Los Estoicos: De la libertad, en el acontecer tranquilo.

Posted by Fernando Reberendo
Lo que hay en los cuerpos, en la profundidad de los cuerpos, son mezclas: un cuerpo penetra a otro y coexiste con él en todas sus partes, como una gota de vino en el mar o el fuego en el hierro.
Un cuerpo se retira de otro, como el líquido de un vaso. Las mezclas en general determinan estados de cosas cuantitativos y cualitativos: las dimensiones de un conjunto, o el rojo del hierro, lo verde de un árbol. Pero lo que queremos decir mediante «crecer», «disminuir», «enrojecer», «verdear», «cortar», «ser cortado», etc., es de una clase completamente diferente: no son en absoluto estados de cosas o mezclas en el fondo de los cuerpos, sino acontecimientos incorporales en la superficie, que son resultado de estas mezclas. El árbol verdea… El genio de una filosofía se mide en primer lugar por las nuevas distribuciones que impone a los seres y a los conceptos. Los estoicos están trazando, haciendo pasar una frontera allí donde nunca se había visto ninguna: en este sentido, desplazan toda reflexión.
Los estoicos proclamaron que se puede alcanzar la libertad y la tranquilidad dedicándose a una vida guiada por los principios de la razón y la virtud (tal es la idea de ataraxia; tranquilidad, serenidad e imperturbabilidad en relación con el alma, la razón y los sentimientos).
Los estoicos, a su vez, distinguían dos clases de cosas:
1) Los cuerpos, con sus tensiones, sus cualidades, sus relaciones, sus acciones y pasiones, y los «estados de cosas» correspondientes. Estos estados de cosas, acciones y pasiones, están determinados por las mezclas entre cuerpos. En el límite, hay una unidad de todos los cuerpos en función de un Fuego primordial en el que se reabsorben y a partir del cual se desarrollan según su tensión respectiva
El tiempo único de los cuerpos o estados de cosas es el presente
No hay causas y efectos en los cuerpos: todos los cuerpos son causas, causas unos en relación con los otros, unos para otros. La unidad de las causas entre sí se llama Destino, en la extensión del presente cósmico.
2) Todos los cuerpos son causas unos para otros, los unos en relación con los otros, pero ¿de qué? Son causas de ciertas cosas, de una naturaleza completamente diferente.
Estos efectos no son cuerpos, sino «incorporales» estrictamente hablando. No son cualidades y propiedades físicas, sino atributos.
No son cosas o estados de cosas, sino acontecimientos. No se puede decir que existan, sino más bien que subsisten o insisten, con ese mínimo de ser que convienen a lo que no es una cosa, entidad inexistente. No son sustantivos ni adjetivos, sino verbos
No son presentes vivos, sino infinitivos: Aión ilimitado, devenir que se divide hasta el infinito en pasado y futuro, esquivando siempre el presente.

Émile Bréhier ( 1876, Bar-le-Duc - 1952, Paris) dice en su bella reconstrucción del pensamiento estoico (La Théorie des incorporels dans l’ancien stoïcisme, Vrin, 1928) : «Cuando el escalpelo corta la carne, el primer cuerpo produce sobre el segundo no una propiedad nueva, sino un nuevo atributo, el de ser cortado, expresado siempre por un verbo, lo que quiere decir que no es un ser, sino una manera de ser... Esta manera de ser se encuentra en algún modo en el límite, en la superficie del ser y no puede cambiar la naturaleza de éste: no es, a decir verdad, ni activa ni pasiva, ya que la pasividad supondría una naturaleza corporal que sufre una acción. Es pura y simplemente un resultado, un efecto que no puede clasificarse entre los seres... (Los estoicos distinguen) radicalmente, y nadie lo había hecho antes que ellos, dos planos de ser: por una parte el ser profundo y real, la fuerza; y por otra, el plano de los hechos, que se juegan en la superficie del ser, y que constituyen una multiplicidad sin fin de seres incorporales.»
Asumiendo una concepción materialista de la naturaleza, los Estoicos siguieron a Heráclito (vivió hacia comienzos del siglo V a.C; 544 adC - 484 adC en griego Ἡράκλειτος ὁ Ἐφέσιος Herákleitos ho Ephésios, era natural de Éfeso, ciudad de la Jonia, en la costa occidental del Asia Menor) en la creencia de que la sustancia primera se halla en el fuego y en la veneración del logos, que identifican con la energía, la ley, la razón y la providencia encontradas en la naturaleza. La razón de los hombres se considera también parte integrante del logos divino e inmortal. La doctrina estoica considera esencial cada persona como parte de Dios y miembro de una familia universal
Los estoicos han descubierto los efectos de superficie. Los simulacros dejan de ser estos rebeldes subterráneos, hacen valer sus efectos
El devenir-ilimitado se vuelve el acontecimiento mismo, ideal, incorporal, con todos los trastocamientos que le son propios, del futuro y el pasado, de lo activo y lo pasivo, de la causa y el efecto. El futuro y el pasado, el más y el menos, lo excesivo y lo insuficiente, el ya y el aún-no: pues el acontecimiento infinitamente divisible es siempre los dos a la vez, eternamente lo que acaba de pasar y lo que va a pasar pero nunca lo que pasa (cortar demasiado profundamente y no lo suficiente). Lo activo y lo pasivo: pues el acontecimiento, al ser impasible, los cambia tanto más cuanto que no es no lo uno ni lo otro, sino su resultado común (cortar-ser-cortado). La causa y el efecto: pues los acontecimientos, al no ser sino efectos, pueden, los unos con los otros, entrar mucho mejor en funciones de casi-causas o en relaciones de casi-causalidad siempre reversibles (la herida y la cicatriz).
Joe Bousquet «Mi herida existía antes que yo; he nacido para encarnarla.»

En el campo de la física retornaron a la filosofía de Heráclito: todo está sometido al cambio, al movimiento.
En el campo de la ética: Defendieron vivir de acuerdo con la naturaleza, aceptando el orden de las cosas. No hay un Dios fuera de la naturaleza o el Mundo (panteísmo). Además el sabio estoico será imperturbable ante el destino y la desgracia y dominar las pasiones. Este es el camino a la felicidad.
Según los estoicos, nada hay bueno sino la virtud, nada malo sino el vicio. La virtud es la felicidad, el vicio, la desdicha. La virtud es sabiduría, el vicio, insensatez. El sabio o virtuoso, que para ellos significa lo mismo, es feliz, sean cuales fueren sus aparentes infortunios, continuará dichoso: su ventura es imperturbable; nada pueden contra ella los hombres; la conciencia es un cielo. Verdad es que a más de la virtud y el vicio hay en el mundo otras cosas que parecen buenas o malas; mas los estoicos, temerosos de contaminarse, no les daban estos nombres, sino el de preferibles o posponibles; los de bien y de mal los reservaban a la virtud y al vicio.
Lo único que puede ser verdaderamente bueno es la buena voluntad.... pero ésta es indemostrable, aunque se suele sentir.Por otro lado, la buena voluntad nunca se apropia de sus victorias, lo cual es imprescindible para que sus victorias perduren
Los estoicos sostenían que en toda proposición pueden distinguirse tres elementos: la palabra o significante, la cosa significada y el significado. Las palabras y las cosas son materiales, el significado, por el contrario, es inmaterial y actúa como nexo de unión entre los otros dos elementos. La verdad y la falsedad sólo pueden atribuirse al significado. Las diversas posibilidades de conexión entre proposiciones constituyen las condiciones formales de la verdad lógica.


También argumentaron a favor de la “divina providencia” por lo que mostraban que este es el mejor de los mundos posibles con un propósito divino inmanente en él.
La historia de la filosofía no es una disciplina particularmente reflexiva.
Es como el arte del retrato en la pintura. Se trata de retratos
mentales, conceptuales. Igual que en la pintura, hay que conseguir una
semejanza con el retratado, pero por medios desemejantes, por medios diferentes: hay que producir un semblante, no reproducirlo (lo que significaría conformarse con repetir lo que tal filósofo dijo).
Los filósofos aportan conceptos nuevos, los exponen, pero no dicen, o no
dicen del todo los problemas a los que tales conceptos responden. Por
ejemplo, Hume
expone un concepto original de creencia, pero no dice por qué y cómo el problema del conocimiento se plantea de tal modo que el conocimiento aparece como una forma determinada de creencia. La historia de la filosofía no debe decir lo que ya dijo un filósofo, sino aquello que está necesariamente sobrentendido en su filosofía, lo que no decía y que, sin embargo, está presente en lo que decía. La filosofía consiste siempre en inventar conceptos. Nunca me han preocupado la superación de la metafísica o la muerte de la filosofía. La filosofía tiene una función que sigue siendo plenamente actual, crear conceptos. Nadie puede hacerlo en su lugar. Ciertamente, la filosofía siempre ha tenido rivales, desde los “pretendientes” de Platón hasta el bufón de Zaratustra. Hoy, estos rivales son la informática, la comunicación, la promoción comercial que se ha apropiado de las palabras “concepto” y “creativo”, y estos “conceptores” constituyen una estirpe de desvergonzados que hacen del acto de vender el supremo pensamiento capitalista, el cogito mercantil.
La filosofía se siente pequeña ante esos poderes pero, si muere, al menos será de risa. La filosofía no es comunicativa, ni tampoco contemplativa o reflexiva: es creadora, incluso revolucionaria por naturaleza, ya que no cesa de crear conceptos nuevos. La única condición es que satisfagan una necesidad y que presenten cierta extrañeza, cosa que sólo sucede
cuando responden a problemas verdaderos.
El concepto es lo que impide que el pensamiento sea simplemente una opinión, un parecer, una discusión, una habladuría. Todo concepto es, forzosamente, paradoja.
Félix Guattari y yo hemos intentado exponer una filosofía en El Anti–Edipo y en Mil Mesetas, especialmente en este último, que es un libro muy amplio que propone muchos conceptos. No es una colaboración: hemos escrito un libro y luego otro, no “un” libro en el sentido de unidad, sino como el artículo indeterminado. Cada uno de nosotros tenía un pasado y un trabajo anterior, él en psiquiatría, en política y en una filosofía ya rica en conceptos, y yo había escrito Diferencia y repetición y Lógica del sentido. Pero no hemos colaborado como dos personas. Más bien como dos arroyos que se encuentran para configurar “un” tercero, nosotros. Después de todo, una de las cuestiones eternas de la filosofía es la interpretación del “filo”. Una filosofía, esto significó para mí como un segundo período, al que nunca habría llegado y que no habría cumplido sin Félix. Supongamos que hay, después, una tercera etapa en la que me ocupo de la pintura y del cine, aparentemente de imágenes.
Pero se trata de libros de filosofía. Creo que el concepto comporta otras dos dimensiones, el afecto y el percepto. Esto, y no las imágenes, es lo que me interesa. Los perceptos no son percepciones, son paquetes de sensaciones y relaciones que sobreviven a quienes los experimentan. Los
afectos no son sentimientos, son devenires que desbordan a quien los
atraviesa (que deviene otro). Los grandes novelistas ingleses o americanos escriben con frecuencia mediante perceptos; Kleist y Kafka,
mediante afectos.




