De la lingüística
Robert Maggiori– Podría parecer asombrosa la importancia concedida a la lingüística en Mil Mesetas, y podríamos preguntarnos si no representa el mismo papel central que en el Anti–Edipo se otorgaba al psicoanálisis. De hecho, en el curso de los capítulos consagrados al tema (“Postulados de la lingüística”, “Sobre algunos regímenes de signos”) salen a la luz conceptos, como el de agenciamiento colectivo de enunciación, que en cieno modo atraviesan todas las demás “mesetas”. Por otro lado, el trabajo que ustedes hacen sobre las teorías de Chomsky, Labov, Hjelmslev o Benveniste podría considerarse sin problemas como una aportación, ciertamente crítica, a la lingüística. Sin embargo, es manifiesto que su objetivo no es identificar en el lenguaje zonas de cientificidad que pudieran circunscribirse mediante la fonología, la sintaxis, la semántica u otras partes de la semiótica, sino más bien denunciar las pretensiones lingüísticas de “cerrar la lengua en torno a sí misma” relacionando los enunciados con los significantes y las enunciaciones con los sujetos. ¿Cómo evaluar, en este sentido, la importancia concedida a la lingüística? ¿Se trata de proseguir el combate emprendido desde El Anti–Edipo contra el significante de coloración lacaniana, es decir, contra el estructuralismo? ¿O más bien actúan ustedes como una especie de lingüistas singulares que sólo se ocupan del “Afuera” de la lingüística?
Deleuze– La lingüística no tiene para mí nada de esencial. Puede que Félix dijera otra cosa si estuviese presente. Pero es Félix quien ha visto precisamente un movimiento que tendía a transformar la lingüística: primero había sido fonológica, después sintáctica y semántica, pero cada vez se acercaba más a una pragmática. La pragmática (las circunstancias, los acontecimientos, los actos) se había considerado durante mucho tiempo como el “vertedero” de la lingüística, y sin embargo ahora se torna cada vez más importante, pasando a primer
plano el carácter activo de la lengua, en detrimento de las unidades o constantes abstractas del lenguaje. Lo que tiene de bueno este movimiento actual de investigación es que permite encuentros y causas comunes entre novelistas, lingüistas, filósofos, “vocalistas” (llamo así a los que se ocupan en investigaciones sobre el sonido y la voz en dominios tan dispares como el teatro, la canción, el cine o los medios audiovisuales). Se abre así un vastísimo campo de trabajo. Quisiera citar algunos ejemplos recientes. Para empezar, la trayectoria de Roland Barthes: pasó por la fonología, después por la sintaxis y la semántica, pero terminó inventando una pragmática propia, la pragmática de un lenguaje intimista, un lenguaje penetrado desde el interior por las circunstancias, los acontecimientos y los actos. Otro ejemplo: Nathalie Serraute ha escrito un hermoso libro que es como la escenificación de unas cuantas “proposiciones”, haciendo que la filosofía y la novela se confundan totalmente; al mismo tiempo, un lingüista como Ducrot ha producido, de otro modo, un libro de lingüística sobre la escenificación, sobre la estrategia y la pragmática de las proposiciones. Se ha producido un encuentro afortunado. Un último ejemplo: las investigaciones pragmáticas del lingüista norteamericano Labov, su oposición a Chomsky, su relación con las lenguas de gueto y de barrio. En cuanto a nosotros, no creo que seamos muy competentes en lingüística. Pero la competencia en cuanto tal es una noción lingüística bastante oscura. Nos limitamos a distinguir algunos temas que estimamos necesarios para nuestro trabajo: 1) el estatuto de las consignas en el lenguaje; 2) la importancia del discurso indirecto (y la denuncia de la metáfora como procedimiento fastidioso y sin importancia real); 3) la crítica de las constantes e incluso de las variables lingüísticas en provecho de las zonas de variación continua. La música, y las relaciones entre la música y la voz, juegan en Mil Mesetas un papel más importante que la lingüística.
Transdisciplina
Llamamos
Transdisciplina a esta modalidad que lleva a la persona a ceder seguridades por
incertidumbres, a arriesgar razones por azares, a exponer el cuerpo en la
verosimilitud precaria de la sensación, sin dejar de atragantarse con el mundo
(ya que no hay nada suficientemente ajeno), a fundar una existencia en la ética
y estética de lo imprevisible, como estilo de vida, como modo de ser y que,
referido a lo profesional, se manifiesta con caracteres similares. Lo
Transdisciplinario en la vida profesional (o personal) del sujeto se hace a
medida que tiene lugar un proceso de heterogénesis en el marco conceptual y de
acción que se considera como "propio" y se da a partir de conceptos
científicos, de puntos de vista, de expresiones culturales que se infiltran en
la vida de las personas, de contrabando, al descuido, al principio sin
sospechas, dado que se trata de algo ajeno, pero gustoso, que no altera la
consistencia del campo "de uno", sino que refresca al viajero del
tedio del viaje. Intereses musicales, gustos literarios, influencias
cinematográficas, curiosidad por cuestiones que afectan a otros campos de la
ciencia o de la cultura llegan como una manifestación natural de quien vibra
con su tiempo, para luego impregnarlo todo.
