"Cada uno debe constituir su ser para servir al plano" Nietzsche, 1882
Al filósofo, fundador del plano
Perdidos en los mundos interiores del gran viaje, en los pliegues de la naturaleza, él nos va a hacer reencontrar la esencia no humana del hombre y los mundos inorgánicos, los animales, los vegetales, lo mineral y lo estelar. Vivimos en el más estricto simultaneismo y nuestra tristeza proviene sin duda de la irreversible perdida de la fantástica unidad primordial, la Fusión de lo Uno y lo múltiple, del Hombre y de la Naturaleza. Sin duda aquella -la que jamás ha existido, pero su visión romántica nos permite afrontar los exilios tan difíciles como bellos de un día que muy pronto, podría devenir peor que la noche. Y nosotros otras bestias de carga, los Idiotas temporales y los Meteoros, esquizofrénicos de un Mundo terminal debiendo experimentar las coacciones, una vez más, difíciles pero bellas, de una trayectoria cósmica e indefinida. Entonces, las "pinturas abigarradas de todo lo que ha sido creído" son como una especie de muro real en el cual nuestro destino es el aplastamiento forzado, el crash, la destrucción, o al contrario la producción de un horizonte sin límite (lo infinito ilimitado), de un suprasensible absoluto y de las más gran rectitud, la devoción a la obra por venir.
Pero ahí también reside nuestra última nobleza, nuestra última Resistencia.
Nuestras producciones son los últimos sobresaltos, los últimos estertores de la Tierra, la Ligera. ¿Quizá nosotros somos, desgraciadamente, los últimos interpretes, los últimos aquí, los últimos allá? Gloria a los últimos cualesquiera que sean, los últimos románticos despreciadores de lo real ubiquitario, los últimos transductores, los osciladores perdidos de los gritos de la Tierra. Y sufre así la totalidad del Cosmos en el improbable ladeamiento de nuestras subjetividades. Saltando los últimos estratos, los últimos órganos, se ofrece a nosotros la gran desterritorialización. Esta experiencia que nos imponemos es también nuestro honor, el sufrimiento del Hombre y el Puente hacia el Superhombre. Pues no lo dudamos, como se ha dicho de toda época, nosotros seguimos siendo, un Puente hacia el Superhombre. Nuestra carne es la de los innombrables crucificados y nuestras lagrimas, las de un cerebro devenido estelar y molecular.
También, como porvenir, seguimos siendo solo una imperceptible producción, una multiplicidad de pequeños actos ridículos, de sueños hipocondriacos que nos liberan en el movimiento mismo en que esas producciones nos guían hacia el Abismo mayor de las estrellas de la gran Unicidad heraclitiana. Cada palabra, o bien, cada nota, cada color es para los "Viajantes" un dolor más terrible aún que el dolor de la Tierra, mas dolorosa aún que la Nada imaginable de nuestros corpúsculos orgánicos cuando cesa, en un movimiento muy natural, todo proceso de producción.
Afortunadamente, somos los condenados, los excluidos del mundo inmundo, de la pornografía actual, los grandes desterritorializados, los hermanos técnicos y deseantes de un Cosmos en extinción. Bella y deseable es está fusión. Quizá está es la esencia del Querer y, por extensión, de la Voluntad, de la bella contra-efectuación de la potencia constatando su inexorable declive. Sepamos declinar con brillantez puesto que toda vida es (también) Declive, como toda vida, dice Scott Fitzgerald, es (¿sería?) Un proceso de destrucción.
Somos los Gatsby de los tiempos actuales, los Bartleby de lo virtual, los últimos errantes, los últimos nómadas. Componer ha devenido un acto de amor posible. Y más alla de la composición, más allá del bien y del mal, en la Mecanosfera que es literalmente Maquinación, trucaje, juego (pues todo el tiempo el niño-rey juega a la chita, a las tablas, a los dioses y a los salvajes, a los demonios que saltan más allá de los límites, a la hibris, al computador, a las múltiples prácticas del amor físico...), nosotros describimos el último Plano. El Plano.
