La función de desterritorialización: D es el movimiento por el que "se" abandona el territorio. Es la operación de la línea de fuga. Pero diferentes casos se presentan. La D puede estar enmascarada por una reterritorialización que la compensa, de esa forma la línea de fuga permanece bloqueada: en ese sentido, se dice que la D es negativa. Cualquier cosa puede servir de reterritorialización, es decir, "valer como" territorio perdido; en efecto, uno puede reterritorializarse en un ser, en un objeto, en un libro, en un aparato o sistema... Por ejemplo, el aparato de Estado se denomina equivocadamente territorial: de hecho efectúa una D, pero esa D queda inmediatamente enmascarada por reterritorializaciones en la propiedad, el trabajo y el dinero (es evidente que la propiedad de la tierra, pública o privada, no es territorial, sino reterritorializante). Entre los regímenes de signos, el régimen significante alcanza, indudablemente, un alto nivel de D; pero, puesto que efectúa al mismo tiempo todo un sistema de reterritorializaciones en el significado, en el propio significante, bloquea la línea de fuga y sólo deja subsistir una D negativa. Otro caso se presenta cuando la D viene positiva, es decir, se afirma através de las reterritoriafizaciones que ya sólo juegan un papel secundario, pero, no obstante, sigue siendo relativa, puesto que la línea de fuga que traza está segmentarizada, dividida en "procesos" sucesivos, se precipita en agujeros negros, o incluso aboca a un agujero negro generalizado (catástrofe). Ese es el caso del régimen de signos subjetivo, con su D pasional y conciencial, que es positiva, pero sólo en un sentido relativo. Se señalará ya que esas dos grandes formas de D no mantienen una relación evolutiva simple: la segunda puede escaparse de la primera, pero también puede conducir a ella (así ocurre especialmente cuando las segmentaciones de líneas de fuga convergentes entrañan una reterritorialización de conjunto, o en beneficio de uno de los segmentos, de tal forma que el movimiento de la fuga queda detenido). Hay todo tipo de figuras mixtas que recurren a formas muy diversas de D.
¿Hay una D absoluta, y qué quiere decir "absoluto"? Primero habría que comprender mejor las relaciones entre D, territorio, reterritorialización y tierra. En primer lugar, el propio territorio es inseparable de vectores de desterritorialización que actúan sobre él internamente: bien porque la territorialidad es flexible y "marginal", es decir, itinerante, bien porque el propio agenciamiento territorial se abre a otros tipos de agenciamientos que lo arrastran. En segundo lugar, la D es a su vez inseparable de reterritorializaciones correlativas. La D nunca es simple, siempre es múltiple y compuesta: no sólo porque participa a la vez de formas diversas, sino porque hace converger velocidades y movimientos distintos según los cuales se asigna a tal o tal momento un "desterritorializado" y un "desterritorializante". Ahora bien, la reterritorialización como operación original no expresa un retorno territorio, sino esas relaciones diferenciales internas a la propia D, esa multiplicidad interna a la línea de fuga (cf. "teoremas de D"). Por último, la tierra no es en modo alguno lo contrario de la D: lo vemos ya en el misterio de lo "natal", en el que la tierra como hogar ardiente, excéntrico o intenso, está fuera del territorio y sólo existe en el movimiento de la D. Pero, es más, la tierra, la glaciar, es la Desterritorializada por excelencia: en ese sentido pertence al Cosmos, y se presenta como el material gracias al cual el hombre capta las fuerzas cósmicas. Se dirá que la tierra, en tanto que desterritorializada, es el estricto correlato de la D, hasta el punto de que la D puede denominarse creadora de tierra —una nueva tierra, un universo, y ya no sólo una reterritorialización. Así pues, "absoluto" quiere decir lo siguiente: lo absoluto no expresa nada transcendente ni indiferenciado; ni siquiera expresa una cantidad que sobrepasaría cualquier cantidad dada (relativa). Sólo expresa un tipo de movimiento que se distingue cualitativamente del movimiento relativo. Un movimiento es absoluto cuando, cualesquiera que sean su cantidad y su velocidad, relaciona "un" cuerpo considerado como múltiple con un espacio liso que ocupa de manera turbulenta. Un movimiento es relativo, cualesquiera que sea su cantidad y su velocidad, cuando relaciona un cuerpo considerado como Uno con un espacio estriado en el que se desplaza, y que mide según rectas al menos virtuales. La D es negativa o relativa (no obstante, ya efectiva) cada vez que actúa según este segundo caso, bien por reterritorializaciones principales que bloquean las líneas de fuga, bien con reterritorializaciones secundarias que las segmentarizan y tienden a replegarlas. La D es absoluta, según el primer caso, cada vez que realiza la creación de una nueva tierra, cada vez que conecta las líneas de fuga, las lleva a la potencia de una línea vital abstracta o traza un plan de consistencia. Pues bien, lo que viene a complicarlo todo es que esta D absoluta pasa necesariamente por la relativa, precisamente porque no es transcendente. Y a la inversa, la D relativa o negativa tiene necesidad de un absoluto para llevar a cabo su separación: convierte lo absoluto en un "englobante", un totalizante que sobrecodifica la tierra, y que como consecuencia conjuga las líneas de fuga para detenerlas, destruirlas, en lugar de conectarlas para crear (en ese sentido nosotros oponíamos conjugación y conexión, aunque a menudo las hayamos tratado como sinónimos desde un punto de vista muy general). Hay, pues, un absoluto limitativo que ya interviene en las D propiamente negativas o incluso relativas. Y, sobre todo, en ese giro de lo absoluto las líneas de fuga no sólo están bloqueadas o segmentarizadas, smo que se convierten en finea de destrucción y de muerte. Pues ese es el desafío de lo negativo y de lo positivo en lo absoluto: la tierra anillada, englobada, sobrecodificada, conjugada como objeto de una organización mortuoria y suicida que la rodea por todas partes, o bien la tierra consolidada, conectada al Cosmos, situada en el Cosmos según líneas de creación que la atraviesan como otros tantos devenires (las palabras de Nietzsche: "Que la tierra devenga la ligera"...). Así pues, existen al menos cuatro formas de D que se enfrentan y se combinan, y que hay que distinguir mediante reglas concretas.