Quiero ahora hablar de los maestros. Yo he tenido maestros, admiro a mis maestros. No creo en mis maestros. Los admiro. La admiración es un sentimiento sano, nos purifica, nos expande, nos potencia. Hay que saber admirar, es lo contrario de la envidia. Yo tengo maestros. ¿Qué es un maestro? Mis maestros no se enteraron que yo soy su discípulo. Un discípulo inventa a sus maestros, unge a sus maestros. Un profesor no es un maestro, pero puede serlo. El profesor de filosofía es una figura reciente, es del siglo XIX. Descartes no era profesor de filosofia, Kant no era profesor de filosofía, Hegel, finalmente, sí lo fue. Para que llegue a existir el profesor de filosofía, había que erigir la figura del Estado moderno y la necesidad de funcionarios aptos para su funcionamiento burocrático. La universidad y la idea de un saber universal fue la base del profesorado de este saber filosófico que se pretendía totalizador. El profesor así concebido es un puente entre el saber acumulado por los siglos y el alumno ignorante. Y entonces el profesor se apropia del saber y se lo entrega al alumno por medio del texto, los libros, y su palabra magistral. Un maestro tiene otra presencia. De un maestro uno no aprende lo que sabe; de un maestro un aprende el modo en que hace lo que hace. Su manera de ser, su modo de hacer, su forma de plantarse ante las cosas, su singularidad. Su ethos.
Un maestro me ayuda a buscar aquello que me interesa.
Foucault
Mi maestro fue Michel Foucault. Fue mi profesor, a la vez maestro. El ni sabe quien soy, nunca supo. Yo lo nombré mi maestro. Me iluminó, por supuesto no para salvación celeste alguna, lo hizo hacia senderos en los que me esperaban nuevas y fascinantes lecturas. Me abrió caminos, en donde yo pude sembrar mis propias semillas, no las de él, sino las que yo mismo podía fertilizar con el tiempo. Él traza nuevas rutas por lugares inesperados. Marca rupturas donde había continuidad. Liga cosas que antes estaban separadas. Pone luz en lugares que a nadie le importaban. Le resta importancia a cosas que todo el mundo sacralizaba. Desde La historia de la locura, al Orden del discurso, y El uso de los placeres, cada libro suyo propone un plan de trabajo e incita a nueva e innumerables búsquedas.
Deleuze
Un maestro es Foucault, y el otro es nuestro común amigo, Gilles Deleuze. Maestro. Recordemos algunos de sus conceptos: imagen del pensamiento. Conectar. Deleuze es la música y Foucault es la letra de mi partitura filosófica. ¿Por qué Deleuze es la música? Porque se trata de proponer un ritmo, escuchar una melodía, una forma de conectar, de combinar notas-conceptos. Disyunciones inclusivas. Síntesis conectivas. Máquinas deseantes. Su enseñanza nos dice que no hay que temerle a la locura, no hay que temerle al pensamiento disparatado. El pensamiento debe ser disparatado y al mismo tiempo muy disciplinado –es muy importante combinarlos - . Es necesaria muchísima disciplina y concentración para que el disparate no sea balbuceo. Y además herida grave, asunto que le preocupaba a Deleuze que les pedía a sus lectores que no lo malentiendieran. Daba el alerta, y recomendaba precaución.
“No quiero que se conviertan en trapos”, decía.
Un maestro me ayuda a buscar aquello que me interesa.
Foucault
Mi maestro fue Michel Foucault. Fue mi profesor, a la vez maestro. El ni sabe quien soy, nunca supo. Yo lo nombré mi maestro. Me iluminó, por supuesto no para salvación celeste alguna, lo hizo hacia senderos en los que me esperaban nuevas y fascinantes lecturas. Me abrió caminos, en donde yo pude sembrar mis propias semillas, no las de él, sino las que yo mismo podía fertilizar con el tiempo. Él traza nuevas rutas por lugares inesperados. Marca rupturas donde había continuidad. Liga cosas que antes estaban separadas. Pone luz en lugares que a nadie le importaban. Le resta importancia a cosas que todo el mundo sacralizaba. Desde La historia de la locura, al Orden del discurso, y El uso de los placeres, cada libro suyo propone un plan de trabajo e incita a nueva e innumerables búsquedas.
Deleuze
Un maestro es Foucault, y el otro es nuestro común amigo, Gilles Deleuze. Maestro. Recordemos algunos de sus conceptos: imagen del pensamiento. Conectar. Deleuze es la música y Foucault es la letra de mi partitura filosófica. ¿Por qué Deleuze es la música? Porque se trata de proponer un ritmo, escuchar una melodía, una forma de conectar, de combinar notas-conceptos. Disyunciones inclusivas. Síntesis conectivas. Máquinas deseantes. Su enseñanza nos dice que no hay que temerle a la locura, no hay que temerle al pensamiento disparatado. El pensamiento debe ser disparatado y al mismo tiempo muy disciplinado –es muy importante combinarlos - . Es necesaria muchísima disciplina y concentración para que el disparate no sea balbuceo. Y además herida grave, asunto que le preocupaba a Deleuze que les pedía a sus lectores que no lo malentiendieran. Daba el alerta, y recomendaba precaución.
“No quiero que se conviertan en trapos”, decía.