Indio Solari y el poder de la canción

"Quien quiere ver solo lo que puede entender, no tendría que ir al teatro, tendría que ir al baño", con esta frase de Bertolt Brecht, el "Indio" Solari abrió su "mensaje para los colegas quejosos" que no entienden las letras de sus canciones.

 Escribo canciones en la creencia de que:

-El efecto poético se produce por la capacidad de un texto de continuar generando lecturas diferentes sin ser consumido nunca por completo.

-La poesía no debe invitar solo a escuchar, debe invitar fundamentalmente a imaginar.

-La poesía es subjetiva, se vuelve objetiva cuando sus destinatarios, después, se dejan envolver por ella.

-La principal regla poética es conmover, todas las demás no se han inventado si no para conseguir eso.

-La poesía no puede ser definida con precisión porque no nos es dado conocer su esencia sino sentirla.

-La poesía crea realidades intelectuales que se presentan emocionalmente. No como un pensamiento reflexivo ni filosófico sino como un pensamiento rítmico.

-Una buena canción (su lírica) debe parecer que no pudo ser escrita de otra manera. Debe tener poder de seducción y comportarse como un enigma del cual uno presenta, para su resolución, solo indicios.

Indio Solari

PD: En mi caso me interesan las partes del cerebro que se ponen a trabajar bajo condiciones de ambigüedad. Por eso he elegido escribir en libertad con cambios deliberados e irreverentes de sintaxis. En definitiva, la poesía, como la ciencia es nada más que una interpretación del mundo. Mientras acabo con esto escucho la voz de Tita Merello: “… Si el bulto no interesa por qué pierden la cabeza ocupándose de mí."

Elogio del secreto


En El ojo absoluto, último libro del psicoanalista francés Gerard Wajcman, el autor se pregunta qué clase de relaciones sociales escapan a la tiranía de la mirada o a la del exhibicionismo en tiempos de vigilancia electrónica y científicos que razonan como encuestadores.


