Indio Solari y el poder de la canción

"Quien quiere ver solo lo que puede entender, no tendría que ir al teatro, tendría que ir al baño", con esta frase de Bertolt Brecht, el "Indio" Solari abrió su "mensaje para los colegas quejosos" que no entienden las letras de sus canciones.

 Escribo canciones en la creencia de que:

-El efecto poético se produce por la capacidad de un texto de continuar generando lecturas diferentes sin ser consumido nunca por completo.

-La poesía no debe invitar solo a escuchar, debe invitar fundamentalmente a imaginar.

-La poesía es subjetiva, se vuelve objetiva cuando sus destinatarios, después, se dejan envolver por ella.

-La principal regla poética es conmover, todas las demás no se han inventado si no para conseguir eso.

-La poesía no puede ser definida con precisión porque no nos es dado conocer su esencia sino sentirla.

-La poesía crea realidades intelectuales que se presentan emocionalmente. No como un pensamiento reflexivo ni filosófico sino como un pensamiento rítmico.

-Una buena canción (su lírica) debe parecer que no pudo ser escrita de otra manera. Debe tener poder de seducción y comportarse como un enigma del cual uno presenta, para su resolución, solo indicios.

Indio Solari

PD: En mi caso me interesan las partes del cerebro que se ponen a trabajar bajo condiciones de ambigüedad. Por eso he elegido escribir en libertad con cambios deliberados e irreverentes de sintaxis. En definitiva, la poesía, como la ciencia es nada más que una interpretación del mundo. Mientras acabo con esto escucho la voz de Tita Merello: “… Si el bulto no interesa por qué pierden la cabeza ocupándose de mí."

Elogio del secreto


En El ojo absoluto, último libro del psicoanalista francés Gerard Wajcman, el autor se pregunta qué clase de relaciones sociales escapan a la tiranía de la mirada o a la del exhibicionismo en tiempos de vigilancia electrónica y científicos que razonan como encuestadores.


