Hoy se ha convertido en un lugar común el derrumbamiento de los sistemas, la imposibilidad de construir un sistema a causa de la diversidad de los saberes (“ya no estamos en el XIX…”). Esta idea tiene dos inconvenientes: ya no se concibe ningún trabajo serio que no se lleve a cabo acerca de pequeñas series muy localizadas y determinadas; y, lo que es peor, se confía, para todo lo que pretende mayor amplitud, en una especie de antitrabajo de visionarios en cuyo seno todo el mundo puede decir cualquier cosa. De hecho, los sistemas no han perdido nada de su fuerza vital. Asistimos hoy día, tanto en las ciencias como en la lógica, al comienzo de una teoría de los sistemas llamados abiertos, fundados en interacciones, que rechazan únicamente la causalidad lineal y que transforman la noción del tiempo. Tengo gran admiración por Maurice Blanchot: su obra no está constituida por pequeños fragmentos o aforismos, es un sistema abierto que ha construido por adelantado un “espacio literario” opuesto al que ahora se nos impone. Lo que Guattari y yo llamamos un rizoma es, precisamente, un caso de sistema abierto. Vuelvo a la pregunta: ¿qué es la filosofía? Porque la respuesta a esta pregunta tendría que ser muy simple. Todo el mundo sabe que la filosofía se ocupa de conceptos. Un sistema es un conjunto de conceptos. Un sistema abierto es aquel en el que los conceptos remiten a circunstancias y no ya a esencias. Pero, por una parte, los conceptos no están dados o hechos de antemano, no preexisten: hay que inventar, hay que crear los conceptos, y se requiere para ello tanta inventiva o tanta creatividad como en las ciencias o en las artes.
G.Deleuze
Gherasim Luca y la lengua
La lengua está sometida a un doble proceso, el de las elecciones que hay que hacer y el de las consecuencias que hay que establecer: la disyunción o selección de los semejantes, la conexión o consecución de los combinables. Mientras la lengua es considerada como un sistema en equilibrio, las disyunciones son necesariamente exclusivas (no se dice a la vez «passion» [pasión], «ration» [ración], «nation» [nación], hay que escoger), y las conexiones, progresivas (no se combina una palabra con sus elementos en una especie de inmovilidad o de movimiento adelante–atrás). Pero hete aquí que, lejos del equilibrio, las disyunciones se vuelven inclusas, inclusivas, y las conexiones reflexivas, siguiendo un proceso de cabeceo que concierne al proceso de la lengua y no ya al curso de la palabra. Cada palabra se divide, pero en sí misma («pas–rats», «passions–rations» [pasos–ratas, pasiones–raciones]). Es como si toda la lengua se pusiera a bandear, a derecha y a izquierda, y a cabecear, hacia adelante y hacia atrás: los dos balbuceos. Si el habla de Gherasim Luca es así eminentemente poética, es porque convierte el balbuceo en un afecto de la lengua, no en una afección del habla. Toda la lengua se enhebra y varía y acaba extrayendo un bloque sonoro último, un único aliento al límite del grito JE T’AIME PASSIONNÉMENT [te amo apasionadamente].
Passionné nez passionnem
je
je t’ai je t’aime je
je je jet je t’ai jetez
je t’aime passionnem
t’aime.
Del tiempo
El tiempo deja de estar curvado por un Dios que lo hace depender del movimiento. Deja de ser cardinal y se vuelva ordinal, orden del tiempo vacío. En el tiempo ya no queda nada originario ni derivado que dependa del movimiento. El laberinto ha cambiado de aspecto: ya no es un círculo o una espiral, sino un hilo, una mera línea recta, tanto más misteriosa cuanto que es sencilla, inexorable, terrible.
Tiempo
«ese laberinto que consta de una sola línea recta y que es indivisible, incesante»
Jorge Luis Borges. Ficciones
Jorge Luis Borges. Ficciones
Tiempo y movimiento
El movimiento ya no es una determinación de objeto, sino la descripción de un espacio, de un espacio del que debemos hacer abstracción para descubrir el tiempo como condición del acto.
Signos
Ser sensible a los signos, considerar el mundo como cosa a descifrar, es sin duda un don. Pero este don correría el riesgo de quedar sepultado en nosotros mismos si no hiciéramos los encuentros necesarios; y estos encuentros carecerían de efecto si no llegáramos a vencer ciertas creencias estereotipadas.
Pensamiento sin imagen
El rizoma, es la imagen de un pensamiento sin imagen, de un pensamiento INMANENTE que no sabe de antemano lo que significa pensar.