El afecto, el percepto y el concepto son tres potencias inseparables que van del arte a la filosofía y viceversa.
Lo más difícil es, evidentemente, la música, de cuyo análisis hay un bosquejo en Mil Mesetas: el ritornelo entraña las tres potencias. Hemos querido convertir el ritornelo en uno de nuestros conceptos principales, en relación con el territorio y con la Tierra, el pequeño y el gran ritornelo.

EL PINCEL–VOYEUR

Todo retrato es un intento de hacerse con lo inaccesible. Los rostros se dislocan, las siluetas se desarticulan. Bajo el toque del pincel–voyeur, los instintos acuden a flor de lienzo como acude la sangre a las mejillas a impulsos de la ira o del placer.
Y asoma abruptamente una máscara de entrañas, que planean sobre el abismo, presas de vértigo. Deflagración. Fulgor. El cuerpo entero sale por la cabeza, llevando consigo sangre, sudor, esperma y excrementos.
Rostros hechos y deshechos, desencarados. Rostros como precipicios, robados in media res. Matanzas. Quemaduras y martirio de San Bartolomé.
Pintar: contar la violencia con artificios. El arte es un objeto fabricado y cuanto más artificiales son los cuadros, más intensos resultan.
Las imágenes no ilustran la realidad, sino que son espacios donde se condensa dicha realidad, eso que Bacon llama taquigrafía de las sensaciones. Lo obsesiona hasta tal punto el deseo de no distanciarse del instinto que se exhibe en carne viva, como Marsias.
El mundo, la vida, los dioses, los hombres le han arrancado el pellejo. Y, por su mediación, la pintura transfunde las más fugitivas sensaciones para dotarlas de duración. Conquista de una dosis de eternidad. Marsias y Prometeo.
El lienzo se convierte en el territorio de un inmortal abrazo con la materia, que se nutre de sangre. Tiempo en suspenso del último extremo. Goce. Apareamientos y luchas.
¡Cuántos personajes musculosos (con un sentido del volumen aprendido en Miguel Ángel), que se enfrentan o se funden en vigorosas convulsiones! Personajes estigmatizados, clavados en el centro del lienzo (y no sólo metafóricamente), hincados en la picota de la pintura, exhibidos: el propio Bacon, todos los que siente próximos a él —amigos o elefantes víctimas de una matanza—, todos aquellos que intuye que están hechos de la misma fibra, que poseen una misma identidad de sufrimiento dinámico. Robustos torturados.
Al periodista que le pedía que describiera a su hombre ideal, Bacon le respondió sin vacilar: ¡el Nietzsche de un equipo de fútbol!
El pintor, ogro demiurgo en pos de la expresión de lo más desgarrador (palabra predilecta), despelleja, se despelleja, convierte en despojos a hombres y animales, sin tener nunca compasión consigo mismo —espectador y actor—, mediante simbólicos asesinatos en aras del arte, que van más allá de las fronteras de la repugnancia.
Trance durante el cual la sangre riega el lienzo, lo nutre.
Dar cuenta de las pulsaciones.
Es el desafío del incarnato de los pintores italianos del Renacimiento proyectado en el contexto de un fin de milenio.
Apocalipsis.
El arte es un peligro de muerte.

Posted by Fernando Reberendo


France Borel En: Bacon. Retratos y autorretratos Traducido por María Teresa Gallego
Editorial Debate, Madrid, 1996 Edición original: Bacon. Portraits et autoportraits
Les Belles Lettres, 1996

Michael Hardt: diferencia y singularidad

La ontología de Deleuze esta basada en las concepciones de la diferencia y singularidad que describe Bergson y Spinoza respectivamente.
La diferencia Bergsoniana define sobre todo, el principio del movimiento positivo del Ser, vale decir, el principio temporal de la articulación y la diferenciación ontológicas.
Bergson no se pregunta qué es el ser, sino cómo se mueve el ser.
La diferencia Bergsoniana debe distinguirse ante todo de la diferencia de los mecanicistas, quienes postulan una evolución empírica en la cual cada determinación está causada por un “otro” material mediante una relación accidental.
Deleuze sostiene que la oposición es una noción demasiado simplista para captar los matices que marcan las diferencias reales; se adapta flojamente a la realidad como un traje demasiado holgado.
El movimiento del ser es una progresión de diferencias internas, por cuanto la causa siempre es inherente a su efecto. De este modo, el movimiento ontológico se libera del juego de las negaciones y se presenta, en cambio, como absolutamente positivo, como una diferenciación interna.
En el contexto Spinoziano, la positividad del ser se caracteriza por su singularidad y su expresión unívoca. La singularidad en Spinoza no se define por su diferencia en relación con otro, en relación con el no ser, antes bien se define por el hecho de que el ser es diferente en sí mismo.
El ser Spinoziano es notable; es diferente sin ninguna referencia externa.
El ser es singular.
Así como el ser es causa de sí mismo y por lo tanto esta sustentado por una estructura causal interna, también es diferente en sí mismo y por lo tanto se sostiene a través de una noción de diferencia interna o diferencia eficiente.
La expresión de esta diferencia interna es precisamente el movimiento del Ser.
La expresión del ser singular, solo puede ser unívoca: el ser se expresa siempre y en todas partes con una misma voz.
La expresión singular y univoca del ser, es en el contexto spinoziano, la más alta afirmación posible del ser.
La dignidad del ser es precisamente su poder, su producción interna, es decir, la genealogía causal eficiente que surge desde adentro, la diferencia positiva que marca su singularidad. El ser real es singular y univoco; es diferente en sí mismo. De esta diferencia eficiente que reside en el corazón mismo del ser, fluye la multiplicidad real del mundo.
No hay ninguna separación entre el ser y la naturaleza.
Cualquier expresión como ser-en-el-mundo no tendría ningún sentido en la ontología de Deleuze.
Una primera lección que nos deja la filosofía de Deleuze es pues que aquello que algunos consideran la línea dominante de la especulación metafísica –Platon-Hegel-Heidegger- no tiene el monopolio del pensamiento ontológico.
Deleuze saca a la luz la coherencia de una tradición alternativa desde Lucrecio y Duns Escoto a Spinoza y Bergson.
Esta última opción nos permite poner de relieve nuestro poder de actuar y nuestro poder de ser afectados. Una ontología del poder.


Nicolás de Cusa: El possest

Posted by Fernando Reberendo



Nicolás de Cusa creo una especie de palabra-valija, contaminó dos palabras latinas, ¿por qué?

Es una buena creación verbal, en ese momento se hablaba latín,
entonces él pasa por el latín.

Decía: el Ser de las cosas es el possest. Eso no dice nada si usted no entiende el latín, les explico. Possest no existe como palabra, es una palabra inexistente, él la crea, crea esa palabra: el Possest. Es una bonita palabra, una bonita palabra para el latín. Es un horroroso barbarismo, esa palabra es un horror, pero filosofícamente está bien, es un acierto. "Possest" está hecha de dos téminos en latín, "posse" que es el infinitivo del verbo poder, y "est" que es la tercera persona del verbo ser en el presente del indicativo: él "est". "Posse" y "est", contamina las dos y eso da "possest". Y, ¿qué es el Possest? El
possest es, precisamente, la identidad de la potencia y del acto. Entonces yo no definiría algo por su esencia, lo que ella "es", yo la definiría por esa definición bárbara, su "possest" es lo que ella puede.
Literalmente: lo que puede en acto

MICHEL SERRES, filósofo: «Lo virtual es la misma carne del hombre»