“En tu lucha contra el resto del mundo, te aconsejo que te pongas del lado del resto del mundo”.  Franz Kafka
Pasaron unos días desde el incidente que terminó con la vida de un funcionario de la secretaria de comercio exterior en el Uruguay, y más cerca de las especulaciones y el silencio acordado, con pericias forenses incluidas, nadie parece haberse preguntado por la intimidad del joven muerto en la pieza de un hotel cinco estrellas. Como nadie sabe qué pasó, mejor no preguntar, dejar que la justicia corra sus tiempos y olvidarse. Pero tampoco nadie sabe si sería mejor preguntar o investigar a qué clase de época está entrando el globo, porque todos –involucrados o no en ese episodio– se supone no ignoran que la intimidad o en idiolecto jurídico, la privacidad, en este momento, acaso sea la última fortaleza que resiste a la potencia del ojo y la mirada de la técnica.
La técnica es un complejo, un dispositivo, una materialidad usada sin discriminación por el poder para controlar disidencias, conocer hábitos, amistades, pasiones, vicios, deudas, saturar líneas de teléfono o correos electrónicos, recolectar datos susceptibles para extorsionar, provocar estados de ánimo de tensión suprema, redundar en deslocalizaciones, suicidios, desesperaciones, aumento de enfermedades urbanas, adicciones, paranoias de diseño o expulsiones de ese parnaso donde muchos imaginan se toman decisiones que orientan la política de un país, para el caso, la Argentina, que fácilmente, después de estar en el peor de los mundos, cuando levanta la cabeza medio milímetro, pareciera habitar el mejor, contra el beneficio secundario del consumo compulsivo y la defección selectiva de chivos expiatorios.
Si ese caso merece la atención de la prensa y el morbo es por la intimidad como concepto en la era de la visión absoluta; o por la privacidad de ese mismo sujeto, derecho arrasado cuando se descubre que por su singularidad, ese funcionario podría ser, supuestamente, riesgoso para la operatoria de un estado.
De esas y otras cuestiones relacionadas al ideal de un real que podría ser enteramente cognoscible, trata El ojo absoluto (editorial Manantial), el último libro del psicoanalista y especialista en estética Gerard Wajcman. Es un paso más sobre el de las sociedades de control, y dos más sobre las disciplinarias: resultan sociedades permisivas, módicas, previsibles, preventivas, sometidas a evaluación continua por encuestadores (los nuevos inquisidores).
Escribe Wajcman que “la sociedad de control de la que hablaba Deleuze es una sociedad en la que se controla a los inocentes (…) En el sentido de esa criminalidad creciente y generalizada de la sociedad podemos sacar a luz cientos de procedimientos actuales al servicio de la política definida como preventiva de la criminalidad. La prevención ha llegado a ser una consigna de nuestra época. Hasta tal punto que el díptico de Foucault que enunciaba ‘Vigilar y castigar’ ha sido sustituido por el de ‘Vigilar y prevenir’”.
Y por una serie de procedimientos. Los informes alertan sobre los ‘trastornos de conducta’ en el niño y el adolescente. “El informe precisa que estas conductas han de ser diferenciadas de lo que se llama ‘conductas normales’ (…) Estos médicos psiquiatras y psicólogos expertos no razonan sobre personas singulares, en términos de casos, sino en término de tipos, sobre seres estadísticos en lo que el sujeto como absoluta singularidad está reabsorbido, abolido, o en términos lacanianos: forcluido”. Estos médicos psiquiatras y psicólogos expertos razonan como encuestadores.
¿Es posible escapar a la mirada intrusiva del otro en la era de la vigilancia electrónica, los celulares, los satélites en el cielo, los radares, la digitalización de las compras en cuotas, la bancarización, las cédulas magnéticas, Google Earth? Wajcman se ve obligado a deconstruir y construir un nuevo estatuto para la intimidad.
“Es un lugar, al mismo tiempo arquitectónico y escópico: el espacio donde el sujeto puede estar y sentirse fuera de la mirada del Otro”. Es decir, el lugar donde el sujeto escapa a la suposición de ser observado. “La definición que propongo, de un lugar libre de toda mirada, implica una relación de poder, o más exactamente una separación de él. Se trata, efectivamente, de mantener un territorio fuera del poder siempre totalitario del Otro”.  Es el presupuesto de lo íntimo, concepto que no tiene límite ni dique contra su invasión; al contrario de lo privado, resguardado por la ley.
Sin embargo, los investigadores del control social, de unos años a esta parte, registran que cada vez es menor la indignación acerca de la usurpación de datos, de la vigilancia, de los controles de seguridad generalizados. Esa servidumbre voluntaria es funcional a la destitución de la intimidad. Al igual que la exhibición consentida de contenidos “porno”, aunque se sepa -a esta altura- que la pornografía es un género cinematográfico para jardín de infantes.
Es el otro punto que toca el libro de Wajcman. “Y es que hay otra manera de pasar la frontera de lo íntimo. Es el que concierne a aquellos que, ajenos a cualquier límite, abren su intimidad, la confiesan o la exponen”. Decir “intimidad” es una convención. Se trata de exhibicionismo, fomentado por Internet, las redes sociales y los blogs. “Según ciertas opiniones eso es exactamente lo que marca hoy la exposición de lo que correspondería a la categoría de ‘imágenes vergonzosas’; es decir, que se expongan sin vergüenza. Corren malos tiempos para los pornógrafos. No puede analizarse al arte contemporáneo con los elementos propios de la subversión, el escándalo, la provocación o el ultraje”. La pornografía es un lugar común más. Y es en ese clivaje que el ensayista francés rescata al psicoanálisis como una práctica -política, sin dudas- que resguarda la intimidad y hasta cierto pudor, verdad del deseo.
Si retornamos al principio de este artículo, consideremos que las pasiones singulares pueden ser sociales o asociales pero no existe una normativa que pueda regularlas. En ese contexto, se entiende la razón de estado que pueda esgrimirse. Por supuesto, una cosa no anula la otra. Pero el objetivo del libro de Wajcman es menos -o no es- cuidar la reputación de nadie sino preguntarse qué clase de relaciones sociales escapan a la tiranía de la mirada o a la del exhibicionismo. Porque el sujeto capaz de ocultarse, sustraerse a la mirada del otro, a su cosificación, queda a la intemperie de sí mismo. En esa dimensión no existe la transparencia sino la opacidad, la intimidad es también el lugar en el que el sujeto se mira, se interroga, se hace enigma. Descubre que existe en él algo más interior que su intimidad. Eso que San Agustín llamaba Dios, y Freud podría haber llamado inconsciente: saber que no se sabe no habilita ejercicios de confesión, que es la expulsión del saber, los intrusos, la oscuridad y la parte maldita.
Así, algunos dirán que el psicoanálisis, liberado de las trabas religiosas, enfrentado a sí mismo (no a sus resultados) se convertiría en una de las últimas prácticas serias, junto al arte, de la civilización transparente de principios del siglo XXI.  
Revista Ñ

Grupo de estudio

El cuerpo terapéutico

Frecuencia semanal, inicio: Marzo de 2012.
Grupo de estudio, producción y covisión a partir de la obra de 
Gilles Deleuze y Félix Guattari
Informes e inscripción: fernandoreberendo@gmail.com

