Es porque nada es igual, porque todo se baña en la
diferencia, en su desemejanza, en su desigualdad, incluso consigo mismo, por lo
que todo retorna. O más bien por lo que nada retorna. Lo que no retorna es lo
que niega el eterno retorno, lo que no soporta la prueba. Lo que no retorna es
la cualidad, la extensión, porque la diferencia como condición del eterno
retorno se anula; es lo negativo, porque la diferencia se invierte para
anularse; es lo idéntico, lo semejante, lo igual, porque éstos constituyen las
formas de la indiferencia. Es Dios, es el yo como forma y garante de la
identidad. Es todo lo que no aparece sino bajo la ley del «de una vez por
todas», incluida la repetición cuando se halla sometido a la condición de
identidad de una misma cualidad, de un mismo cuerpo extenso, de un mismo yo
(como ocurre con la «resurrección») .. ¿Quiere esto decir que en verdad ni la
cualidad ni la extensión retornan? ¿O bien no estábamos obligados a distinguir
a modo de dos estados de la cualidad y dos estados de la extensión? Uno en el
que la cualidad fulgura como signo en la distancia, o intervalo de una
diferencia de intensidad; el otro en el que, como efecto, reacciona ya sobre su
causa y tiende a anular la diferencia. Uno en el que la extensión permanece aún
implicada en el orden envolvente de las diferencias, y otro en el que la
extensión explica la diferencia y la anula en el sistema cualificado. Tal
distinción, que no puede efectuarse en la experiencia, se hace posible desde el
punto de vista del pensamiento del eterno retorno. La dura ley de la
explicación es la que se explica, y se explica de una vez por todas. La ética
de las cantidades intensivas no tiene sino dos principios: afirmar incluso lo
más bajo, y no explicarse (demasiado). Debemos ser como aquel padre que
reprochaba a su hijo haber dicho todas las palabras sucias que sabía no sólo
porque estaba mal, sino porque no se había guardado ninguna, ningún resto para
la sutil materia implícita del eterno retorno. Y si el eterno retorno, incluso
al precio de nuestra coherencia y en beneficio de una coherencia superior,
conduce a las cualidades al estado de puros signos, y no conserva de las
extensiones sino lo que se combina con la profundidad original, entonces
aparecerán las cualidades más bellas, los colores más brillantes, las piedras
más preciosas y las extensiones más vibrantes, puesto que, reducidas a su razón
seminal, y tras haber roto toda relación con lo negativo, permanecerán para
siempre apegadas al espacio intensivo de las relaciones positivas; entonces, a
su vez, se realizará la predicción final del Fedón, cuando Platón promete, con
la sensibilidad desprendida de su ejercicio empírico, templos, astros y dioses
como jamás se han visto, afirmaciones inauditas. La predicción no se realizará,
bien es cierto, sino con la inversión del platonismo mismo.
G. Deleuze. Diferencia y repetición.