De la individuación
Hay un cierto tipo de individuación que no se restablece en un sujeto (yo), ni en la combinación de una forma y una materia. Un paisaje, un acontecimiento, una hora del día, una vida o un fragmento de vida... proceden de modo diferente.
Afecto
Por supuesto, no hay percepto sin afecto. Intentaba definir el percepto como un conjunto de percepciones y de sensaciones que se ha tornado independiente de aquél que lo experimenta, y a este respecto, para mí los afectos son devenires, que desbordan aquél que pasa por ellos, que exceden las fuerzas de aquél que pasa por ellos: eso es un afecto. Yo me preguntaría casi si la música no será la gran creadora de afectos, si no nos arrastrará hasta potencias que nos superan. G.Deleuze
Percepto
Me impresiona mucho una frase... Puede decirse ya que los impresionistas retuercen verdaderamente la percepción. Puede decirse que un concepto filosófico, literalmente, en fin.. en cierto modo hende el cráneo, porque se trata de un hábito de pensamiento nuevo. Si la gente no tenía el hábito de pensar así, bueno: eso hende los cráneos. En cierto modo, un percepto retuerce los nervios. Así que podemos decir que los impresionistas inventan perceptos. Pero hay una frase de Cézanne que me parece tan hermosa, que dice algo así como: «Hay que hacer duradero al impresionismo». Es decir, el motivo todavía no ha cobrado su independencia. Sí, se trataba de hacerle duradero, y eran precisos nuevos métodos para que el impresionismo se hiciera duradero. Con ello no sólo quiere decir que el cuadro se conserve más: quiere decir que el percepto cobra una autonomía aún mayor, para lo que le serán precisas nuevas técnicas. G.Deleuze
Lo que buscaba, o incluso lo que buscábamos, junto a Félix, era una especie de dimensión verdaderamente inmanente del inconsciente. Ahora bien, por ejemplo, todo el psicoanálisis está lleno de elementos transcendentes: la ley, el padre, la madre, en fin, todo eso. Mientras que un campo de inmanencia, que permitiría definir el inconsciente, es el dominio... la vía en la que tal vez Spinoza pudo haberse adentrado más que ningún otro con anterioridad, tal vez Nietzsche pudo haberse adentrado más que ningún otro... No me parece que suponga tanta provocación, sino que Spinoza y Nietzsche forman en filosofía tal vez la mayor liberación del pensamiento, casi como si se tratara de un explosivo, vaya. Sí, y tal vez los conceptos más insólitos, porque sus problemas son problemas que en cierto modo eran problemas malditos, sí, que nadie se atrevía a plantear, en la época de Spinoza desde luego, pero también en la época de Nietzsche.
Creencias, deseos, sociedades
Creencias, deseos, sociedades
Esta reunión de ensayos de Gabriel Tarde, todos escritos al iniciarse el siglo XX, debería ser ponderada por los actuales sociólogos, que gustan relevar las necesidades básicas de la población, como una de las necesidades básicas tanto para sí mismos, como para todos aquellos que se dedican hoy a pensar lo social. Y quizá este lema, figurar en sus edificios -tanto mentales como institucionales-: El mundo social puede ser considerado una inmensa masa de sonámbulos mutuamente sugestionados. La figura del sonámbulo, no muy complaciente con su “objeto” –a la cual se suma la del borracho- puede ser incómoda para la profesión, pero también puede alumbrar un nuevo punto de partida para una sociología que asuma, al fin, sus riesgos.
Las tres fluentes que componen este libro, van delineando lo que en el prólogo se define muy acertadamente como sociología molecular, y que parte del postulado básico de que todo campo social organizado está surcado y excedido por modos de hacer, sentir o pensar “criminales” –criminales por contradecir la ortodoxia que los explica-, por pequeños mundos paralelos al orden vigente, evasivas que difieren en mayor o menor grado de aquello que busca determinarlas.
Así la invención y la imitación, por detrás de las célebres representaciones sociales que consagran sus hechos. Así, las corrientes cuantitativas de la creencia y el deseo, que inundan las costas de la economía política, pariente tan próxima del mundo sociológico. Así la irrupción de los públicos –colectividades mentales a distancia- que desbordan el añorado rol de los actores sociales sensorio-motores, tan cómodos para el sociólogo de antaño.
Pero el chiste de Tarde es que lo micro no es un insumo más de lo macro, un condimento a ser incorporado en el plato, el plato de la profesión; es el bocado clave, la ratio del gusto, el elemento de la indigestión…, o quizá, por qué no, de la gran digestión.