Del tiempo

El tiempo como imagen indirecta que sale, es un tiempo bajo un doble aspecto: es el tiempo como intervalo del movimiento, que corresponde a la parte, y el tiempo como todo del movimiento. El tiempo tal que es extraído del movimiento y el tiempo tal que está relacionado con el movimiento extensivo tiene, en sí mismo, dos signos: el intervalo de movimiento y el todo del movimiento. Ese todo del movimiento era, por ejemplo, lo que Descartes llamaba la constancia de la cantidad de movimiento en el universo. Era lo que antes que él, y de una manera diferente, era lo que los griegos llamaban número del movimiento. Entonces es el tiempo obtenido por composición de imágenes-movimiento, nosotros podemos llamarlo cinecronía. Cinecronía es la figura del tiempo en tanto que compuesto a partir y en función de las imágenes-movimiento en extensión. Hemos visto que esta figura del tiempo tiene dos aspectos: el tiempo como intervalo que remite a la parte del movimiento, y el tiempo como todo que remite al todo del movimiento. Concretamente, lo hemos visto, esta imagen del tiempo, la segunda, es la del ave de rapiña, los grandes círculos del ave de rapiña que planea. Ese es el tiempo como todo, y ¿el aleteo del pájaro que huye? El aleteo es el intervalo del movimiento. Todo como el gran círculo que libera el horizonte del mundo, el todo del tiempo. El tiempo como intervalo es el presente. El presente es el entre-dos aleteos. El presente es el intervalo, así nunca puedo decir el presente sin añadir el presente variable. El presente es eminentemente variable. Ningún presente se parece a otro presente, hay equilibrios estadísticos: el intervalo pulmonar o cardíaco. Pero puedo decir que estoy a caballo sobre múltiples presentes variables. Si soy un compuesto de una multiplicidad de presentes virtuales, según mis ocupaciones defino tal presente referente a tal otro presente. Es muy agradable saber eso. 


Pintura: Fernand Léger

De la atracción

La atracción es para Blanchot lo que, sin duda, es para Sade el deseo, para Nietzsche la fuerza, para Artaud la materialidad del pensamiento, para Bataille la trasgresión: la experiencia pura y más desnuda del afuera. Pero hay que entender bien lo que con esta palabra se está designando: la atracción, tal como la entiende Blanchot, no se apoya en ninguna seducción, no irrumpe ninguna soledad, no funda ninguna comunicación positiva. Ser atraído, no consiste en ser incitado por el atractivo del exterior, es más bien experimentar, en el vacío y la indigencia, la presencia del afuera, y, ligado a esta presencia, el hecho de que uno está irremediablemente fuera del afuera. Lejos de llamar a la interioridad a aproximarse a otra distinta, la atracción manifiesta imperiosamente que el afuera está ahí, abierto, sin intimidad, sin protección ni obstáculo (¿cómo podría tenerla, él que no tiene interioridad, sino que la despliega al infinito fuera de toda clausura?); pero que a esta abertura misma, no es posible acceder, pues el afuera no revela jamás su esencia; no puede ofrecerse como una presencia positiva -como una cosa iluminada desde el interior por la certidumbre de su propia existencia- sino únicamente como la ausencia que se retira lo más lejos posible de sí misma y se abisma en la señal que emite para que se avance hacia ella, como si fuera posible alcanzarla.

El pensamiento del afuera. (Michel Foucault)

De los cuerpos

Imaginemos un mundo que estaría formado de partículas sobre un plano. Las partículas que atraviesan un plano. Esas partículas... por el momento, es como si yo contara una historia. Esas partículas se agrupan según movimientos, relaciones de movimiento y de reposo, o -lo que es lo mismo, relaciones de velocidades y lentitudes, están llamadas a pertenecer a un individuo -no digo un sujeto o una persona-, en la medida en que ellas permanecen bajo tales relaciones de velocidad o de lentitud o tales relaciones de movimiento y de reposo. Suponiendo que cambia la relación de movimiento y de reposo, ellas pasan a otro individuo. Este es el primer punto. Yo llamaría longitud de un cuerpo al conjunto de las partículas que le pertenecen bajo la relación de movimiento y de reposo, de velocidad y de lentitud que lo caracteriza. Si un individuo está caracterizado por una relación muy compleja de movimiento y de reposo que agrupa como siendo suyas una infinidad de partículas, decimos igualmente que, a esas relaciones, corresponden algo así como grados de potencia, de poderes. ¿Poderes de qué? Ese grado de potencia que corresponde a tal grado de velocidad y de lentitud, a tal grado de movimiento y de reposo, esos grados de potencia son, al pie de la letra, los poderes de ser afectado. Esta vez ya no se trata, como hace un momento, de relación de movimiento y de reposo entre partículas extensivas definiendo una longitud, se trata mucho más de partes intensivas: los afectos de los que alguien es capaz, en correlación con las partes que los componen según relaciones de velocidad y de lentitud. Entonces yo llamaría latitud de un cuerpo a ese poder de ser afectado. Notarán que no hago alusión a formas ni a sujetos. Un individuo no es ni una forma ni un sujeto, mientras que algo está individuado entonces se puede determinar una longitud y una latitud, estando la longitud definida por las relaciones de movimiento y de reposo, de velocidad y lentitud, que lo relacionan a esas partículas componentes, esas partes de partes, y de otra parte, solo tengo en cuenta latitudes, a saber los afectos que llenan el grado de potencia o el poder de ser afectado de los individuos precedentemente determinados en función de su longitud. Entonces, todo cuerpo tendría una longitud y una latitud. ¿Qué es esta historia? Eso nos conviene exactamente como el mundo que nos propone Spinoza. El ve el mundo así. Nos dice que, en efecto, cada cuerpo está compuesto al infinito por infinidades de partes que él llama los cuerpos más simples. ¿Qué hace que esos cuerpos más simples, que tal conjunto infinito pertenezca a tal individuo en vez de a tal otro? Él dice que esos cuerpos más simples, que esas partículas están siempre, en una cierta relación de movimiento y de reposo, de velocidades y lentitudes, y esa relación caracteriza a un individuo. Entonces un individuo no esta definido por su forma, sea una forma biológica, una forma esencial, sin importar el sentido de la palabra forma, un individuo está definido por una relación más o menos compuesta, es decir un conjunto de relaciones, hechas de movimientos y de reposo, de velocidades y lentitudes, bajo las cuales las infinidades de partes le pertenecen. En fin, cada individuo es un colectivo, cada individuo es una muta. 


