no soy ni la esencia suprema ni mi esencia, y en el fondo es lo mismo que conciba la esencia en mí o fuera de mí». «Como el hombre no representa más que otro ser supremo, el ser supremo, en definitiva, sólo ha sufrido una simple metamorfosis, y el temor del Hombre es sólo un aspecto diferente del temor de Dios». Nietzsche dirá: el hombre más abominable, habiendo matado a Dios porque no soportaba su piedad, sigue siendo el blanco de la piedad de los Hombres. El motor especulativo de la dialéctica es la contradicción y su solución. Pero su motor práctico es la alienación y la supresión de la alienación, la alienación y la reapropiación. La dialéctica revela aquí su verdadera naturaleza: arte sumarial entre todos, arte de discutir sobre las propiedades y cambiar de propietarios, arte del resentimiento. Una vez más Stirner ha alcanzado la verdad de la dialéctica en el título de su libro: Lo único y su propiedad. Considera que la libertad hegeliana aparece como un concepto abstracto; «no tengo nada contra la libertad, pero te deseo algo más que la libertad. Tú, no sólo tendrías que ser desembarazado de lo que no quieres, también tendrías que poseer lo que quieres, no tendrías solamente que ser un hombre libre, tendrías que ser igualmente un propietario». Pero, ¿quién se apropia o se reapropia? ¿cuál es la instancia reapropiadora? El espíritu objetivo de Hegel, el saber absoluto, ¿no siguen siendo una alienación, una forma espiritual y refinada de alienación? ¿La conciencia de sí mismo de Bauer, la crítica humana, pura o absoluta? ¿El ser genérico de Feuerbach, el hombre en tanto que especie, esencia y ser sensible? No soy nada de todo esto. Stirner demuestra sin dificultad que la idea, la conciencia o la especie, son otras tantas alienaciones como lo era la teología tradicional. Las reapropiaciones relativas siguen siendo alienaciones absolutas. Rivalizando con la teología, la antropología hace de mí la propiedad del Hombre. Pero la dialéctica no se detendrá hasta que yo no me convierta en propietario... Libre de desembocar en la nada, si es necesario. Al mismo tiempo que la instancia reapropiadora disminuye en altura, anchura y profundidad, el acto de reapropiar cambia de sentido, ejerciéndose sobre una base cada vez más exigua. En Hegel, se trataba de una reconciliación: la dialéctica estaba dispuesta a reconciliarse con la religión, con el Estado, con la Iglesia, con todas las fuerzas que alimentaban la suya. Sabemos lo que significan las famosas transformaciones hegelianas: no olvidan conservar piadosamente. La trascendencia permanece como trascendencia en el seno de lo inmanente. Con Feuerbach, el sentido de «reapropiar» cambia: menos reconciliación que recuperación, recuperación humana de las propiedades trascendentes. Nada se conserva, excepto lo humano «como ser absoluto y divino». Pero esta conservación, esta última alienación, desaparece con Stirner: el Estado y la religión, pero también la esencia humana, se niegan en el YO, que no se reconcilia con nada porque lo aniquila todo, por su propio «poder», por su propio «comercio», por su propio «placer». Superar la alienación significa entonces, pura y simplemente, aniquilación, recuperación que no deja subsistir nada de lo que recupera: «El yo no es todo, pero lo destruye todo». El yo que todo lo aniquila es también el yo que no es nada: «Sólo el yo que se descompone, el yo que nunca es realmente yo». «Soy el dueño de mi poder, y lo soy cuando me sé único. En lo único el poseedor retorna al nada creador del que ha surgido. Cualquier ser superior a mí, sea Dios u Hombre, se debilita ante el sentimiento de mi unicidad y palidece frente al sol de esta conciencia. Si baso mi causa en mí, el único, ésta reposa sobre su creador efímero y perecedero que se devora a sí mismo, y yo puedo decir: no he basado mi causa sobre Nada». El libro de Stirner tenía un triple interés: un profundo análisis de la insuficiencia de las reapropiaciones en sus predecesores; el descubrimiento de la relación esencial entre la dialéctica y una teoría del yo, siendo únicamente el yo la instancia reapropiadora; una visión profunda de lo que era la conclusión de la dialéctica, con el yo, en el yo. La historia en general y el hegelianismo en particular hallaban su salida, pero también su mayor disolución, en un nihilismo triunfante. La dialéctica ama y controla la historia, pero ella misma tiene historia por la que sufre y que no controla. El sentido de la historia y de la dialéctica reunidas no es la realización de la razón, de la libertad ni del hombre en tanto que especie, sino el nihilismo, nada más que el nihilismo. Stirner es el dialéctico que revela el nihilismo como verdad de la dialéctica. Le basta formular la pregunta: ¿Quién? El yo único restituye a la nada todo lo que no es él, y esta nada es precisamente su propia nada, la propia nada del yo. Stirner es demasiado dialéctico para pensar en términos que no sean de propiedad, de alienación y de reapropiación. Pero demasiado exigente para no ver a dónde conduce este pensamiento: al yo que no es nada, al nihilismo. Entonces el problema de Marx, en la Ideología alemana, halla uno de sus sentidos más importantes: para Marx se trata de detener este fatal deslizamiento. Acepta el descubrimiento de Stirner, la dialéctica como teoría del yo. En un punto, da la razón a Stirner: la especie humana de Feuerbach sigue siendo una alienación. Pero el yo de Stirner, a su vez, es una abstracción, una proyección del egoísmo burgués. Marx elabora su famosa doctrina del yo condicionado: la especie y el individuo, el ser genérico y el particular, lo social y el egoísmo, se reconcilian en el yo condicionado según las relaciones históricas y sociales. ¿Es suficiente? ¿qué es la especie y quién es individuo? ¿ha encontrado la dialéctica un punto de equilibrio y de llegada, o únicamente un último avatar, el avatar socialista antes de la conclusión nihilista?  Realmente es difícil detener a la dialéctica y a la historia sobre la pendiente común por la que se arrastran la una a la otra ¿hace otra cosa Marx que señalar una última etapa antes del fin, la etapa proletaria?