Suely
Rolnik
Geógrafo
Para los
geógrafos, la cartografía, a diferencia del mapa, que es una representación de
un todo estático, es un diseño que acompaña y se hace al mismo tiempo que los
movimientos de transformación del paisaje. Los paisajes
psicosociales son también cartografiables. La cartografía, en este caso,
acompaña y se hace mientras se desintegran ciertos mundos, pierden su sentido,
y se forman otros: mundos, que se crean para expresar afectos contemporáneos,
en relación a los cuales los universos vigentes se tornan obsoletos.
Suely
Rolnik
Devenir intenso
Deleuze:
He aquí un texto de un embriólogo contemporáneo: "Que las formas son
contingentes de un dinamismo cinemático -se trata del desarrollo del huevo-,
que un orificio atraviese o no el germen es de hecho accesorio, solo cuenta el
proceso mismo de las migraciones celulares y esas son variaciones puramente
cronológicas y cuantitativas -es decir que un flujo energético alcanza tal o cual
umbral-, que dan, al lugar de la invaginación, el aspecto de un orificio, de
una fisura..." Aquí, las formas, comprendidas las formas orgánicas, son
verdaderamente secundarias respecto a los umbrales de intensidades.
El plano y los agenciamientos
A partir
de Spinoza, del que tenemos necesidad, se desarrollará una especie de plano de
composición, de consistencia, que se definirá por la unidad de los materiales,
o de cierta manera (y es la misma cosa), por la posición de univocidad. Es un
pensamiento que no pasa ni por las formas, ni por los órganos, no por los
organismos, una especie de pensamiento informal, y decir que el plano de
consistencia se define por una unidad de los materiales nos remite también a un
sistema de variables, a saber: las variables consisten, una vez dicho que eran
los mismos materiales en todos los agenciamientos, las variables consisten en
las posiciones y las conexiones. La variación de las posiciones y conexiones de
los materiales que constituyen los agenciamientos llamados maquínicos,
agenciamientos maquínicos de los que el punto común era que todos realizaban el
plano de consistencia según tal o cual grado de potencia. Entonces tenemos un
primer lazo muy marcado entre el plano de composición o de consistencia y los
agenciamientos maquínicos que realizan ese plano de maneras muy diversas, según
la posición y las conexiones de los materiales en cada agenciamiento. Y en fin,
según cada agenciamiento, se realizan las circulaciones y las transformaciones
de afectos, siendo un agenciamiento maquínico un lugar de paso, un lugar de
transformación de afectos intensivos, esos afectos intensivos corresponden a
los grados de potencia de cada agenciamiento maquínico.
Devenir mapa
El niño dice continuamente lo que hace o lo que trata de hacer: explorar unos medios, mediante trayectos dinámicos, y establecer el mapa correspondiente. Los mapas de trayectos son esenciales para la actividad psíquica. Lo que el pequeño Hans está reclamando es salir del apartamento familiar para pasar la noche en casa de la vecina y regresar a la mañana siguiente: el edificio de la casa de vecinos como medio. O bien: salir del edificio para ir al restaurante para reunirse con la chiquilla rica, pasando por la cochera donde están los caballos, la calle como medio. Hasta el propio Freud considera necesario hacer intervenir un mapa. Sin embargo Freud, como acostumbra, lo reduce todo al padre–madre: curiosamente, la exigencia de explorar el edificio le parece un deseo de acostarse con la madre. Es como si los padres tuvieran unos lugares o funciones primeras, independientes de los medios. Pero un medio se compone de cualidades, de sustancias, de fuerzas y acontecimientos: por ejemplo la calle, y sus materiales como los adoquines, sus ruidos como las voces de los vendedores, sus animales como los caballos atados a los carros, sus dramas (un caballo resbala, un caballo cae, un caballo recibe una tunda...). El trayecto no sólo se confunde con la subjetividad de quienes recorren el medio, sino con la subjetividad del medio en sí en tanto que éste se refleja en quienes lo recorren. El mapa expresa la identidad del itinerario y de lo recorrido. Se confunde con su objeto cuando el propio objeto es movimiento.Una concepción cartográfica es muy distinta de la concepción arqueológica del psicoanálisis. Este vincula profundamente lo inconsciente a la memoria: es una concepción memorial, conmemorativa o monumental, que se refiere a personas y objetos, pues los medios no son más que ámbitos capaces de conservarlos, de identificarlos, de autentificarlos. Desde este punto de vista, la superposición de las capas está necesariamente atravesada por una flecha que va de arriba abajo y se va hundiendo. Por el contrario, los mapas se superponen de tal modo que cada cual encuentra un retoque en el siguiente, en vez de un origen en los anteriores: de un mapa a otro, no se trata de la búsqueda de un origen, sino de una evaluación de los desplazamientos.