Pintura: Paul  Klee. Parque de los ídolos.

Spinoza y nosotros, Toni Negri.



SPINOZA Y NOSOTROS
Antonio Negri
NUEVA VISIÓN (112 PÁGINAS) - $46

Tras la caída del “socialismo real”, el capitalismo buscó renovarse: hegemonía del trabajo cognitivo, dimensiones financieras, extensión imperial. Pero cada mutación está en crisis. ¿Puede el spinozismo ser hoy “alternativa” a una modernidad que no termina de extinguirse?


El cuerpo terapéutico
Grupo de estudio, producción y covisión a partir de la obra de 
Gilles Deleuze y Félix Guattari

El cuerpo terapéutico implica la concreción de un vínculo, de un agenciamiento que produzca devenires. Pero no es cualquier vínculo, es un caso especial de las relaciones interpersonales. Un pliegue del paciente en el terapeuta y un pliegue del terapeuta en el paciente, en tanto ambos devienen una expresión de lo múltiple. El cuerpo terapéutico es un agenciamiento, que hay que producirlo, ya que no está dado de antemano. Exige el armado de un cuerpo, aquel capaz de hacer pasar intensidades.

Lic. Fernando Reberendo (Psicólogo)
Destinado a estudiantes y profesionales de psicología, medicina, counselors, psicología social, psicopedagogía, acompañantes terapéuticos, operadores sociales, enfermería y docentes de todos los niveles.

No es necesario tener conocimientos previos sobre la obra de los autores.

Frecuencia semanal, inicio: Marzo de 2012.

Informes e inscripción: fernandoreberendo@gmail.com   

Gilles Deleuze y Claire Parnet


  •  Pensamientos que no procederían de una buena naturaleza y de una buena voluntad, sino que vendrían de una violencia sufrida por el pensamiento. 
  •  Pensamientos que no se ejercerían a través de un acuerdo sino que llevarán a cada facultad al límite de discordancia con las demás. 
  •  Pensamientos que no se encerrarían en el reconocimiento, sino que se abrirían a encuentros y se definirían siempre en función a un Exterior. 
  •  Pensamientos que no tendrían que luchar contra el error, sino que tendrían que desprenderse de un enemigo más poderoso, la tontería. 
  •  Pensamientos que se definirían en el movimiento de aprender y no el de saber, y que no dejarían a nadie, a ningún poder, el papel de "plantear" preguntas o de "poner" problemas.

Molecular-molar


Una línea de fuga (segmentación molecular) fluye como un pequeño arroyo entre segmentos escapando a la centralización y eludiendo su representación. Un flujo molecular se escapa, primero minúsculo, luego cada vez mas inasignable. No obstante, lo contrario también es cierto: las fugas y los movimientos moleculares no serian nada si no volvieran a pasar por las grandes organizaciones molares y no modificasen sus segmentos, sus distribuciones binarias de sexos, de clases, de partidos.

Pintura: Kuitca

Arte

"El arte consiste en liberar la vida, que el hombre ha encarcelado."