A ustedes mis hermanos de dolores y de producción, entramos al fin y por siempre en el "teatro de la crueldad", la única verdadera realidad. Y si por desgracia no debiera quedarnos más que un deseo este sería: la construcción del plano, su consistencia y su densidad, si inmovilidad y su inmutabilidad, su gozo. Levantemos el plano y activemos su Apología. Nosotros los condenados, los imperceptibles, activamos la más pura inmanencia. Nuestra vuelta a fugarnos es la estricta y absoluta ontología del Plano. Aprendamos a amarlo, a vivir para él y en él. Y si ese plano es la Rizosfera entonces, sin duda, seremos los últimos Nómadas cósmicos de la Tierra, reputada de ligera. "Dios calcula, el mundo se hace", en fin podemos devenir imperceptibles y errar sobre las líneas de fuga de lo Absoluto (dice). Nuestra tarea es grande, pero inmenso es nuestro coraje pues nunca encaparemos a esta "bella muerte" prometida como un Eden imposible. Somos los agentes del Caos, y los voceros del Signo. Pues, podéis estar seguros, mis amigos, el signo llega. Y si deseamos todavía y siempre el Eterno Retorno, es como guardianes y garantes errantes del Plano, también nosotros con jovialidad somos los portadores del "peso mas pesado".
Somos los practicantes de lo múltiple, y apostamos al mundo del mañana, pues habrá forzosamente un mundo mañana, será la efectuación misma de todas las virtualidades del plano. Hace frío pero despunta el astro en el horizonte. Este pensamiento del Peso más pesado es también el de la Rizosfera, a saber la efectuación compleja y concreta del Plano: Rizosfera, Mecanosfera, Esquizosfera, el plano del deseo y el plano de inmanencia, plano de consistencia y plano de composición (así lo llama). Y allá reside nuestro simultaneismo interior. Los mundos conexos y diferenciales son la afirmación real de las múltiples facetas de la realidad una e indivisible.
Tal vez en los pliegues del Plano reside la esencia temporal de los nómadas del interior. Sin duda ha llegado el momento de marcharse, puesto que, dicen los Vedas, hay tanta Aurora en quien aún no la tiene. Mis hermanos todavía un esfuerzo para reunir al funámbulo y realizar el ensamblaje de la Resolución. El plano es nuestro Amigo y nuestro aliado, realicemos todos los posibles. Actualicemos sus virtualidades y sepamos guardar preciosamente en nuestro corazón la realidad de su existencia. Sin duda devendremos puras Entidades, torbellinos y soplos, los incorporales y los incomposibles, Las Diferencias y las Repeticiones. Pongamos sobre nosotros los manes del gran maestro, Baruch nos muestra la gran quietud del infinito y del mundo de las fuerzas. En nosotros florece su nombre, el Nombre mismo del gran pensamiento. Mañana, en un nuevo día, se elevará sobre nuestros rostros penetrados de luz y de sublime claridad.
Somos el silencio y la luz, los últimos luministas, los grandes actores del Plano.
Pero ahí también reside nuestra última nobleza, nuestra última Resistencia.
Nuestras producciones son los últimos sobresaltos, los últimos estertores de la Tierra, la Ligera. ¿Quizá nosotros somos, desgraciadamente, los últimos interpretes, los últimos aquí, los últimos allá? Gloria a los últimos cualesquiera que sean, los últimos románticos despreciadores de lo real ubiquitario, los últimos transductores, los osciladores perdidos de los gritos de la Tierra. Y sufre así la totalidad del Cosmos en el improbable ladeamiento de nuestras subjetividades. Saltando los últimos estratos, los últimos órganos, se ofrece a nosotros la gran desterritorialización. Esta experiencia que nos imponemos es también nuestro honor, el sufrimiento del Hombre y el Puente hacia el Superhombre. Pues no lo dudamos, como se ha dicho de toda época, nosotros seguimos siendo, un Puente hacia el Superhombre. Nuestra carne es la de los innombrables crucificados y nuestras lagrimas, las de un cerebro devenido estelar y molecular.
También, como porvenir, seguimos siendo solo una imperceptible producción, una multiplicidad de pequeños actos ridículos, de sueños hipocondriacos que nos liberan en el movimiento mismo en que esas producciones nos guían hacia el Abismo mayor de las estrellas de la gran Unicidad heraclitiana. Cada palabra, o bien, cada nota, cada color es para los "Viajantes" un dolor más terrible aún que el dolor de la Tierra, mas dolorosa aún que la Nada imaginable de nuestros corpúsculos orgánicos cuando cesa, en un movimiento muy natural, todo proceso de producción.