Diario Le Monde, París, lunes 18 de junio de 2001.
Las nuevas tecnologías son demasiado antiguas en sus objetivos y demasiado novedosas en sus realizaciones. Tal como ocurrió con la escritura y la imprenta, ellas afectarán la mayor parte de las prácticas sociales.
«Numerosos filósofos denuncian los peligros del desarrollo de lo virtual a través de Internet y de las técnicas numéricas. Estigmatizan la pérdida de contacto con lo real y la alteración de las relaciones sociales. ¿Cuál es su reacción ante tales crítica? ».
Tomemos el caso de Madame Bovary quien se aburre en Normandía mientras su marido está ocupado visitando pacientes en el campo. La mayor parte del tiempo ella hace el amor más en la imaginación que en la realidad. Es completamente virtual. Madame Bovary es la novela de lo virtual. Yo también estoy en lo virtual cuando leo Madame Bovary o cualquier otro libro. Entonces, si bien la palabra “virtual” fue creada por las nuevas tecnologías, nació con Aristóteles. La modernidad del término es sólo aparente.
“Todas las palabras latinas en “or” han dado lugar a palabras francesas en “eur”: horreur (horror), honneur (honor)... ¡ Con excepción de una ! ¿Cuál? La palabra amor. De Amor viene amour. ¿Por qué? Parece que fue inventada por los trovadores de lengua occitana cuando partían a las cruzadas. Se trataba entonces de cantar a las princesas lejanas. Es como si el amor hubiera sido inventado por y para lo virtual. Bussy-Rabutin dijo: “La ausencia es al amor lo que el viento es al fuego, ella apaga el pequeño y enciende el grande”. Desde que somos hombres somos animales de lo virtual. Mientras estoy hablando, una parte de mis pensamientos se refiere a lo que debo hacer enseguida, otra parte a mis cursos de Stanford, otra se recuerda de mi último viaje a Suráfrica... Todas nuestras tecnologías son frecuentemente de lo virtual.
¿Qué características distinguen lo virtual “nuevo” de ese virtual tradicional?
¡Casi ninguna! Se dirá que los jóvenes están a toda hora en lo virtual y que van a languidecer... No obstante, todos en nuestra generación nos enamoramos alguna vez de estrellas de cine que tan solo abrazábamos en imágenes. Lo virtual es la misma carne del hombre. Una vaca no está en lo virtual. Está comiendo en su cuadrado de hierba...
Por el contrario, desde el siglo VI antes de Cristo, cada vez que un geómetra dibujaba un círculo o un triángulo en el suelo, agregaba lo siguiente. “¡Cuidado, esta figura no está allí, no se trata de eso, esa no es la real o verdadera !
¿Dónde está entonces la real?
No se sabe. Incluso se inventó en la época un firmamento de ideas enteramente virtual. El mundo de las matemáticas es real, pero es real con un estatuto preciso; un estatuto de ausencia.
-Así que todo esto no le parece nada nuevo…
Por supuesto. Se pueden distinguir aquellos argumentos “en contra” extremadamente clásicos (de los cuales no nos damos cuenta hasta qué punto son viejos y repetitivos), de unos argumentos rarísimos que efectivamente son muy modernos.
Entre las críticas más recalcitrantes, encontramos por ejemplo la cantidad enorme de información que no podremos digerir. A este respecto, siempre me gusta citar la siguiente frase de Leibniz:

“Esta horrible cantidad de libros impresos que todos los días llega a mi mesa, seguramente me conducirá a la barbarie mas no a la cultura”. Leibniz decía esto en el siglo XVII refiriéndose a la imprenta y a las bibliotecas. Nadie ha leído toda la Biblioteca Nacional de París ni la del Congreso de Washington. Pero sí las ha leído el sujeto colectivo que llamamos “nosotros”; la humanidad. No existe un solo libro que no haya sido leído por alguien.
Convendría que quienes manipulan tales argumentos super-clásicos conocieran al menos un poco de historia, un poco de historia de las ciencias y las técnicas y un poco de filosofía. Ello los tranquilizaría inmediatamente. Dicho de otra manera, las nuevas tecnologías tienen dos características. Son demasiado antiguas en sus objetivos y alcances, y extraordinariamente nuevas en sus realizaciones.

Muchos políticos e intelectuales denuncian los riesgos de la brecha digital. ¿Cuál es su opinión al respecto?
Tomemos por caso la educación. Jamás se puede comparar la brecha que las nuevas tecnologías podrían crear con la que ya existe sin ellas. A pesar de que esta última precipita a los más pobres a la ignorancia absoluta, y educa con altísimos costos las élites de Stanford o Harvard. Comparada con esta segregación, la que pudiera generarse con lo digital vendría a ser una forma de justicia.
En efecto, la inversión que demandan las nuevas tecnologías no es nada si se la compara con la inversión que hicieron los pobres en la época en que adquirieron masivamente televisores. No veo pues de qué manera la llamada brecha digital podría agravar la inequidad que existe actualmente.
En cuanto al vínculo social, a menudo se habla del impacto global de las nuevas tecnologías para referirse a la posibilidad de comunicación que ofrecen entre personas situadas en cualquier lugar del planeta. Pero siempre se olvida que, por ejemplo, el teléfono celular ha multiplicado por diez la proximidad de los contactos. La mayoría de las madres de familia tienen un celular para saber donde están sus hijas cuando salen de la escuela... Ello multiplica la proximidad de los contactos. ¿Cuál es el costo de todo esto? Nada extraordinario; mientras que los costos de las antiguas tecnologías son extraordinarios.
En materia de brecha cultural se impone la misma comparación. La segregación existe incluso en los sistemas más antiguos. La televisión aportó más a los menos cultos que a los más cultos. Incluso quienes la critican son las personas mayormente cultas. Así mismo, el teléfono de tercera generación pondrá la cultura y los espectáculos al alcance de todos. Siempre es una cuestión de costos. Y el costo que demandan las nuevas tecnologías es insignificante en comparación con el costo de las antiguas.
¿Qué es lo que las nuevas tecnologías van a cambiar?
En gran parte, a toda la sociedad. Como ha ocurrido con toda nueva tecnología. Es un lugar común entre los historiadores decir que la aparición de la escritura afectó a la ciudad, al Estado, al derecho y probablemente al comercio. Gran parte de las prácticas sociales que heredamos surgieron de la escritura. Para no hablar del monoteísmo, la religión de lo escrito. Es más, cuando llegan el Renacimiento y la invención de la imprenta, se ven afectadas casi las mismas zonas de la sociedad: nuevas formas de democracia, nuevos derechos, nueva pedagogía. Son las prácticas sociales de este tipo las que me parece van a transformarse. Es más, ya están siendo transformadas.
¿Cuáles son los sectores más impactados en la actualidad?
En primer lugar, toda la ciencia. Desde la introducción del computador pasando por las técnicas experimentales o el acopio de datos, no hay una ciencia que no haya sido afectada de manera profunda... No son los saberes los que son transformados; es el sujeto de los saberes. Antes hablamos de sujeto colectivo. Por ejemplo, los laboratorios trabajan por correo electrónico y en tiempo real. Ya no tienen que esperar a que se realicen los coloquios, los encuentros, los viajes.
¿Qué papel desempeñan estas facilidades de intercambios en la creación de ese nuevo humanismo al cual usted se refiere frecuentemente?
Este es un proyecto que aprecio mucho y que he presentado sin éxito a los ministros. A diferencia de lo que piensan los pesimistas, mi proyecto afirma que el conjunto de las ciencias ha dado lugar a lo que yo llamo un gran discurso. Cada ciencia desemboca en este enorme discurso que se desarrolla de cierta manera como un río. Obviamente, el río existía antes; pero de manera fragmentada, menos unitaria, y sin que los saberes tuvieran esa especie de conciencia de pertenecer a este discurso, de constituir una base suya, de rectificarlo continuamente, de desarmarlo y re-construirlo. Este inmenso discurso que es globalmente cierto hoy por hoy, ya pertenece a la totalidad de la humanidad. Existe, disponemos de los instrumentos necesarios para transmitirlo y constituye actualmente el fundamento de nuestra cultura.
¿Qué otras ventajas le ve al tan criticado tiempo real?
La flexibilidad que aporta el tiempo real es tal que, como a mucho de mis amigos, me siento realmente escandalizado por los antiguos procesos, los cuales me parecen dinosaurios. Como ocurre cuando hay que desplazarse hasta un cajero. ¡Todavía hoy estamos allá!
Quienes critican deben darse cuenta sinceramente hasta qué punto son dinosaurios. Los jóvenes de 16 o 17 años disponen de celulares o de correo electrónico, y si desean verse en la noche y no lo acordaron previamente pueden organizar una cita de último momento con unos mensajes. Antes eran necesarios varios días para organizar la misma cita, escribirse, encargar a alguien de coordinarla... Así pues, el tiempo real convierte en dinosaurio al tiempo de antes. Esto es lo que va a pasar de un momento a otro con el trabajo, con la administración, con la política y con la enseñanza.
¿Puede calcular los plazos en que se harán efectivas tales transformaciones?
En los años 1960 los filósofos se escandalizaron cuando dije que Hermes remplazaría a Prometeo. Es decir, que la sociedad de la comunicación remplazaría a la sociedad de la producción. He tenido que esperar mucho tiempo, entre quince y veinte años, para que eso ocurra. En la época en que elaboré mi informe sobre la enseñanza a distancia, no pensaba que tales técnicas se desarrollarían tan rápidamente.
“Siempre se puede decir que aquello va a ocurrir pero jamás cuándo va a producirse. Si se equipa a cada francés con un teléfono de tercera generación, lo cual no es costoso en relación al PIB, cada francés, incluidos los niños de 11 años, podrá opinar en cada momento sobre cualquier tema. Es imposible que eso no cambie las cosas.
¿Está listo el ser humano para ese cambio?
No sé. Pero sí sé que el ojo, formado en la época de Lucy, con el tiempo llegó a convertirse en órgano apto para conducir un avión de reacción. ¿Cómo fue posible que un órgano adaptado para desplazarse en el bosque, según el punto de vista darwiniano, pudiera llegar a servir, por ejemplo, para conducir un carro con la sucesión de imágenes que le pasan por delante? Tan sólo en cincuenta años pasamos de desplazarnos a caballo o a pie, a movernos en automóvil. Y eso que únicamente utilizamos el 20 o 25% de las funciones de nuestro cerebro. Así pues, ¡despertémos!