Foto





Gilles Deleuze fotografiado en Mas Revery, en 1991 por Jean-Pierre Bamberger,restauración digital de Sergio Canadé

Gilles Deleuze -by Hélène Bamberger


Hélène Bamberger, née en 1956 à Paris, est une photographe française. De 1980 à 1994, elle travaille étroitement avec Marguerite Duras et pratique par ailleurs la « photographie d'écrivain et d'artiste » en photographiant, entre autres, DeleuzeModianoEllroyJean EchenozMarie DarrieussecqFrançoise Sagan ou encore Jeanne Moreau.

¿cómo funciona eso?

Tu partes de la necesidad de plantear la pregunta "¿Por qué?". Comprendo lo que dices a continuación, pero no muy bien la necesidad de esta pregunta y el que la plantees enseguida de lo que haz dicho. Creo que no hay lugar para plantear la pregunta "¿por qué?" pues todo este sistema de máquina, está dado por un funcionalismo. Si planteas la pregunta "¿por qué?" nos encontraremos con todas las categorías del significante, es una pregunta pérfida. Creo que hay una región, en la región de las máquinas que se puede llamar las máquinas de deseo o las máquinas deseantes, hay funcionalismo, es decir la única pregunta es: ¿cómo funciona eso? Cómo y no por qué. 
G.D

De la culpa

Si aspiraba a alcanzar el objetivo, era sobre todo necesario eliminar a priori toda idea de culpabilidad.
Franz Kafka. El proceso

Carencia y dominación del deseo

El viviente vidente es Spinoza bajo el hábito del revolucionario napolitano. Nosotros sabemos de donde proviene la carencia - y su correlato subjetivo el fantasma. La carencia es preparada, organizada, en la producción social. Es contraproducida por mediación de la antiproducción que se vuelca sobre las fuerzas productivas y se las apropia. Nunca es primera; la producción nunca es organizada en función de una escasez anterior, es la escasez la que se aloja, se vacuoliza, se propaga según la organización de una producción previa. Es el arte de una clase dominante, práctica del vacío como economía de mercado: organizar la escasez, la carencia, en la abundancia de producción, hacer que todo el deseo recaiga es el gran miedo a carecer, hacer que el objeto dependa de una producción real que se supone exterior al deseo (las exigencias de la racionalidad), mientras que la producción del deseo pasa al fantasma (nada más que al fantasma).

Pintura: globo rojo de Klee

Frases para armar un botiquín: deseo

No es el deseo el que se apoya sobre las necesidades, sino al contrario, son las necesidades las que se derivan del deseo: son contraproductos en lo real que el deseo produce.

Deseo

Si el deseo produce, produce lo real. Si el deseo es productor, sólo puede serlo en realidad y de realidad. El deseo es este conjunto de síntesis pasivas que maquinan los objetos parciales, los flujos y los cuerpos, y que funcionan como unidades de producción. De ahí se desprende lo real, es el resultado de las síntesis pasivas del deseo como autoproducción del inconsciente. El deseo no carece de nada, no carece de objeto. Es más bien el sujeto quien carece de deseo, o el deseo quien carece de sujeto fijo; no hay más sujeto fijo que por la represión. El deseo y su objeto forman una unidad: la máquina, en tanto que máquina de máquina. El deseo es máquina, el objeto del deseo es todavía máquina conectada, de tal modo que el producto es tomado del producir, y que algo se desprende del producir hacia el producto, que va a dar un resto al sujeto nómada y vagabundo. El ser objetivo del deseo es lo Real en sí mismo.