Del acontecimiento
¿Qué es un acontecimiento ideal? Es una singularidad. O mejor, es un conjunto de singularidades, de puntos singulares que caracterizan una curva matemática, un estado de cosas físico, una persona psicológica y moral. Son puntos de retroceso, de inflexión, etc.; collados, nudos, focos, centros; puntos de fusión, de condensación, de ebullición, etc.; puntos de lágrimas y de alegría, de enfermedad y de salud, de esperanza y de angustia, puntos llamados sensibles. Tales singularidades no se confunden sin embargo con la personalidad de quien se expresa en un discurso, ni con la individualidad de un estado de cosas designado por una proposición, ni con la generalidad o la universalidad de un concepto significado por la figura o la curva. La singularidad forma parte de otra dimensión diferente de la designación, de la manifestación o de la significación. La singularidad es esencialmente pre-individual, no personal, a-conceptual. Es completamente indiferente a lo individual y a lo colectivo, a lo personal y a lo impersonal, a lo particular y a lo general; y a sus oposiciones. Es neutra. En cambio, no es «ordinaria»: el punto singular se opone a lo ordinario.
La invención de la vida
PEPE ESCOBAR. ¿Cuál es la importancia de Kafka para usted?
GUATTARI. Kafka es mi autor preferido. Es interesante ver hasta qué punto se dio en Kafka la exploración de una geopolítica y de una historia de ficción científica. Cuando se dirige a América, representa cierto tipo de intensidad. Cuando se dirige a Rusia, ya es otro tipo. Cuando se dirige a África, es otro aún. Esa cartografía puede ser localizada, y yo la encuentro en mi propia manera de fantasear el mundo. Cuando estaba en EEUU, hace algunos años, tenía sueños en los que era una representación paseando por Manhattan. Kafka hace una cartografía mundial, geopolítica, de los investimientos afectivos, reactivada por una serie de informaciones. Por no hablar de Kafka que era una suerte de futurólogo sobre lo que acontecería en Praga: se trata de la perversión burocrática, de la posibilidad de desarrollo en el plano social de un modo de ejercer un control semiótico sobre las poblaciones. Esto vale para todo gran escritor que actúe como analista de la política, de las formaciones subjetivas, de las pulsiones inconscientes. Siempre deberíamos pensar sobre este punto, la invención de la vida.
Nombre propio
Es curioso lo de decir algo en nombre propio, porque no se habla en nombre propio cuando uno se considera como un yo, una persona o un sujeto. Al contrario, un individuo adquiere un auténtico nombre propio al término del más grave proceso de despersonalización, cuando se abre a las multiplicidades que le atraviesan
enteramente, a las intensidades que le recorren.
De la salud y la escritura
No se escribe con las propias neurosis. La neurosis, la psicosis no son fragmentos de vida, sino estados en los que se cae cuando el proceso está interrumpido, impedido, cerrado. La enfermedad no es proceso, sino detención del proceso, como en el «caso de Nietzsche». Igualmente, el escritor como tal no está enfermo, sino que más bien es médico, médico de sí mismo y del mundo. El mundo es el conjunto de síntomas con los que la enfermedad se confunde con el hombre. La literatura se presenta entonces como una iniciativa de salud: no forzosamente el escritor cuenta con una salud de hierro, pero goza de una irresistible salud pequeñita producto de lo que ha visto y oído de las cosas demasiado grandes para él, demasiado fuertes para él, irrespirables, cuya sucesión le agota, y que le otorgan no obstante unos devenires que una salud de hierro y dominante haría imposibles. De lo que ha visto y oído, el escritor regresa con los ojos llorosos y los tímpanos perforados. ¿Qué salud bastaría para liberar la vida allá donde esté encarcelada por y en el hombre, por y en los organismos y los géneros? Pues la salud pequeñita de Spinoza, hasta donde llegara, dando fe hasta el final de una nueva visión a la cual se va abriendo al pasar. La salud como literatura, como escritura, consiste en inventar un pueblo que falta.
Devenires
Crítica y clínica
Gilles Deleuze