Por otra parte, se olvida una de las grandes leyes de la tecnología a la cual llamo yo la inversión de la ciencia. ¿Qué es la ciencia? La ciencia es lo que el padre enseña al hijo. ¿Qué es la tecnología? Es lo que el hijo enseña a su papá. No conozco hoy por hoy un adulto más o menos acomodado, reaccionario o apegado a las tradiciones, a quien un hijo no le haya enseñado a utilizar una videograbadora. Ello anula por consiguiente el problema de la asimilación. ¿Cómo un niño de once años puede enseñarle el funcionamiento de un aparato supuestamente difícil de manejar a un adulto que ha salido de la Universidad? Hay que sacar conclusiones de lo anterior. La tecnología no es tan difícil como parece.
En términos de la evolución darwiniana, este fenómeno se llama la neotenia. Fue inventado por un biólogo holandés de comienzos de siglo, que decía que la evolución iba en el sentido de un rejuvenecimiento del embrión. El hombre no se parece a un chimpancé más viejo, sino a un embrión de chimpancé más joven”.
Entrevista de Michel Alberganti
Un tecnófilo optimista
Su voz pronuncia las erres como un cuentero del Sur-occidente. Michel Serres tiene una enorme destreza en el manejo de la voz. Nacido en 1930 en Agen, Serres conserva intacto el carácter apasionado que, en numerosos temas, lo pone al margen de las trayectorias usualmente recorridas por los filósofos franceses. De ahí que lo viéramos a comienzos del año pasado participando en una emisión de TV sobre comportamientos sexuales, al lado de Brigitte Lahaie, quien fuera actriz de películas pornográficas.
Apasionado por la educación, Michel Serres es autor de un informe sobre la enseñanza a distancia propuesto al gobierno en 1994. Aun no se ha cerrado la herida que le dejó la fría acogida de ese trabajo, particularmente por parte de la prensa que lo consideró utópico. Sin embargo, la sucesión de acontecimientos con el advenimiento de Internet, vendría a darle toda la razón.
Autor de unas treinta obras, Michel Serres se distingue por una trayectoria atípica que lo ha llevado de la Escuela Naval a la Academia francesa, a donde entró en 1991. Desde 1982, pasa una parte del año enseñando en la Universidad americana de Stanford.
Sin adherir por ello a la cultura americana, Michel Serres mantiene una opinión resueltamente optimista sobre el desarrollo de las nuevas tecnologías. Historiador de las ciencias y visionario, se distingue de muchos de sus colegas más conservadores porque inscribe las actuales transformaciones de la sociedad en la continuidad de la evolución del hombre.

Carmelo Bene

posted by Fernando Reberendo

Lo interesante nunca es la manera
como alguien empieza o termina.
Lo interesante es el medio,
aquello que ocurre en el medio.
No es casual que la velocidad más grande
esté en el medio.
En el medio es donde se encuentra el devenir,
el movimiento, la velocidad, el torbellino.
Carmelo Bene dice que hay que ver a los autores menores, que son los verdaderos grandes autores, los intempestivos.
¿No resulta interesante someter a los autores considerados como mayores a un tratamiento de autor menor para reencontrar sus potencialidades de devenir?
Cuando se ve lo que shakespeare sufre en el teatro tradicional, su magnificación-normalización, se requiere otro tratamiento que reencuentre en el esa fuerza activa de minoridad.
Carmelo Bene no escribe sobre Shakespeare;
el ensayo critico es en si mismo una obra de teatro.
La escritura y los gestos de Carmelo Bene, son musicales,
porque toda forma se encuentra deformada en esa línea por modificaciones de velocidad.
Nada más que afectos y ausencia de sujeto-tema,
nada más que velocidades y ausencia de forma.
Lo que importa son los medios propios de Carmelo Bene para realizar este objetivo: la continuidad de variación.
Una geometría de las velocidades y de las intensidades,
una geometría de los Afectos.
Gilles Deleuze (superposiciones)


Carmelo Bene
(1937 - 2002)

Como actor y director de cine parodiaba, y al mismo tiempo asumía, la tradición histriónica italiana, inspirándose en El Teatro de la Crueldad (Antonin Artaud), las creaciones de Francis Bacon, la narrativa de James Joyce, y el cine de Buster Keaton, Serguei Eisenstein, Kenneth Anger, y de sus su contemporáneos Pier Paolo Pasolini y Jean-Luc Godard, sobre todo el de Pierrot Le Fou. Sus primeras puestas teatrales (Calígula, Manon Lescaut, Ubi Roi, Pinocho, Hamlet) ya sentaron su canon estético. Había compuesto sus primeros estudios inspirados en los clásicos cuando era muy joven y estudiaba en un colegio jesuita, que abandonó para inscribirse en la Academia de Artes. Apenas aprendió algo en la Academia, pues pronto se convenció de la completa inutilidad de la formación erudita.

Carmelo Bene es, seguramente, el último gran artista del Novecientos literario italiano. La publicación de su obra completa por Bompiani en 1995 (que le permitió definirse orgullosamente "un clásico viviente") es una prueba de que también la cultura oficial acepta este hecho como verdad cristalina e incontrovertible.
Nacido en 1937 en Campi Salentina (Lecce), debutó en 1959 con el Calígula de Camus dirigido por Alberto Ruggiero. Pero ya el año siguiente ofrecía un trabajo todo en primera persona con "Spettacolo Majakovskij", comentado por músicas de Bussotti.
En la década siguiente, el enorme talento del actor-director se desplegó en espectáculos que se convertirían en leyendas: sus relecturas - virulentas, agresivas, irrespetuosas hasta el límite del ultraje - del Pinocho de Collodi (1961), del shakesperiano Hamlet (1961), de Eduardo II de Marlowe (1963), Salomé de Oscar Wilde (1964), Manon de Prévost (1964) y Hamlet de Shakespeare-Laforgue (1967) tuvieron en su época el efecto de un ciclón, suscitando invectivas casi unánimes de la crítica (con excepción del sagaz Ennio Flaiano) y reacciones escandalizadas del público.


Superada la dimensión teatral del sótano, en 1968 tuvo su primera y feliz experiencia cinematográfica con "Nostra Signora dei Turchi", a la que seguirían otros seis largometrajes que contribuyeron a acrecentar su popularidad. En los años 70 alcanzó su consagración a través de "La cena delle beffe" de Sem Benelli (1974), "Romeo y Julieta" de Shakespeare (1976), "S.A.D.E." (1977) y "Manfred" de Byron (1979).
En sus últimos veinte años se dedicó en cuerpo y alma a la experimentación. En particular, su trabajo sobre la voz extendió la dimensión actoral hacia confines nunca antes alcanzados y lo situó en la vanguardia de la escena contemporánea mundial.
Piedra fundamental del teatro italiano de todos los tiempos.

Ilya Prigogine



Ilya Prigogine 1917 - 2003

«El caos posibilita la vida y la inteligencia»
Premio Nobel de Química 1977.

Posted by Fernando Reberendo


La lectura de lo complejo.
"[...] Hemos aislado procesos deterministas, pero es difícil, dado el número de especies vivas (superior a un millón), creer que la evolución biológica —por no hablar de la evolución cultural— estuviera programada desde los primeros segundos de existencia del universo."
"Las partículas elementales han resultado ser casi todas inestables, y distan mucho de constituir el soporte permanente de las apariencias cambiantes, como auguraban las doctrinas atomistas."
"El equilibrio termodinámico, expresado como el máximo de la función entrópica, es caótico. Un ejemplo muy sencillo es el de un gas formado por moléculas. En estado de equilibrio, las moléculas son independientes y no se observa correlación alguna entre sus movimientos. El no equilibrio es fuente de orden, de coherencia; entre las unidades surgen relaciones. El no equilibrio como origen del orden se presenta ya como uno de los principios más generales que podemos formular actualmente. [...] Concebido como entropía máxima accesible a un sistema dado, el equilibrio se convierte en sinónimo de desorden, de caos, como ya había anticipado Boltzmann."


"El no equilibrio es fuente de orden, [...] el equilibrio se convierte en sinónimo de desorden, [...]."

"[...] si calentamos una barra metálica, a largo plazo aparecen correlaciones entre sus moléculas. ¿Cómo no pensar en las relaciones de orden a distancia que existen en las secuencias de nucleótidos del DNA o entre las palabras del lenguaje?"

Todo esto del comportamiento intrínseco de las partículas nos hará pensar en las monadas de Leibniz, y de sus armonías preestablecidas.

Se observa en todos los sistemas un trinomio cíclico, a modo de retroalimentación evolutiva:

flujo  función  estructura

"El trinomio flujo/función/estructura implica una retroalimentación (feed-back) evolutiva: pueden surgir nuevas estructuras que, a su vez, modifiquen el flujo, lo que, a su vez, posibilitaría la emergencia de nuevas estructuras. [...]"

"[...] una sociedad es un sistema no lineal en el que lo que hace cada individuo repercute y se amplifica por efecto del socius. [...]"

Naturaleza y creatividad.
Darwin habría propuesto que la selección del mutante es dada por el azar.
En termodinámica, el tiempo tiene un sentido y todos los procesos que incrementan la entropía son irreversibles.
"Sin embargo, a pesar de lo que digan inconscientemente ciertos biólogos, nuestra ciencia, a la que ellos creen invocar, no es ya la de Laplace, ni la de Kant. [...]"

"[...] El segundo principio de la termodinámica permite prever la evolución del sistema hacia un estado estacionario, [...].

No obstante, a partir de cierta distancia del equilibrio, de cierta intensidad de los procesos disipativos, el segundo principio ya no sirve para garantizar la estabilidad de este estado estacionario. Al contrario, podemos definir para ciertos sistemas un «umbral», una distancia crítica respecto al equilibrio, a partir de la cual el sistema se hace inestable, [...]. Lo que entonces surge es un proceso de auto-organización, [...]."

A partir de estas consideraciones anteriores, "[...] el objeto de la física ya no es radicalmente distinto al de las ciencias llamadas humanas [...]."

"Nietzsche decía que los grandes números favorecían a los débiles, que lo fuertes deben ser protegidos contra este modo de selección que hace triunfar a lo timoratos y perseguir a los innovadores. Son los grandes números los que permiten deducir la estabilidad del estado de equilibrio y la propia de los estados estacionarios más allá de la estabilidad; [...]"
Refiriéndose a las mutaciones, fluctuaciones, etc. en sistemas que creo que son bioquímicos: "Es sorprendente comprobar que, independiente del sistema, el medio externo siempre desempeña igual papel y trata de eliminar la novedad que lo perturba. [...]"