Leyendo el Nietzsche de Gilles: Los avatares de la dialéctica

En la historia de la dialéctica Stirner ocupa un lugar aparte, el último, el lugar extremo. Stirner fue aquel dialéctico audaz que intentó conciliar la dialéctica con el arte de los sofistas. Supo hallar el camino de la pregunta: ¿Quién? Supo convertirla en la pregunta esencial contra Hegel, Bauer, y Feuerbach contemporáneamente. «La pregunta: ¿Qué es el hombre? se convierte en: ¿Quién es el hombre? y eres Tú el que debe responder. ¿Qué es? apuntaba hacia el concepto a realizar; empezando por quién es, la pregunta desaparece, ya que la respuesta está personalmente presente en el que interroga». En otras palabras, basta formular la pregunta: ¿Quién? para conducir a la dialéctica a su verdadera salida: saltus mortalis. Feuerbach anunciaba al Hombre en lugar de Dios. Pero yo ya no soy el hombre o el ser genérico, ya no soy la esencia del hombre que no era Dios y la esencia de Dios. Se hace la permutación del Hombre y de Dios; pero el trabajo de lo negativo, una vez desencadenado, está ahí para decirnos: Todavía no eres Tú. «Yo no soy ni Dios ni Hombre, no soy ni la esencia suprema ni mi esencia, y en el fondo es lo mismo que conciba la esencia en mí o fuera de mí». «Como el hombre no representa más que otro ser supremo, el ser supremo, en definitiva, sólo ha sufrido una simple metamorfosis, y el temor del Hombre es sólo un aspecto diferente del temor de Dios». Nietzsche dirá: el hombre más abominable, habiendo matado a Dios porque no soportaba su piedad, sigue siendo el blanco de la piedad de los Hombres. El motor especulativo de la dialéctica es la contradicción y su solución. Pero su motor práctico es la alienación y la supresión de la alienación, la alienación y la reapropiación. La dialéctica revela aquí su verdadera naturaleza: arte sumarial entre todos, arte de discutir sobre las propiedades y cambiar de propietarios, arte del resentimiento. Una vez más Stirner ha alcanzado la verdad de la dialéctica en el título de su libro: Lo único y su propiedad. Considera que la libertad hegeliana aparece como un concepto abstracto; «no tengo nada contra la libertad, pero te deseo algo más que la libertad. Tú, no sólo tendrías que ser desembarazado de lo que no quieres, también tendrías que poseer lo que quieres, no tendrías solamente que ser un hombre libre, tendrías que ser igualmente un propietario». Pero, ¿quién se apropia o se reapropia? ¿cuál es la instancia reapropiadora? El espíritu objetivo de Hegel, el saber absoluto, ¿no siguen siendo una alienación, una forma espiritual y refinada de alienación? ¿La conciencia de sí mismo de Bauer, la crítica humana, pura o absoluta? ¿El ser genérico de Feuerbach, el hombre en tanto que especie, esencia y ser sensible? No soy nada de todo esto. Stirner demuestra sin dificultad que la idea, la conciencia o la especie, son otras tantas alienaciones como lo era la teología tradicional. Las reapropiaciones relativas siguen siendo alienaciones absolutas. Rivalizando con la teología, la antropología hace de mí la propiedad del Hombre. Pero la dialéctica no se detendrá hasta que yo no me convierta en propietario... Libre de desembocar en la nada, si es necesario. Al mismo tiempo que la instancia reapropiadora disminuye en altura, anchura y profundidad, el acto de reapropiar cambia de sentido, ejerciéndose sobre una base cada vez más exigua. En Hegel, se trataba de una reconciliación: la dialéctica estaba dispuesta a reconciliarse con la religión, con el Estado, con la Iglesia, con todas las fuerzas que alimentaban la suya. Sabemos lo que significan las famosas transformaciones hegelianas: no olvidan conservar piadosamente. La trascendencia permanece como trascendencia en el seno de lo inmanente. Con Feuerbach, el sentido de «reapropiar» cambia: menos reconciliación que recuperación, recuperación humana de las propiedades trascendentes. Nada se conserva, excepto lo humano «como ser absoluto y divino». Pero esta conservación, esta última alienación, desaparece con Stirner: el Estado y la religión, pero también la esencia humana, se niegan en el YO, que no se reconcilia con nada porque lo aniquila todo, por su propio «poder», por su propio «comercio», por su propio «placer». Superar la alienación significa entonces, pura y simplemente, aniquilación, recuperación que no deja subsistir nada de lo que recupera: «El yo no es todo, pero lo destruye todo». El yo que todo lo aniquila es también el yo que no es nada: «Sólo el yo que se descompone, el yo que nunca es realmente yo». «Soy el dueño de mi poder, y lo soy cuando me sé único. En lo único el poseedor retorna al nada creador del que ha surgido. Cualquier ser superior a mí, sea Dios u Hombre, se debilita ante el sentimiento de mi unicidad y palidece frente al sol de esta conciencia. Si baso mi causa en mí, el único, ésta reposa sobre su creador efímero y perecedero que se devora a sí mismo, y yo puedo decir: no he basado mi causa sobre Nada». El libro de Stirner tenía un triple interés: un profundo análisis de la insuficiencia de las reapropiaciones en sus predecesores; el descubrimiento de la relación esencial entre la dialéctica y una teoría del yo, siendo únicamente el yo la instancia reapropiadora; una visión profunda de lo que era la conclusión de la dialéctica, con el yo, en el yo. La historia en general y el hegelianismo en particular hallaban su salida, pero también su mayor disolución, en un nihilismo triunfante. La dialéctica ama y controla la historia, pero ella misma tiene historia por la que sufre y que no controla. El sentido de la historia y de la dialéctica reunidas no es la realización de la razón, de la libertad ni del hombre en tanto que especie, sino el nihilismo, nada más que el nihilismo. Stirner es el dialéctico que revela el nihilismo como verdad de la dialéctica. Le basta formular la pregunta: ¿Quién? El yo único restituye a la nada todo lo que no es él, y esta nada es precisamente su propia nada, la propia nada del yo. Stirner es demasiado dialéctico para pensar en términos que no sean de propiedad, de alienación y de reapropiación. Pero demasiado exigente para no ver a dónde conduce este pensamiento: al yo que no es nada, al nihilismo. Entonces el problema de Marx, en la Ideología alemana, halla uno de sus sentidos más importantes: para Marx se trata de detener este fatal deslizamiento. Acepta el descubrimiento de Stirner, la dialéctica como teoría del yo. En un punto, da la razón a Stirner: la especie humana de Feuerbach sigue siendo una alienación. Pero el yo de Stirner, a su vez, es una abstracción, una proyección del egoísmo burgués. Marx elabora su famosa doctrina del yo condicionado: la especie y el individuo, el ser genérico y el particular, lo social y el egoísmo, se reconcilian en el yo condicionado según las relaciones históricas y sociales. ¿Es suficiente? ¿qué es la especie y quién es individuo? ¿ha encontrado la dialéctica un punto de equilibrio y de llegada, o únicamente un último avatar, el avatar socialista antes de la conclusión nihilista?  Realmente es difícil detener a la dialéctica y a la historia sobre la pendiente común por la que se arrastran la una a la otra ¿hace otra cosa Marx que señalar una última etapa antes del fin, la etapa proletaria?