Afortunadamente, somos los condenados, los excluidos del mundo inmundo, de la pornografía actual, los grandes desterritorializados, los hermanos técnicos y deseantes de un Cosmos en extinción. Bella y deseable es está fusión. Quizá está es la esencia del Querer y, por extensión, de la Voluntad, de la bella contra-efectuación de la potencia constatando su inexorable declive. Sepamos declinar con brillantez puesto que toda vida es (también) Declive, como toda vida, dice Scott Fitzgerald, es (¿sería?) Un proceso de destrucción.
Somos los Gatsby de los tiempos actuales, los Bartleby de lo virtual, los últimos errantes, los últimos nómadas. Componer ha devenido un acto de amor posible. Y más alla de la composición, más allá del bien y del mal, en la Mecanosfera que es literalmente Maquinación, trucaje, juego (pues todo el tiempo el niño-rey juega a la chita, a las tablas, a los dioses y a los salvajes, a los demonios que saltan más allá de los límites, a la hibris, al computador, a las múltiples prácticas del amor físico...), nosotros describimos el último Plano. El Plano.
A ustedes mis hermanos de dolores y de producción, entramos al fin y por siempre en el "teatro de la crueldad", la única verdadera realidad. Y si por desgracia no debiera quedarnos más que un deseo este sería: la construcción del plano, su consistencia y su densidad, si inmovilidad y su inmutabilidad, su gozo. Levantemos el plano y activemos su Apología. Nosotros los condenados, los imperceptibles, activamos la más pura inmanencia. Nuestra vuelta a fugarnos es la estricta y absoluta ontología del Plano. Aprendamos a amarlo, a vivir para él y en él. Y si ese plano es la Rizosfera entonces, sin duda, seremos los últimos Nómadas cósmicos de la Tierra, reputada de ligera. "Dios calcula, el mundo se hace", en fin podemos devenir imperceptibles y errar sobre las líneas de fuga de lo Absoluto (dice). Nuestra tarea es grande, pero inmenso es nuestro coraje pues nunca encaparemos a esta "bella muerte" prometida como un Eden imposible. Somos los agentes del Caos, y los voceros del Signo. Pues, podéis estar seguros, mis amigos, el signo llega. Y si deseamos todavía y siempre el Eterno Retorno, es como guardianes y garantes errantes del Plano, también nosotros con jovialidad somos los portadores del "peso mas pesado".
Somos los practicantes de lo múltiple, y apostamos al mundo del mañana, pues habrá forzosamente un mundo mañana, será la efectuación misma de todas las virtualidades del plano. Hace frío pero despunta el astro en el horizonte. Este pensamiento del Peso más pesado es también el de la Rizosfera, a saber la efectuación compleja y concreta del Plano: Rizosfera, Mecanosfera, Esquizosfera, el plano del deseo y el plano de inmanencia, plano de consistencia y plano de composición (así lo llama). Y allá reside nuestro simultaneismo interior. Los mundos conexos y diferenciales son la afirmación real de las múltiples facetas de la realidad una e indivisible.
Tal vez en los pliegues del Plano reside la esencia temporal de los nómadas del interior. Sin duda ha llegado el momento de marcharse, puesto que, dicen los Vedas, hay tanta Aurora en quien aún no la tiene. Mis hermanos todavía un esfuerzo para reunir al funámbulo y realizar el ensamblaje de la Resolución. El plano es nuestro Amigo y nuestro aliado, realicemos todos los posibles. Actualicemos sus virtualidades y sepamos guardar preciosamente en nuestro corazón la realidad de su existencia. Sin duda devendremos puras Entidades, torbellinos y soplos, los incorporales y los incomposibles, Las Diferencias y las Repeticiones. Pongamos sobre nosotros los manes del gran maestro, Baruch nos muestra la gran quietud del infinito y del mundo de las fuerzas. En nosotros florece su nombre, el Nombre mismo del gran pensamiento. Mañana, en un nuevo día, se elevará sobre nuestros rostros penetrados de luz y de sublime claridad.
Somos el silencio y la luz, los últimos luministas, los grandes actores del Plano.
RICHARD PINHAS, el 4 de noviembre de 1997.