"[...] podemos considerar que ninguno de los sistemas que conocemos es realmente estable, sino solamente metaestable, y que vive debido a que pocas perturbaciones son capaces de superar su «poder de integración», pero que en ningún caso su existencia es prueba de la armoniosa estabilidad cerrada sobre sí misma [...].

Llegamos, por consiguiente, a la idea de sistemas de evolución indefinida, al concepto de que, por definición, ningún sistema complejo es jamás estructuralmente estable.

Desembocamos en la imposibilidad de hablar de final de la historia, sino sólo de fin de historias. En definitiva, llegamos a una concepción bastante próxima al Eterno Retorno [de Nietzsche]."



"También nos unimos a esa idea de Whitehead en la que afirmaba que todo lo que existe se crea; [...].


El Dios científico del siglo XVII era el creador que, en acto único, instauró la totalidad de lo que existe y existirá; el Dios de Whitehead es un experimentador. [...]"

"En los sistemas en que se producen constantemente intercambios de energía y de materia con el medio, el equilibrio no es posible, por darse procesos disipativos que continuamente producen entropía. [...]"

"Hemos denominado «orden por fluctuaciones» al orden generado por el estado de no equilibrio. [...]"

"[...] un proceso de auto-organización, lo que hemos denominado «estructura disipativa». [...]"

"[...] No podemos definir al hombre en estado de aislamiento, puesto que su conducta depende de la estructura de la sociedad de que forma parte y viceversa. [...]"



"[...] uno de los descubrimientos más extraordinarios de nuestro siglo es el hecho de que las partículas elementales suelen ser inestables. [...]"

Gottfried Wilhelm von Leibniz : Pensar la singularidad


Pensar la singularidad
posted by Fernando Reberendo


Las singularidades propias de cada monada se prolongan hasta las singularidades de las otras, en todos los sentidos.



Cada monada expresa, pues, el mundo entero, pero oscuramente, confusamente, puesto que es finita, y el mundo, infinito.


Para percibir el ruido de las olas, debemos percibir cada una de las gotas de agua que las componen.



Ese imperceptible ruido, solo en unión con los demás, es decir, en el estrépito de la ola, es perceptible, y no lo seria si la gota en cuestión no fuese única.


El ruido de cada gota, debe tener una impresión sobre nosotros.




Por pequeña que sea, pues de lo contrario, la suma de las innumerables gotas, no produciría ningún sonido.



Henri Bergson: Alegría



Posted by Fernando Reberendo

Los filósofos que han especulado sobre la significación de la vida y el destino del hombre, no han notado lo suficiente que la naturaleza se ha tomado la molestia de informarnos sobre si misma.
Ella nos advierte por un signo preciso, que nuestro destino esta alcanzado.
Ese signo es la ALEGRÍA.

Digo la alegría, no digo el placer. El placer no es mas que un artificio imaginado por la naturaleza para obtener del ser viviente la conservación de la vida; no indica la dirección en la que la vida es lanzada.

Pero la ALEGRÍA, anuncia siempre que la vida ha triunfado, que ha ganado terreno, que ha conseguido una victoria.
Toda gran alegría tiene un acento triunfal.

Ahora bien, si tomamos en cuenta esta indicación y si seguimos esta nueva línea de hechos, hallamos que por todas partes donde hay alegría, hay CREACIÓN.

Mas rica es la CREACIÓN,
mas profunda es la ALEGRÍA.

DESEO en Baruch De Spinoza

Posted by Fernando Reberendo
Ética tercera parte
Del origen y de la naturaleza de los afectos
Proposición 9


Tanto si tiene ideas claras y distintas como si las tiene confusas, el alma se esfuerza en perseverar en su Ser por una duración indefinida y tiene conciencia de ese esfuerzo suyo.


Escolio
Deseo: Nosotros no nos esforzamos, queremos, apetecemos ni deseamos algo porque juzgamos que es bueno, sino por el contrario, juzgamos que algo es bueno, porque nos esforzamos por ello, lo queremos, apetecemos y deseamos.

Devenir,



paradoja,






simulacro,………

La paradoja es la afirmación de los dos sentidos a la vez.

El devenir no soporta la separación, ni la distancia entre el antes y el después, entre el pasado y el futuro.

A la esencia del devenir, le pertenece tirar en los dos sentidos a la vez.

El puro devenir, lo ilimitado, es la materia del

simulacro,
en tanto que esquiva la acción de la idea, en tanto que impugna a la vez el modelo y la copia.




Del buen uso de los placeres




Didier Eribon, uno de los exégetas y biógrafos más acuciosos del filósofo Michel Foucault, resume en el presente texto, los aspectos más sobresalientes de la vida y obra del autor de Vigilar y castigar, analizando puntualmente la génesis de obras capitales como El nacimiento de la clínica o Las palabras y las cosas, y las modificaciones que el filósofo introdujo en su proyecto más ambicioso, la Historia de la sexualidad interrumpido por la enfermedad y su desenlace trágico.


Por Didier Eribon

En un capítulo central de La historia de la locura, que de algún modo constituye la clave del libro, Foucault se empeña en mostrar cómo en el siglo XVII, lo que se llama el Gran Encierro, destinado a colocar al margen de la sociedad a todos aquellos a quienes condena la nueva moral burguesa, en proceso entonces de instalación --una moral del trabajo y la familia--, hará cohabitar, en los mismos lugares de confinamiento, a los insensatos, los mendigos, los alquimistas, los libertinos, los venéreos, los disolutos, los homosexuales, etcétera. En esta vecindad inédita la locura quedará marcada con el sello del pecado y de la culpa (a pesar de ser aún parte del paisaje cultural del Renacimiento), y a la homosexualidad se le percibirá como uno de los aspectos de la Sinrazón (aun cuando el Renacimiento le permitía, con generosidad, expresarse libremente). Esto significa que al expresar una nueva sensibilidad moral, el Gran Encierro producirá la aparición de "personajes" nuevos: el "loco" y el "homosexual". Los objetos de los que se ocupará la psiquiatría en el siglo XIX no son entonces las realidades naturales e intemporales en espera del buen día, al término del progreso continuo de la medicina, en que una mirada científica se interese en ellas para descifrar su verdad y asegurar su cura. Por el contrario, la psiquiatría sólo pudo nacer como "ciencia" una vez que sus objetos, que antes no existían como tales, fueran producidos, literalmente, por el encierro. Su surgimiento se encuentra intrínsicamente ligado a este fenómeno de exclusión, a la excomunión del loco y del homosexual.
Así, del mismo modo en que resulta evidente que el interés de Foucault por la psicología, la psiquiatría y el psicoanálisis, se vinculaba con su relación dolorosa, a lo largo de toda su juventud, con su propia homosexualidad (incurrió en varias tentativas de suicidio), es difícil no preguntarse si la Historia de la locura no podría leerse, finalmente, como una historia de la homosexualidad que no se hubiera atrevido a decir su nombre, o como un rodeo para pensar la historia de la homosexualidad y del nacimiento del homosexual como personaje específico en la mirada social. En cualquier caso, Foucault sienta aquí las bases de su crítica de la psiquiatría y del psicoanálisis como disciplinas esencialmente normativas, crítica que no dejará de desarrollar al lo largo de los años siguientes.
Lo prohibido y la trasgresión
Foucault no se encuentra en Francia durante los acontecimientos de mayo 68, pero el impacto sobre la vida política e intelectual francesa sacudirá su vida y su pensamiento. Participa en la fundación de la universidad de Vincennes, en 1969, y alterna ahí con todas las tendencias izquierdistas (que lo habían primero denunciado como tecnócrata gaullista por haber participado en las comisiones para la reforma de la enseñanza en 1965). Ese mismo año es electo en el Colegio de Francia, donde pronuncia su lección inaugural en diciembre de 1970, antes de dictar ahí cursos hasta el momento de su muerte, siempre ante un auditorio ferviente compuesto por cientos de personas. A principios de los 70, la política lo acapara literalmente y comienza a interesarse en las márgenes de la sociedad, en esos "bajos fondos" que la izquierda tradicional desdeña totalmente. En 1971 funda, con Daniel Defert, el Grupo de Información sobre las Prisiones, al que se une especialmente Gilles Deleuze. También se compromete (con Jean Genet) en la lucha contra el racismo y en el apoyo a los trabajadores inmigrados.
En 1975 publica Vigilar y castigar, cuyo subtítulo es Nacimiento de la prisión, sin duda su libro más importante. Del mismo modo que se trataba en Historia de la locura de describir el "nacimiento del asilo", aquí se trata de reubicar el "evento" histórico por el cual la prisión se impuso como la forma ideal del castigo. El pensamiento de Foucault, fundamentalmente histórico, pretende mostrar que las instituciones que nos rodean, y que se imponen a nosotros como evidencias, son en realidad productos de la historia. El propósito de todo el proyecto foucaultiano es poner en evidencia cuáles fueron las condiciones que presidieron al nacimiento de esas instituciones. El proyecto teórico vale entonces como proyecto crítico, ya que mostrar que una institución nace en un momento dado de la historia, equivale a subrayar que dicha institución puede ser transformada por la acción humana.
Pero, en Vigilar y castigar, Foucault desea, de modo más profundo, revelar la cara oculta del Siglo de las luces, presentado siempre por la filosofía tradicional como el siglo del progreso de la razón y de la invención de las libertades, y mostrarlo como el momento en que se instala la "sociedad disciplinaria de la que todavía dependemos". A través del adiestramiento de los cuerpos en la escuela, en el ejército, en la fábrica, el poder obliga a los individuos a la "disciplina" y a la "vigilancia", con el fin de volverlos "dóciles y útiles".