Lectura anterior: Contra el hegelianismo
Próxima lectura: Nietzsche y la dialéctica

Huir del rostro

Si el hombre tiene un destino, ese sería el de escapar al rostro, deshacer el rostro y las rostrificaciones, devenir imperceptible, devenir clandestino, no por un retomo a la animalidad, ni tan siquiera por retornos a la cabeza, sino por devenires-animales muy espirituales y muy especiales, por extraños devenires en verdad que franquearán la pared y saldrán de los agujeros negros, que harán que hasta los rasgos de rostridad se sustraigan finalmente a la organización del rostro, ya no se dejen englobar por el rostro.

Tener un rostro

El rostro sólo se produce cuando la cabeza deja de formar parte del cuerpo, cuando deja de estar codificada por el cuerpo, cuando deja de tener un código corporal polívoco multidimensional —cuando el cuerpo, incluida la cabeza, está descodificado y debe ser sobrecodificado por algo que llamaremos Rostro—. Dicho de otro modo, la cabeza, todos los elementos volumen-cavidad de la cabeza, deben ser rostrificados. Y lo serán por la pantalla agujereada, por la pared blanca-agujero negro, la máquina abstracta que va a producir rostro.

Rostro Namuncurá

El plano 2

Cuánta prudencia es necesaria para que el plan de consistencia no devenga un puro plan de abolición, o de muerte. Para que la involución no se transforme en regresión en lo indiferenciado.

¿No habrá que conservar un mínimo de estratos, un mínimo de formas y de funciones, un mínimo de sujeto para extraer de él materiales, afectos, agenciamientos?

Por eso debemos oponer los dos planes como dos polos abstractos.

Constantemente se pasa del uno al otro, por grados insensibles y sin saberlo, o sabiéndolo tan sólo a posteriori. Porque constantemente se reconstituye el uno en el otro, o se extrae el uno del otro.




Pintura: Wassily  Kandinsky

El plano

El plan de consistencia es el cuerpo sin órganos. Las puras relaciones de velocidad y de lentitud entre partículas, tal como aparecen en el plan de consistencia, implican movimientos de desterritorialización, de la misma manera que los puros afectos implican una empresa de desubjetivación. Es más, el plan de consistencia no preexiste a los movimientos de desterritorialización que lo desarrollan, a las líneas de fuga que lo trazan y lo hacen subir a la superficie, a los devenires que lo componen. Por eso el plan de organización no cesa de actuar sobre el plan de consistencia, intentando siempre bloquear las líneas de fuga, detener o interrumpir los movimientos de desterritorialización, lastrarlos, reestratificarlos, reconstituir en profundidad formas y sujetos. Y, a la inversa, el plan de consistencia no cesa de extraerse del plan de organización, de hacer que se escapen partículas fuera de los estratos, de embrollar las formas a fuerza de velocidad o de lentitud, de destruir las funciones a fuerza de agenciamientos, de microagenciamientos.
Para Deleuze la filosofía es creadora;
no reflexiva, contemplativa o comunicativa.
La filosofía está siempre en movimiento;
creando conceptos nuevos.





Cuando Deleuze encuentra a Guattari la sobriedad se torna radiante: ¿Cómo crear multiplicidades y no sólo enunciarlas? ¿Qué poblaciones ocuparán el desierto de las esencias? Escribir entre, como lo hacen ellos, no se había practicado nunca en filosofía. Es una nueva dimensión que busca que el pensamiento se libere de su modelo; que quiebra la identidad del autor y hace brotar las multiplicidades, las líneas, los devenires. Libros construidos como cajas de herramientas.           Salvador Gallardo Cabrera

Aión

Según Aión, únicamente el pasado y el futuro insisten o subsisten en el tiempo. En lugar de un presente que reabsorbe el pasado y el futuro, un futuro y un pasado que dividen el presente en cada instante, que lo subdividen hasta el infinito en pasado y futuro, en los dos sentidos a la vez. O mejor, es el instante sin espesor y sin extensión quien subdivide cada presente en pasado y futuro, en lugar de presentes vastos y espesos que comprenden, unos respecto de otros, el futuro y el pasado. 