Lectura anterior: Contra el hegelianismo
Próxima lectura: Nietzsche y la dialéctica

Huir del rostro

Si el hombre tiene un destino, ese sería el de escapar al rostro, deshacer el rostro y las rostrificaciones, devenir imperceptible, devenir clandestino, no por un retomo a la animalidad, ni tan siquiera por retornos a la cabeza, sino por devenires-animales muy espirituales y muy especiales, por extraños devenires en verdad que franquearán la pared y saldrán de los agujeros negros, que harán que hasta los rasgos de rostridad se sustraigan finalmente a la organización del rostro, ya no se dejen englobar por el rostro.

Tener un rostro

El rostro sólo se produce cuando la cabeza deja de formar parte del cuerpo, cuando deja de estar codificada por el cuerpo, cuando deja de tener un código corporal polívoco multidimensional —cuando el cuerpo, incluida la cabeza, está descodificado y debe ser sobrecodificado por algo que llamaremos Rostro—. Dicho de otro modo, la cabeza, todos los elementos volumen-cavidad de la cabeza, deben ser rostrificados. Y lo serán por la pantalla agujereada, por la pared blanca-agujero negro, la máquina abstracta que va a producir rostro.

Rostro Namuncurá

El plano 2

Cuánta prudencia es necesaria para que el plan de consistencia no devenga un puro plan de abolición, o de muerte. Para que la involución no se transforme en regresión en lo indiferenciado.

¿No habrá que conservar un mínimo de estratos, un mínimo de formas y de funciones, un mínimo de sujeto para extraer de él materiales, afectos, agenciamientos?

Por eso debemos oponer los dos planes como dos polos abstractos.

Constantemente se pasa del uno al otro, por grados insensibles y sin saberlo, o sabiéndolo tan sólo a posteriori. Porque constantemente se reconstituye el uno en el otro, o se extrae el uno del otro.