Desmontaje del psicoanálisis

Esta búsqueda histórico-crítica animará todavía el último proyecto de Foucault, la Historia de la sexualidad de la que publica en 1976 el primer volumen, La voluntad de saber. Hacer la Historia de la Sexualidad no significa para él, obviamente, lanzarse a una historia de las prácticas sexuales, ni siquiera a representaciones de la sexualidad a través de los siglos.
La ambición es más vasta: mostrar de qué manera se instituyó la noción misma de "sexualidad", cuya aparición, de fecha reciente, está ligada a tecnologías disciplinarias de los siglos diecinueve y veinte como la psiquiatría y el psicoanálisis. Toda la empresa de Foucault es aquí un desmontaje del psicoanálisis. Al pedirles a los individuos que digan cuáles son sus deseos para poder revelarles lo que es su verdad, el psicoanálisis se inscribe muy directamente en la línea de la confesión cristiana. Por ello, el proyecto anunciado como Historia de la Sexualidad debía comprender "tres siglos", remontándose hasta la Contra-Reforma, sobre la cuestión de la confesión, para hacer así las veces de una "arqueología del psicoanálisis".
En este primer volumen, Foucault se aparta de lo que él llama la "hipótesis represiva", es decir, la idea desarrollada por el freudo-marxismo, inspirado en Reich y Marcuse, según la cual el poder reprime la sexualidad. Ciertamente no niega Foucault que exista una represión del sexo (insistirá en ello después para disipar los malentendidos que suscita su libro), pero a sus ojos la noción de represión no es pertinente para pensar la historia de la sexualidad. El psicoanálisis lo prueba suficientemente: lejos de prohibir que se hable de sexo, la sociedad nos obliga a hablar de él una y otra vez, y siempre. Y disciplinas con "pretensión científica", como la psiquiatría y el psicoanálisis, hacen proliferar las sexualidades, al menos las categorías que las designan, clasifican y retienen en el gran cuadro taxonómico de las perversiones. Sucede esto con la categoría de la "homosexualidad", la cual, afirma él --modificando totalmente el análisis que proponía en Historia de la locura--, fue inventada en el siglo diecinueve por los psiquiatras": la psiquiatría hace del homosexual un "personaje" dotado de "un pasado", una historia y una infancia, un carácter, un estilo de vida, una morfología". Esto es muy importante, dice Foucault un poco más adelante, ya que por un efecto de "discurso en reversa", cierto número de individuos tomaron en cuenta la nueva categorización y fundaron el movimiento homosexual. Al final del libro, Foucault opone a la teoría psicoanalítica del deseo como verdad del individuo lo que él denomina un "contra ataque", una anti-psicología basada en "el cuerpo y los placeres".
Los cinco volúmenes anunciados en la contraportada de este primer tomo introductorio, no se publicarán nunca. Foucault modificará totalmente el proyecto. Primero porque se percata que no puede evocar las doctrinas cristianas del siglo diecisiete sin remontar a los textos de los primeros tiempos del cristianismo. Y llegado a este punto, que también es imposible comprender estos últimos sin remontar a lo que les precede, es decir, al paganismo antiguo, griego y romano. Lo que contempla ahora es un nuevo montaje en tres volúmenes: El uso de los placeres, La inquietud de sí, y Las confesiones de la carne, que corresponden a grosso modo a tres periodos: Grecia, Roma, cristianismo. Los dos primeros aparecen en 1984, pocos días antes de su muerte. El último, Las confesiones de la carne, que Foucault revisaba justo antes de morir, permanece por desgracia inédito. Trata este libro de los primeros tiempos del cristianismo, hasta san Agustín, e intenta mostrar cómo aparecieron en el Occidente cristiano, la noción de sujeto de deseo, y la idea de que la persona se define por lo que constituiría su secreto más profundo: el sexo. Sin este volumen de conclusión, hacia el cual se orientaba toda la búsqueda de los volúmenes precedentes, el conjunto no sólo queda incompleto, sino mutilado.
Michel Foucault muere de sida en junio de 1984.

UN PRECURSOR DESCONOCIDO DE HEIDEGGER: ALFRED JARRY


La Patafísica (epi meta ta phusika.) tiene precisa y explícitamente este objeto: el gran Giro, la superación de la metafísica, la vuelta atrás más allá o más acá, «la ciencia de lo que se sobreañade a la metafísica, sea en sí misma, sea fuera de ella, extendiéndose tanto más lejos de ésta como ésta de la física».[i] Hasta el punto de que cabe considerar la obra de Heidegger como un desarrollo de la patafísica conforme a los principios de Sófrates el armenio, y de su primer discípulo, Alfred Jarry. Las grandes similitudes, memoriales o historiales, conciernen al ser del fenómeno, la técnica planetaria y el tratamiento de la lengua.

I. En primer lugar, la patafísica como superación de la metafísica es inseparable de una fenomenología, es decir de un nuevo significado y de una nueva comprensión del fenómeno. Se trata de una similitud alucinante entre ambos autores. El fenómeno ya no puede ser definido como una apariencia; pero tampoco se definirá, como en la fenomenología de Husserl, como una aparición. La aparición remite a una conciencia a la que se le aparece, y asimismo puede existir bajo una forma distinta de aquella que hace aparecer. El fenómeno por el contrario es lo que se muestra a sí mismo en sí mismo.[ii] Un reloj de pulsera aparece redondo cada vez que se lee la hora (utensilidad); o incluso, independientemente de la utilidad, en virtud de las exigencias de la conciencia exclusivamente (banalidad cotidiana), la fachada de un edificio aparece cuadrada, siguiendo unas constantes de reducción. Pero el fenómeno es el reloj como serie de elipses o la fachada como serie infinita de trapecios: mundo compuesto por singularidades notables, o que se muestran (mientras que las apariciones no son más que singularidades reducidas a lo corriente, que se aparecen corrientemente a la conciencia).[iii] El fenómeno, en este sentido, no remite a una conciencia, sino a un ser, ser del fenómeno que consiste precisamente en el mostrarse. Este ser del fenómeno es el « epifenómeno.», in-útil e in-consciente, objeto de la patafísica. El epifenómeno es el ser del fenómeno, mientras que el fenómeno tan sólo es el siendo, o la vida. No es el ser sino el fenómeno lo que es percepción, percibir o ser percibido, mientras que Ser es pensar.[iv] Sin duda el ser o el epifenómeno no es más que el fenómeno, pero difiere de él totalmente: es el mostrar-se del fenómeno.
La metafísica es un error que consiste en tratar el epifenómeno como otro fenómeno, otro siendo, otra vida. En realidad, antes que considerar el ser como un siendo superior que fundamentaría la constancia de los demás siendo percibidos, tenemos que pensarlo como un Vacío o un No-siendo, a través de cuya transparencia se plantean las variaciones singulares, «caleidoscopio mental irisado (que) se piensa».[v] El siendo puede incluso parecer una degradación del ser, y la vida, del pensamiento, pero, más aún, se dirá que el siendo corta el paso al ser, lo mata y lo destruye, o que la vida mata al pensamiento: hasta el punto de que todavía no pensamos. «Para en [130] paz con mi conciencia glorificar el Vivir, quiero que el Ser desaparezca, resolviéndose en su contrario.» Sin embargo esta desaparición, esta disipación, no procede de lo exterior. Si el ser es el mostrar-se del siendo, no se muestra a sí mismo, y no cesa de retraerse, estando él mismo en retraimiento o retraído. Mejor aún: retraerse, apartarse, es la única manera de mostrarse como ser, puesto que tan sólo es el mostrar-se del fenómeno o del siendo.

