Por entonces Bateson, que procedía de una tradición europea con cierta amplitud filosófica, no se conformaba con el funcionalismo ni con las subdivisiones convencionales en el estudio de la cultura. Pensaba que las categorías ("religioso", "económico", etc) eran simples abstracciones y no compartimientos estancos de la realidad. En un trabajo posterior ("Moral y carácter nacional") intentó emplear polaridades (por ejemplo, dominio-sumisión) para evadir los esquemas demasiado estrictos. A diferencia de Margaret Mead. Quien desde los tiempos de Samoa se manejaba con esquemas freudianos, Bateson desconfiaba de la teoría psicoanalítica, en la cual veía un ejemplo de la falacia de la "concretez fuera de lugar", usando un concepto de Whitehead.
Bateson habría de volver a menudo sobre esto; en sus últimas obras lo denominaría "la pauta que conecta", el vínculo estructural e ideal que rige tanto las formas naturales como las espirituales. En la misma época, propuso añadir a las viejas nociones biológicas de homología y analogía el concepto de "homonomía", tomado del viejo Haeckel, pero no tuvo éxito. Más tarde insistiría con la "abducción", un término de Peirce, definido como un razonamiento que permite subsumir el caso concreto en una forma general. Casi diríamos que es la dialéctica ascendente de Platón; y éste no será el único componente platónico que encontraremos en Bateson.
La formación científico-natural, la preocupación
epistemológica y cierto estilo de pensamiento creativo, hacían que Bateson no encarara el estudio de la cultura iatmul como un simple relevamiento de datos, sino como una pista en el camino de generalizaciones más amplias. De allí que, cuando habla del sistema social no jerárquico de los iatmul, donde abundan las sanciones "colaterales" entre clanes, no puede menos que compararla con la simetría radial de las medusas.
El producto de todo este estudio de la cultura iatmul no habría pues de ser un prolijo inventario de datos, clasificado bajo categorías funcionalistas, sino la introducción de un concepto.
Se trata de la cismogénesis. Para Bateson significa la capacidad que tienen algunas culturas de alentar los conflictos y divisiones (cismas) en su seno. La cultura iatmul, por ejemplo, es tan altamente cismogénica como la nuestra. En cambio, cuando más tarde Bateson estudió la sociedad balinesa, no halló nada mejor que introducir el concepto opuesto ("zigogénesis") para caracterizar un estilo cultural que tiende al equilibrio y la estabilidad.
¿Cuál es el andamiaje teórico en el cual se apoya Bateson para formular este planteo? Para un antropólogo bien formado, éste sería un tanto escandaloso, pues el autor reconoce como fuentes "la ingeniería de las comunicaciones, la Teoría de los Juegos de von Neumann y las ecuaciones de Richardson sobre la carrera armamentista".
En la ingeniería de las comunicaciones se hablaba de circuitos regenerativos (o viciosos) y degenerativos (o autocorrectivos). Un circuito degenerativo, por ejemplo un termostato, es aquél que contiene por lo menos un eslabón donde a un aumento de N sucede una disminución de M, con lo cual el sistema alcanza un límite y permanece regulado. En el circuito regenerativo, a cada incremento de uno le corresponde un incremento del otro, y así al infinito. Siguiendo este esquema, entre los iatmules la emulación y la competencia generan interminables conflictos; tanto la cultura iatmul como la civilización occidental son cismogénicas.
Si comparamos estos conceptos de hace cuarenta y cinco años con los circuitos de la producción y el consumo, la potencia destructiva de las armas y el equilibrio del terror, la industrialización y la contaminación, tendremos una idea del alcance que tiene esta concepción, originalmente formulada sólo para comparar el estilo de vida de unos aldeanos de Nueva Guinea con el de la sociedad de Bali.
El producto de todo este estudio de la cultura iatmul no habría pues de ser un prolijo inventario de datos, clasificado bajo categorías funcionalistas, sino la introducción de un concepto.
Se trata de la cismogénesis. Para Bateson significa la capacidad que tienen algunas culturas de alentar los conflictos y divisiones (cismas) en su seno. La cultura iatmul, por ejemplo, es tan altamente cismogénica como la nuestra. En cambio, cuando más tarde Bateson estudió la sociedad balinesa, no halló nada mejor que introducir el concepto opuesto ("zigogénesis") para caracterizar un estilo cultural que tiende al equilibrio y la estabilidad.
¿Cuál es el andamiaje teórico en el cual se apoya Bateson para formular este planteo? Para un antropólogo bien formado, éste sería un tanto escandaloso, pues el autor reconoce como fuentes "la ingeniería de las comunicaciones, la Teoría de los Juegos de von Neumann y las ecuaciones de Richardson sobre la carrera armamentista".
En la ingeniería de las comunicaciones se hablaba de circuitos regenerativos (o viciosos) y degenerativos (o autocorrectivos). Un circuito degenerativo, por ejemplo un termostato, es aquél que contiene por lo menos un eslabón donde a un aumento de N sucede una disminución de M, con lo cual el sistema alcanza un límite y permanece regulado. En el circuito regenerativo, a cada incremento de uno le corresponde un incremento del otro, y así al infinito. Siguiendo este esquema, entre los iatmules la emulación y la competencia generan interminables conflictos; tanto la cultura iatmul como la civilización occidental son cismogénicas.
Si comparamos estos conceptos de hace cuarenta y cinco años con los circuitos de la producción y el consumo, la potencia destructiva de las armas y el equilibrio del terror, la industrialización y la contaminación, tendremos una idea del alcance que tiene esta concepción, originalmente formulada sólo para comparar el estilo de vida de unos aldeanos de Nueva Guinea con el de la sociedad de Bali.