Pintura: Wassily  Kandinsky

El plano

El plan de consistencia es el cuerpo sin órganos. Las puras relaciones de velocidad y de lentitud entre partículas, tal como aparecen en el plan de consistencia, implican movimientos de desterritorialización, de la misma manera que los puros afectos implican una empresa de desubjetivación. Es más, el plan de consistencia no preexiste a los movimientos de desterritorialización que lo desarrollan, a las líneas de fuga que lo trazan y lo hacen subir a la superficie, a los devenires que lo componen. Por eso el plan de organización no cesa de actuar sobre el plan de consistencia, intentando siempre bloquear las líneas de fuga, detener o interrumpir los movimientos de desterritorialización, lastrarlos, reestratificarlos, reconstituir en profundidad formas y sujetos. Y, a la inversa, el plan de consistencia no cesa de extraerse del plan de organización, de hacer que se escapen partículas fuera de los estratos, de embrollar las formas a fuerza de velocidad o de lentitud, de destruir las funciones a fuerza de agenciamientos, de microagenciamientos.
Para Deleuze la filosofía es creadora;
no reflexiva, contemplativa o comunicativa.
La filosofía está siempre en movimiento;
creando conceptos nuevos.





Cuando Deleuze encuentra a Guattari la sobriedad se torna radiante: ¿Cómo crear multiplicidades y no sólo enunciarlas? ¿Qué poblaciones ocuparán el desierto de las esencias? Escribir entre, como lo hacen ellos, no se había practicado nunca en filosofía. Es una nueva dimensión que busca que el pensamiento se libere de su modelo; que quiebra la identidad del autor y hace brotar las multiplicidades, las líneas, los devenires. Libros construidos como cajas de herramientas.           Salvador Gallardo Cabrera

Aión

Según Aión, únicamente el pasado y el futuro insisten o subsisten en el tiempo. En lugar de un presente que reabsorbe el pasado y el futuro, un futuro y un pasado que dividen el presente en cada instante, que lo subdividen hasta el infinito en pasado y futuro, en los dos sentidos a la vez. O mejor, es el instante sin espesor y sin extensión quien subdivide cada presente en pasado y futuro, en lugar de presentes vastos y espesos que comprenden, unos respecto de otros, el futuro y el pasado. 

Cronos

Cronos es el movimiento reglado de los presentes vastos y profundos. Pero, justamente, ¿de dónde saca su medida? ¿Tienen suficiente unidad los cuerpos que lo llenan, suficiente justicia y perfección su mezcla, como para que el presente disponga así de un principio de medida inmanente? Tal vez al nivel del Zeus cósmico. Pero ¿y para los cuerpos al azar y cada mezcla parcial? ¿Acaso no hay un disturbio fundamental del presente, es decir, un fondo que derroca y subvierte toda medida, un devenir-loco de las profundidades que se hurta al presente? Y este algo que hay de desmesurado, ¿es solamente local y parcial, o bien, poco a poco, no alcanza al universo entero, haciendo reinar por doquier su mezcla venenosa, monstruosa, subversión de Zeus o del mismo Cronos? ¿No está ya en los estoicos esta doble actitud respecto del mundo, confianza, y desconfianza, que se corresponde con los dos tipos de mezclas, la blanca mezcla que extendiéndose conserva, pero también la mezcla negra y confusa que altera? En los Pensamientos de Marco Aurelio resuena a menudo la alternativa: ¿es ésta la buena mezcla o la mala? 
Saturno gruñe en el fondo de Zeus. El devenir puro y desmesurado de las cualidades amenaza desde el interior el orden de los cuerpos cualificados. Los cuerpos han perdido su medida y no son sino simulacros. El pasado y el futuro como fuerzas desencadenadas se toman la revancha, en un solo y mismo abismo que amenaza al presente, y a todo lo que existe.
Hemos visto cómo Platón expresaba este devenir, al final de la segunda hipótesis del Parménides: potencia de esquivar el presente (porque ser presente sería ser, y no ya devenir). Y sin embargo, Platón añade que «esquivar el presente» es lo que no puede hacer el devenir (porque deviene ahora, y no puede saltar por encima de este «ahora»). Los dos son verdaderos: la subversión interna del presente en el tiempo, el tiempo sólo puede expresarla a través del presente, precisamente porque es interna y profunda. La revancha del futuro y del pasado sobre el presente, Cronos debe también expresarla en términos de presente, los únicos términos que comprende y que le afectan. 

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Mil mesetas

Bibliografía de Gilles Deleuze en castellano

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DELEUZE, Gilles, La isla desierta y otros textos (1953-1974) pre-textos 2005
DELEUZE, Gilles, Dos regímenes de locos. Textos y entrevistas (1975-1995) pre-textos 2007