Cronos

Cronos es el movimiento reglado de los presentes vastos y profundos. Pero, justamente, ¿de dónde saca su medida? ¿Tienen suficiente unidad los cuerpos que lo llenan, suficiente justicia y perfección su mezcla, como para que el presente disponga así de un principio de medida inmanente? Tal vez al nivel del Zeus cósmico. Pero ¿y para los cuerpos al azar y cada mezcla parcial? ¿Acaso no hay un disturbio fundamental del presente, es decir, un fondo que derroca y subvierte toda medida, un devenir-loco de las profundidades que se hurta al presente? Y este algo que hay de desmesurado, ¿es solamente local y parcial, o bien, poco a poco, no alcanza al universo entero, haciendo reinar por doquier su mezcla venenosa, monstruosa, subversión de Zeus o del mismo Cronos? ¿No está ya en los estoicos esta doble actitud respecto del mundo, confianza, y desconfianza, que se corresponde con los dos tipos de mezclas, la blanca mezcla que extendiéndose conserva, pero también la mezcla negra y confusa que altera? En los Pensamientos de Marco Aurelio resuena a menudo la alternativa: ¿es ésta la buena mezcla o la mala? 
Saturno gruñe en el fondo de Zeus. El devenir puro y desmesurado de las cualidades amenaza desde el interior el orden de los cuerpos cualificados. Los cuerpos han perdido su medida y no son sino simulacros. El pasado y el futuro como fuerzas desencadenadas se toman la revancha, en un solo y mismo abismo que amenaza al presente, y a todo lo que existe.
Hemos visto cómo Platón expresaba este devenir, al final de la segunda hipótesis del Parménides: potencia de esquivar el presente (porque ser presente sería ser, y no ya devenir). Y sin embargo, Platón añade que «esquivar el presente» es lo que no puede hacer el devenir (porque deviene ahora, y no puede saltar por encima de este «ahora»). Los dos son verdaderos: la subversión interna del presente en el tiempo, el tiempo sólo puede expresarla a través del presente, precisamente porque es interna y profunda. La revancha del futuro y del pasado sobre el presente, Cronos debe también expresarla en términos de presente, los únicos términos que comprende y que le afectan. 

Cuerpo, Spinoza.

Longitud de un cuerpo: conjunto de relaciones de velocidad y de lentitud, de reposo y de movimiento entre partículas que lo componen, es decir entre elementos no formados.

Latitud de un cuerpo: es el conjunto de los afectos que satisfacen un cuerpo en cada momento, los estados intensivos de una fuerza anónima. Fuerza de existir, poder de afección.
Baruch  Spinoza (Ámsterdam 1632-La Haya 1677)  

Pintura: Jean Dubuffet, Paraje con 8 personas, 1982

Cuerpos: Los Estoicos.



Cuerpos: todos los cuerpos son causas, causas unos en relación con otros, unos para otros. La unidad de las causas entre sí se llama Destino, en la extensión del presente cósmico. Son causas de ciertas cosas, de una naturaleza completamente diferente. Estos efectos no son cuerpos, sino «incorporales» estrictamente hablando. No son cualidades y propiedades físicas, sino atributos lógicos o dialécticos. No son cosas o estados de cosas, sino acontecimientos




Pintura: Jean Dubuffet "La vaca rosa" 1945

Cuerpo, Judith Butler.

Cuerpo: Territorio variable, una superficie cuya permeabilidad es regulada políticamente, una práctica significante en un campo cultural.  Judith Butler

 Pintura: Jean Dubuffet . “Cuerpos de damas” 

Cuerpo, pequeño Larouse.

Cuerpo: del latín corpus, conjunto de partes materiales de un ser vivo, tronco por oposición a la cabeza y a las extremidades,-objeto material, la caída de los cuerpos, -sustancia material, orgánica o inorgánica: cuerpo sólido, líquido o gaseoso, -cualquier cosa de extensión limitada que produce impresión en los sentidos por cualidades que le son propias, -grueso, densidad, espesura, -parte principal de algo: el cuerpo de un edificio, de un texto, -conjunto de personas que forman un pueblo, comunidad o asociación, o que ejercen la misma profesión (cuerpo médico).
De esta definición se pueden extraer algunas palabras: 
conjunto-partes-comunidad-extensión limitada



  Pintura: Jean Dubuffet, “Pisseur au mur”, 1945