De la intensidad
El estado vivido no es algo subjetivo, o al menos no necesariamente. Tampoco es individual. Es el flujo, y la interrupción del flujo, ya que cada intensidad está necesariamente en relación con otra intensidad cuando pasa algo. Eso es lo que sucede bajo los códigos, lo que escapa de ellos y lo que los códigos quieren traducir, convertir, canjear. Pero Nietzsche, con su escritura de intensidades, nos dice: no cambiéis la intensidad por representaciones. La intensidad no remite a significados, que serían como representaciones de cosas, ni a significantes, que serían como representaciones de palabras. ¿Cuál es entonces su consistencia, como agente y a la vez como objeto de descodificación? Esto es lo más misterioso de Nietzsche. La intensidad tiene que ver con los nombres propios, y éstos no son ni representaciones de cosas (o de personas) ni representaciones de palabras. Colectivos o individuales, los presocráticos, los romanos, los judíos, Jesucristo, el Anticristo, César Borgia, Zaratustra, todos esos nombres propios que aparecen y reaparecen en los textos de Nietzsche no son significantes ni significados sino designaciones de intensidad en un cuerpo que puede ser el cuerpo de la Tierra, el cuerpo del libro, pero también el cuerpo sufriente de Nietzsche: yo soy todos los nombres de la historia… Hay una especie de nomadismo, de desplazamiento perpetuo de las intensidades designadas por los nombres propios, que penetran unas en otras a la vez que son experimentadas por un cuerpo pleno. La intensidad sólo puede vivirse por la relación entre su inscripción móvil en un cuerpo y la exterioridad igualmente móvil de un nombre propio, y por ello el nombre propio es siempre una máscara, la máscara de un agente.
Tierra nueva
Lo importante es que el movimiento de desterritorialización no es simplemente susceptible de ser retomado en la reterritorialización perversa, sea psicoanalítica o perversa propiamente dicha, sino que el movimiento de desterritorialización es tan potente como para, desposando sus líneas de fuga revolucionarias, crear el mismo un nuevo tipo de tierra. Quizá eso es lo que Nietzsche quiere decir cuando dice que un día la tierra será un lugar de curación, puede ser que en lugar de reterritorializarse sobre tierras facticias, el movimiento de desterritorialización en condiciones determinadas, pueda devenir creador de una tierra nueva, en todo caso eso estaría bien.
Nociones comunes
- Mientras no seamos dominados por afectos contrarios a nuestra naturaleza, afectos de tristeza, tendremos el poder de formar nociones comunes. Las primeras nociones comunes, son por lo tanto las menos generales, son las que producen algo común entre mi cuerpo y otro distinto que me produce alegría-pasión.
- De estas nociones comunes se siguen a su vez afectos alegres que ya no son pasiones, sino alegrías activas que, por un lado, duplican las primeras pasiones y, por otro, las sustituyen.
- Estas primeras nociones comunes y los afectos activos que de ellas dependen nos dan la fuerza para formar nociones comunes más generales, que expresan lo que es común incluso a nuestro cuerpo y a cuerpos que no le convienen, que le son contrarios o le producen tristeza.
- Y de estas nuevas nociones comunes derivan nuestros afectos de alegría activa que van a duplicar las tristezas y reemplazan las pasiones nacidas de la tristeza.
Las nociones comunes representan la composición de relaciones reales entre modos e individuos existentes.
Lógica del sentido
" Y ¿Cómo no sentir que nuestra libertad y nuestra efectividad encuentran su lugar, no en lo universal divino ni en la personalidad humana, sino en estas singularidades que son más nuestras que nosotros mismos, más divinas que los dioses, que animan en lo concreto el poema y el aforismo, la revolución permanente y la acción parcial? ¿Qué hay de burocrático en estas máquinas fantásticas que son los pueblos y los poemas? Basta con que nos disipemos un poco, con que sepamos permanecer en la superficie, con que tensemos nuestra piel como un tambor, para que comience la gran política. Una casilla vacía que no es ni para el hombre ni para Dios; singularidades que no pertenecen ni a lo general ni a lo individual ni personales ni universales; todo ello atravesando por circulaciones, ecos, acontecimientos que el hombre nunca habría soñado, ni Dios concebido. Hacer circular la casilla vacía, y hacer hablar a las singularidades pre-individuales y no personales, en una palabra, producir el sentido, es la tarea de hoy. "
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Gilles y Félix
Mil mesetas
Bibliografía de Gilles Deleuze en castellano
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