II. La metafísica cabe toda ella en el retraimiento del ser o el olvido, porque confunde el ser con el siendo. La técnica como dominio efectivo del siendo es la heredera de la metafísica: la termina, la realiza. La acción y la vida «han matado el pensamiento, Vivamos por lo tanto y a través de ello seremos los Amos». En este sentido, Ubu representa el gordo siendo, la salida de la metafísica como técnica planetaria y ciencia enteramente mecanizada, la ciencia de las máquinas en su siniestro frenesí. La anarquía es la bomba, o la comprensión de la técnica. Jarry propone del anarquismo una concepción curiosa: «la Anarquía Es», pero provoca el decaimiento del Ser en el siendo de la ciencia y de la técnica (el propio Ubu se volverá anarquista para hacerse obedecer mejor).[vi] Más generalmente, toda la obra de Jarry invoca sin cesar ciencia y técnica, se va llenando de máquinas y se coloca bajo el signo de la Bicicleta.: ésta en efecto no es una máquina sencilla, sino el modelo sencillo de una máquina adecuada a los tiempos.[vii] Y la Bicicleta es lo que transforma la Pasión como metafísica cristiana de la muerte de Dios en carrera por etapas eminentemente técnica.[viii] La bicicleta, con su cadena y sus marchas, es la esencia de la técnica: envuelve y desarrolla, efectúa el gran Giro de la tierra. La bicicleta es cuadro, marco, como el «cuadripartido» de Heidegger.
Pero si el problema es complejo se debe a que, tanto en Jarry como en Heidegger, la técnica y la ciencia tecnicizada no se limitan a acarrear el retraimiento o el olvido del ser: el ser también se muestra en la técnica por el hecho de retraerse, en tanto que se retrae de ella. Pero eso sólo puede comprenderse patafísicamente (ontológicamente), no metafísicamente. Por eso inventa Ubu la patafísica al mismo tiempo que promociona la técnica planetaria: comprende la esencia de la técnica, esa comprensión que Heidegger imprudentemente asienta en el haber del nacionalsocialismo. Lo que Heidegger encuentra en el nazismo (tendencia populista), Jarry lo encuentra en el anarquismo (tendencia derechista). Diríase, en ambos autores, que la técnica es la sede de un combate en el que ora se pierde el ser en el olvido, en el retraimiento, ora se produce lo contrario y se muestra y se desvela. No basta en efecto con oponer el ser y su olvido, el ser y su retraimiento, puesto que lo que define la pérdida del ser es más bien el olvido del olvido, el retraimiento del retraimiento, mientras que el retraimiento y el olvido constituyen el modo en que se muestra o puede mostrarse. La esencia de la técnica no es técnica, y «encierra la posibilidad de que lo que salva surja en nuestro horizonte».[ix] Así pues, la conclusión de la metafísica en la técnica hace que se vuelva posible la superación de la metafísica, es decir la patafísica. De ahí la importancia de la teoría de la ciencia y de la experimentación de las máquinas como parte integrante de la patafísica: la técnica planetaria no sólo es la mera pérdida del ser, sino la eventualidad de su salvación.
El ser se muestra dos veces: una vez en relación con la metafísica, en un pasado inmemorial, puesto que retraído respecto a todo pasado de la historia, el siempre Ya-pensado de los griegos. Una segunda vez en relación con la técnica, en un futuro inasignable, pura inminencia o posibilidad de un pensamiento siempre futuro.[x] Es lo que se produce en Heidegger, con el Ereignis, que es como una eventualidad del Acontecimiento, una Posibilidad de ser, un Posset, un Porvenir que desborda cualquier presencia del presente como también cualquier inmemorial de la memoria. Y en sus últimos escritos Heidegger ni siquiera habla de metafísica ni de superación de la metafísica puesto que el ser a su vez debe ser superado en beneficio de un Poder-Ser que ya sólo se relaciona con la técnica.[xi] De igual modo, Jarry dejará de hablar de patafísica a medida que vaya descubriendo lo Posible más allá del ser, en El supermacho como novela del futuro, y mostrará en su último escrito, La Dragonne, cómo lo Posible supera el presente y el pasado para producir un mañana nuevo.[xii] Pero en Jarry esta apertura de lo posible resulta que también tiene necesidad de la ciencia tecnicizada: ya se veía desde el punto de vista restringido de la propia patafísica. Y si Heidegger define la técnica por la ascensión de un «fondo» que borra el objeto en beneficio de una posibilidad de ser -el avión como posibilidad de emprender el vuelo en todas sus partes-, Jarry por su cuenta considera la ciencia y la técnica como la ascensión de un «éter», o la revelación de unos trazados que corresponden a las potencialidades o virtualidades moleculares de todas las partes de un objeto.: la bicicleta, el cuadro de la bicicleta, constituye precisamente un excelente modelo atómico, en tanto que constituido por «vástagos rígidos articulados y volantes impulsados por un rápido movimiento de rotación».[xiii] El «bastón de física» es el siendo técnico por excelencia que describe el conjunto de sus líneas virtuales, circulares, rectilíneas, cruzadas. En este sentido la patafísica comporta ya una gran teoría de las máquinas, y supera las virtualidades del siendo hacia la posibilidad de ser (Ubu manda sus inventos técnicos a una oficina cuyo jefe es el señor Posible), siguiendo una tendencia que culminará con El supermacho.
La técnica planetaria es pues la sede de vuelcos de conversiones o de giros eventuales. La ciencia en efecto trata el tiempo como variable independiente: por eso las máquinas son esencialmente máquinas de explorar el tiempo, «tempo-móviles» más que locomóviles. La ciencia bajo ese carácter técnico hace primero posible un vuelco patafísico del tiempo: la sucesión de las tres estasis, pasado, presente, futuro, da paso a la co-presencia o simultaneidad de los tres éxtasis, ser del pasado, ser del presente, ser del futuro. La presencia es el ser del presente, pero también el ser del pasado y del futuro. La eternidad no designa lo eterno, sino la donación o la excreción del tiempo, la temporalización del tiempo tal como se efectúa simultáneamente en estas tres dimensiones (Zeit-Raum). De modo que la máquina empieza por transformar la sucesión en simultaneidad, antes de alcanzar la última transformación «en reversión», cuando el ser del tiempo en su totalidad se convierte en Poder-ser, en posibilidad de ser como Porvenir. Jarry tal vez recuerde a su profesor Bergson cuando recupera el tema de la Duración, a la que define primero por una inmovilidad en la sucesión temporal (conservación del pasado), luego como una exploración del futuro o una apertura del porvenir: «La Duración es la transformación de una sucesión en reversión, es decir: el devenir de una memoria.» Se trata de una profunda reconciliación de la Máquina y la Duración.[xiv] Y esta reversión es al mismo tiempo vuelco de la relación del hombre y la máquina: no sólo los índices de velocidad virtual se invierten hasta el infinito, pues la bicicleta acaba siendo más veloz que el tren como en la gran carrera del Supermacho, sino que la relación del hombre con la máquina da paso a una relación de la máquina con el ser del hombre ( Dasein o Supermacho), en tanto que el ser del hombre es más poderoso que la máquina y consigue «cargarla». El Supermacho es ese ser del hombre que ya no conoce la distinción del hombre y la mujer, pues la mujer en su totalidad ha pasado a la máquina, absorbida por la máquina, pues únicamente el hombre adviene como potencia soltera o poder-ser, emblema de escisiparidad, «lejos de los sexos terrestres» y «el primero del porvenir».[xv]

III. El ser se muestra, pero en tanto que no deja de retraerse (pasado); lo Más y Menos que ser llega, pero en tanto que no cesa de retroceder, de posibilitarse (porvenir).[xvi] Lo que significa que el ser no sólo se muestra en el siendo, sino en algo que muestra su inevitable retroceso; y lo más y menos que ser, en algo que muestra su inagotable posibilidad. Ese algo, o la Cosa, es el Signo. Pues si es cierto que la ciencia o la técnica contienen ya una posibilidad de salvación, siguen siendo incapaces de desplegarla y deben dejar paso a lo Bello y al Arte que ora prolongan la técnica coronándola, como los griegos, ora la transmutan, la metamorfosean. Según Heidegger, el siendo técnico (la máquina) ya era más que un objeto, puesto que hacía que ascendiera el fondo; pero el siendo poético (la Cosa, el Signo) es más todavía, porque hace que advenga un mundo sin fondo.[xvii] En ese paso de la ciencia al arte, en esa reversión de la ciencia en arte, Heidegger recupera tal vez un problema familiar de finales del siglo XIX, con el que también nos topábamos de forma diferente en Renan, otro precursor bretón de Heidegger, en el neoimpresionismo, en el propio Jarry. Asimismo era el camino de Jarry cuando desarrollaba su curiosa tesis sobre la anarquía: en el hacer-desaparecer, la anarquía tan sólo puede funcionar técnicamente, con máquinas, mientras que Jarry prefiere el estadio estético del crimen, y sitúa a De Quincey por encima de Vaillant.[xviii] Más generalmente según Jarry, la máquina técnica hace surgir la líneas virtuales que juntan las componentes atómicas del siendo, mientras que el signo poético despliega todas las posibilidades o potencias de ser que, amalgamándose en su unidad original, constituyen la «cosa». Sabemos que Heidegger identificará está grandiosa naturaleza del signo con el Quadripartido, espejo del mundo, cuadratura del anillo, Cruz, Esfera o Cuadro.[xix] Pero ya Jarry desplegaba el gran Acto heráldico de los cuatro heraldos, con los blasonamientos como espejo y organización del mundo, Perhinderion, Cruz de Cristo o Cuadro de la Bicicleta original, que facilita el paso de la técnica a lo Poético,[xx] y que sólo le ha faltado a Heidegger reconocer en el juego del mundo y en los cuatro senderos. También era el caso del «bastón de física»: de máquina o aparato, se convierte en la cosa portadora del signo artista cuando forma una cruz consigo mismo «en cada cuarto de cada una de sus revoluciones».
El pensamiento de Jarry es ante todo teoría del Signo: el signo no designa, ni identifica, pero muestra... Es lo mismo que la cosa, pero no le es idéntica, la muestra. Todo estriba en saber cómo y por qué el signo comprendido de este modo es necesariamente lingüístico, o mejor dicho en qué condiciones es lenguaje.[xxi] La primera condición consiste en hacerse una concepción poética del lenguaje, y no técnica o científica. La ciencia supone la idea de una diversidad, torre de Babel de las lenguas en las que habría que poner orden captando sus relaciones virtuales. Pero, por el contrario, en principio consideramos sólo dos lenguas, como si fueran únicas en el mundo, una viva y la otra muerta, la segunda interviniendo en la primera, inspirando aglutinaciones de la segunda surgencias o resurgencias en la primera. Se diría que la lengua muerta hace anagramas en la viva. Heidegger se atiene con bastante exactitud al alemán y al griego (o al alto alemán): hace intervenir un griego antiguo o un alemán antiguo en el alemán actual, pero para obtener un nuevo alemán... La lengua antigua afecta a la actual, que produce bajo estas condiciones una lengua todavía por llegar: los tres éxtasis. El griego antiguo se ve metido en aglutinaciones del tipo «legô-yo digo» y «legô-yo cosecho, recojo», de modo que el alemán «sagen-decir» recrea «sagan-mostrar reuniendo». O bien la aglutinación «lethé-el olvido» y «alethés-lo verdadero» hará que intervenga en alemán el acoplamiento obesivo «velamiento-desvelamiento»: el ejemplo más célebre. O bien «chraô-cheir», casi bretón. O también el antiguo sajón «wuon» (residir) aglutinado con «freien» (preservar, librar) dará «bauen» (vivir en paz) a partir del significado corriente de «bauen» (construir). Parece en efecto que Jarry tampoco procedía de otro modo; pero él, a pesar de invocar a menudo la lengua griega como atestigua la Patafísica, más bien hacía intervenir en francés el latín, o el francés antiguo, o un argot ancestral, o tal vez el bretón, para alumbrar un francés del porvenir que hallaba en un simbolismo próximo a Mallarmé o a Villiers algo análogo a lo que Heidegger hallará en Hölderlin.[xxii] E, inyectado en la lengua francesa, «si vis pacem...» dará «civil», e «industria», «1, 2, 3»: contra la torre de Babel, dos lenguas solamente, de las cuales una actúa o interviene en la otra para producir la lengua del porvenir, Poesía por excelencia que se manifiesta brillante y singularmente en la descripción de las islas del doctor Faustroll con sus palabras-música y sus armonías-sonoras.[xxiii]
Hemos tenido noticia de que ni una etimología de Heidegger, ni siquiera Lethé y Alethés, era exacta.[xxiv] ¿Pero está bien planteado el problema? ¿No ha sido acaso repudiado de antemano todo criterio científico o etimológico en beneficio de una pura y mera Poesía? Se suele decir que se trata de meros juegos de palabras. ¿No resultaría contradictorio esperar una corrección lingüística cualquiera de un proyecto que se propone explícitamente superar el siendo científico y técnico hacia el siendo poético? No se trata de etimología propiamente dicha, sino de efectuar aglutinaciones en la otra lengua para obtener surgimientos en la-lengua. No es con la lingüística con lo que hay que comparar empresas como las de Heidegger o de Jarry, sino más bien con las empresas análogas de Roussel, Brisset o Wolfson. La diferencia estriba en lo siguiente: Wolfson mantiene la torre de Babel, y emplea todas las lenguas menos una para constituir la lengua del futuro en la que ésta desaparecerá; Roussel, por el contrario, sólo emplea una lengua, pero excavando en ella series homófonas como el equivalente de otra lengua que expresaría cosas totalmente distintas con sonidos parecidos; y Brisset utiliza una lengua para extraer elementos silábicos o fonéticos eventualmente presentes en otras lenguas, pero que significan lo mismo y que forman a su vez la lengua secreta del Origen o del Porvenir. Jarry y Heidegger tienen todavía otro recurso, puesto que actúan en principio en dos lenguas, haciendo intervenir en la lengua viva una muerta, de forma que transforma, que transmuta la viva. Si llamamos elemento a un abstracto capaz de recibir valores muy variables, diremos que un elemento lingüístico A afecta al elemento B de forma que resulte un elemento C. El afecto (A) produce en la lengua corriente (B) una especie de estancamiento, de balbuceo, de tamtam obsesivo, como una repetición que crearía sin cesar algo nuevo (C). Bajo el impulso del afecto, nuestra lengua se pone a revolotear, y forma una lengua del porvenir revoloteando: diríase una lengua extranjera, machacamiento eterno, pero que salta y brinca. Uno se estanca en la cuestión que revolotea, pero ese revoloteo es la avanzadilla de la lengua nueva. «¿Y eso es griego o lenguaje de los indios, tío Ubu?»[xxv] Entre uno y otro elemento, entre la lengua antigua y la actual afectada por ella, entre la actual y la nueva que se está formando, entre la nueva y la antigua, desfases, vacíos, huecos, pero llenados por visiones inmensas, escenas y paisajes insensatos, desplegamiento del mundo de Heidegger, retahíla de las islas del doctor Faustroll o cadena de grabados del «Ymaginero».
Así es la respuesta: la lengua no dispone de signos, pero los adquiere creándolos, cuando una lenguaI actúa en una lenguaII y acaba produciendo una lenguaIII, una lengua inaudita, casi extranjera. La primera inyecta, la segunda balbucea, la tercera da brincos. Entonces la lengua se ha tornado Signo, poesía, y ya no cabe distinguir entre lengua, habla o palabra. Y la lengua no está en situación de producir una lengua nueva en su seno sin que todo el lenguaje a su vez sea impulsado a un límite. El límite del lenguaje es la Cosa en su mutismo, la visión. La cosa es el límite del lenguaje, como el signo es la lengua de la cosa. Cuando la lengua se ahonda girando en la lengua, la lengua cumple por fin su misión, el Signo muestra la Cosa, y efectúa la potencia enésima del lenguaje, pues

«ninguna cosa haya, allá donde la palabra fracasa».[xxvi]

Gilles Deleuze


[i] Jarry, Faustroll, II, 8, Pléiade II, pág. 668 ( Hechos y dichos del Dr. Faustroll. Patafísico, Madrágora, 1975).
[ii] Heidegger, El ser y el tiempo, FCE, 1993, párrafo 7 («La ontología sólo es posible como fenomenología», pero Heidegger reivindica en mayor medida a los griegos que Husserl).
[iii] Jarry, Faustroll, id.
[iv] Jarry, Être et vivre (Pléiade I, pág. 342): «être, défublé du bât de Berkeley...».
[v] Jarry, Faustroll y Être et vivre («Vivir es el carnaval del Ser...»).
[vi] Sobre la anarquía según Jarry, no sólo Être et vivre, sino sobre todo Visions actuelles et futures.
[vii] El llamamiento a la ciencia (física y matemáticas) aparece sobre todo en Faustroll y en Le Surmâle ( El supermacho.) ; la teoría de las máquinas está particularmente elaborada en un texto complementario de Faustroll, Commentaire pour servir à la construction pratique de la machine à explorer le temps (Pléiade I, págs. 734–743).
[viii] «La Pasión considerada como una carrera en cuesta», La chandelle verte, (Pléiade II, págs. 420-422) ( La Candela Verde, Felmar, 1977).
[ix] Heidegger, Essais et conférences, «La cuestión de la técnica», Gallimard, págs. 44–45.
[x] Marlene Zarader ha destacado particularmente este doble giro en Heidegger, uno hacia atrás, otro hacia adelante: Heidegger et les paroles de l’origine, Vrin, págs. 260-273.
[xi] Heidegger, Questions IV, «Tiempo y ser», Gallimard: «sin miramiento por la metafísica», ni siquiera «intención de superarla».
[xii] H. Bordillon, Prefacio, Pléiade II: Jarry «no utiliza casi nunca el término patafísica entre 1900 y su muerte», salvo en los textos que se refieren a Ubu. (Ya desde Être et vivre, Jarry decía: «El Ser, subsupremo de la Idea, pues menos comprensivo que lo Posible...», Pléiade I, pág. 342.)
[xiii] Vid. la definición de la patafísica, Faustroll.: ciencia «que otorga simbólicamente a los lineamentos las propiedades de los objetos descritos por su virtualidad». Y La construction pratique.: sobre el cuadro, Pléiade I, págs. 739-740.
[xiv] La construction pratique, que expone el conjunto de la teoría del tiempo de Jarry: se trata de un texto oscuro y muy hermoso, que debe relacionarse tanto con Bergson como con Heidegger.
[xv] Vid. la descripción de las máquinas de Jarry, y su contenido sexual, en Les machines célibataires de Carrouges, Éd. Arcanes. Vid. asimismo el comentario de Derrida, cuando supone que el Dasein según Heidegger comporta una sexualidad, pero irreductible a la dualidad que surge en el siendo animal o humano («Diferencia sexual, diferencia ontológica», en Heidegger, L’Herne).
[xvi] Según Heidegger, el retraimiento no sólo atañe al ser, sino, en otro sentido, al Ereignis («El Ereignis es el retraimiento no sólo como destino, sino como Ereignis», Temps et être, pág. 56. Sobre lo Más y Menos, sobre lo «Menos-en-Más» y «Más-en-Menos», vid. Jarry, César-Antéchrist, Pléiade I, pág. 290.
[xvii] Sobre los pasos de la técnica al arte, emparentado el arte con la esencia de la técnica, aun siendo fundamentalmente diferente, vid. «La cuestión de la técnica», Heidegger, Essais et conférences, págs. 45-47.
[xviii] Vid. Jarry, Visions actuelles et futures, y Être et vie: el interés de Jarry por la anarquía se ve fortalecido por sus relaciones con Laurent Tailhade y Fénéon; pero reprocha al anarquismo que substituya «la ciencia al arte», y que confíe a la máquina explosiva «el Gesto Bello» (Pléiade I, sobre todo pág. 338). ¿Cabe asimismo decir que Heidegger considera la máquina nacionalsocialista como un pasaje hacia el arte?
[xix] Heidegger, Essais et conférences, «La Cosa», págs. 214-217 (la traducción de Das Geviert por «cuadro» es de Fédier, y a Marlène Zarader corresponde la de «esfera»).
[xx] En el teatro de CésarAntechrist, la representación del mundo viene dada por los blasonamientos, y el decorado por los escudos: el tema del Quadripartido surge con toda claridad (Pléiade I, págs. 286–288). En toda la obra de Jarry, la Cruz cuatripartita surge como el gran signo. El valor de la Bicicleta procede de que Jarry invoca una bicicleta original, afectada por el olvido, cuyo cuadro es una cruz, «dos tubos soldados perpendicularmente uno sobre otro» (La passion considérée comme course de côte, Pléiade II, págs. 420-422).
[xxi] Michel Arrivé ha insistido particularmente en la teoría del signo en Jarry (Introducción, Pléiade I).
[xxii] Vid. Henri Béhar, Les cultures de Jarry, PUF (particularmente cap. I sobre la «cultura celta»). Ubu sólo proporciona una idea restringida del estilo de Jarry: un estilo de carácter suntuoso, como el que resuena desde el principio de César-Antechrist, en los tres Cristos y los cuatro Pájaros de oro.
[xxiii] Ver un artículo de La chandelle verte, «Aquellos para los que no hubo Babel alguna» (Pléiade II, págs. 441-443). Jarry reseña un libro de Victor Fournié cuyo principio extrae: «el mismo sonido o la misma sílaba tiene siempre el mismo significado en todas las lenguas». Pero Jarry por su parte no adopta exactamente este principio: como Heidegger, más bien actúa sobre dos lenguas, una muerta y una viva, una lengua del ser y una lengua del siendo, que no son realmente distintas, pero que no dejan de ser eminentemente diferentes.
[xxiv] Vid. los análisis de Meschonnic, Le langage Heidegger, PUF.
[xxv] Jarry, Almanach illustré du Pere Ubu, Pléiade I, pág. 604.
[xxvi] Cita frecuente en Acheminement de la parole, Gallimard.
En «Crítica y clínica», Gilles Deleuze, Traducido por Thomas Kauf, Editorial Anagrama, Barcelona, 1996, pp. 128-139. Título original: «Critique et clinique», Les Éditions de Minuit, París, 1993

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