“En tu lucha contra el resto del mundo, te aconsejo que te pongas del lado del resto del mundo”.  Franz Kafka
Pasaron unos días desde el incidente que terminó con la vida de un funcionario de la secretaria de comercio exterior en el Uruguay, y más cerca de las especulaciones y el silencio acordado, con pericias forenses incluidas, nadie parece haberse preguntado por la intimidad del joven muerto en la pieza de un hotel cinco estrellas. Como nadie sabe qué pasó, mejor no preguntar, dejar que la justicia corra sus tiempos y olvidarse. Pero tampoco nadie sabe si sería mejor preguntar o investigar a qué clase de época está entrando el globo, porque todos –involucrados o no en ese episodio– se supone no ignoran que la intimidad o en idiolecto jurídico, la privacidad, en este momento, acaso sea la última fortaleza que resiste a la potencia del ojo y la mirada de la técnica.
La técnica es un complejo, un dispositivo, una materialidad usada sin discriminación por el poder para controlar disidencias, conocer hábitos, amistades, pasiones, vicios, deudas, saturar líneas de teléfono o correos electrónicos, recolectar datos susceptibles para extorsionar, provocar estados de ánimo de tensión suprema, redundar en deslocalizaciones, suicidios, desesperaciones, aumento de enfermedades urbanas, adicciones, paranoias de diseño o expulsiones de ese parnaso donde muchos imaginan se toman decisiones que orientan la política de un país, para el caso, la Argentina, que fácilmente, después de estar en el peor de los mundos, cuando levanta la cabeza medio milímetro, pareciera habitar el mejor, contra el beneficio secundario del consumo compulsivo y la defección selectiva de chivos expiatorios.
Si ese caso merece la atención de la prensa y el morbo es por la intimidad como concepto en la era de la visión absoluta; o por la privacidad de ese mismo sujeto, derecho arrasado cuando se descubre que por su singularidad, ese funcionario podría ser, supuestamente, riesgoso para la operatoria de un estado.
De esas y otras cuestiones relacionadas al ideal de un real que podría ser enteramente cognoscible, trata El ojo absoluto (editorial Manantial), el último libro del psicoanalista y especialista en estética Gerard Wajcman. Es un paso más sobre el de las sociedades de control, y dos más sobre las disciplinarias: resultan sociedades permisivas, módicas, previsibles, preventivas, sometidas a evaluación continua por encuestadores (los nuevos inquisidores).
Escribe Wajcman que “la sociedad de control de la que hablaba Deleuze es una sociedad en la que se controla a los inocentes (…) En el sentido de esa criminalidad creciente y generalizada de la sociedad podemos sacar a luz cientos de procedimientos actuales al servicio de la política definida como preventiva de la criminalidad. La prevención ha llegado a ser una consigna de nuestra época. Hasta tal punto que el díptico de Foucault que enunciaba ‘Vigilar y castigar’ ha sido sustituido por el de ‘Vigilar y prevenir’”.
Y por una serie de procedimientos. Los informes alertan sobre los ‘trastornos de conducta’ en el niño y el adolescente. “El informe precisa que estas conductas han de ser diferenciadas de lo que se llama ‘conductas normales’ (…) Estos médicos psiquiatras y psicólogos expertos no razonan sobre personas singulares, en términos de casos, sino en término de tipos, sobre seres estadísticos en lo que el sujeto como absoluta singularidad está reabsorbido, abolido, o en términos lacanianos: forcluido”. Estos médicos psiquiatras y psicólogos expertos razonan como encuestadores.
¿Es posible escapar a la mirada intrusiva del otro en la era de la vigilancia electrónica, los celulares, los satélites en el cielo, los radares, la digitalización de las compras en cuotas, la bancarización, las cédulas magnéticas, Google Earth? Wajcman se ve obligado a deconstruir y construir un nuevo estatuto para la intimidad.
“Es un lugar, al mismo tiempo arquitectónico y escópico: el espacio donde el sujeto puede estar y sentirse fuera de la mirada del Otro”. Es decir, el lugar donde el sujeto escapa a la suposición de ser observado. “La definición que propongo, de un lugar libre de toda mirada, implica una relación de poder, o más exactamente una separación de él. Se trata, efectivamente, de mantener un territorio fuera del poder siempre totalitario del Otro”.  Es el presupuesto de lo íntimo, concepto que no tiene límite ni dique contra su invasión; al contrario de lo privado, resguardado por la ley.
Sin embargo, los investigadores del control social, de unos años a esta parte, registran que cada vez es menor la indignación acerca de la usurpación de datos, de la vigilancia, de los controles de seguridad generalizados. Esa servidumbre voluntaria es funcional a la destitución de la intimidad. Al igual que la exhibición consentida de contenidos “porno”, aunque se sepa -a esta altura- que la pornografía es un género cinematográfico para jardín de infantes.
Es el otro punto que toca el libro de Wajcman. “Y es que hay otra manera de pasar la frontera de lo íntimo. Es el que concierne a aquellos que, ajenos a cualquier límite, abren su intimidad, la confiesan o la exponen”. Decir “intimidad” es una convención. Se trata de exhibicionismo, fomentado por Internet, las redes sociales y los blogs. “Según ciertas opiniones eso es exactamente lo que marca hoy la exposición de lo que correspondería a la categoría de ‘imágenes vergonzosas’; es decir, que se expongan sin vergüenza. Corren malos tiempos para los pornógrafos. No puede analizarse al arte contemporáneo con los elementos propios de la subversión, el escándalo, la provocación o el ultraje”. La pornografía es un lugar común más. Y es en ese clivaje que el ensayista francés rescata al psicoanálisis como una práctica -política, sin dudas- que resguarda la intimidad y hasta cierto pudor, verdad del deseo.
Si retornamos al principio de este artículo, consideremos que las pasiones singulares pueden ser sociales o asociales pero no existe una normativa que pueda regularlas. En ese contexto, se entiende la razón de estado que pueda esgrimirse. Por supuesto, una cosa no anula la otra. Pero el objetivo del libro de Wajcman es menos -o no es- cuidar la reputación de nadie sino preguntarse qué clase de relaciones sociales escapan a la tiranía de la mirada o a la del exhibicionismo. Porque el sujeto capaz de ocultarse, sustraerse a la mirada del otro, a su cosificación, queda a la intemperie de sí mismo. En esa dimensión no existe la transparencia sino la opacidad, la intimidad es también el lugar en el que el sujeto se mira, se interroga, se hace enigma. Descubre que existe en él algo más interior que su intimidad. Eso que San Agustín llamaba Dios, y Freud podría haber llamado inconsciente: saber que no se sabe no habilita ejercicios de confesión, que es la expulsión del saber, los intrusos, la oscuridad y la parte maldita.
Así, algunos dirán que el psicoanálisis, liberado de las trabas religiosas, enfrentado a sí mismo (no a sus resultados) se convertiría en una de las últimas prácticas serias, junto al arte, de la civilización transparente de principios del siglo XXI.  
Revista Ñ

Grupo de estudio

El cuerpo terapéutico

Frecuencia semanal, inicio: Marzo de 2012.
Grupo de estudio, producción y covisión a partir de la obra de 
Gilles Deleuze y Félix Guattari
Informes e inscripción: fernandoreberendo@gmail.com

Del tiempo

El tiempo como imagen indirecta que sale, es un tiempo bajo un doble aspecto: es el tiempo como intervalo del movimiento, que corresponde a la parte, y el tiempo como todo del movimiento. El tiempo tal que es extraído del movimiento y el tiempo tal que está relacionado con el movimiento extensivo tiene, en sí mismo, dos signos: el intervalo de movimiento y el todo del movimiento. Ese todo del movimiento era, por ejemplo, lo que Descartes llamaba la constancia de la cantidad de movimiento en el universo. Era lo que antes que él, y de una manera diferente, era lo que los griegos llamaban número del movimiento. Entonces es el tiempo obtenido por composición de imágenes-movimiento, nosotros podemos llamarlo cinecronía. Cinecronía es la figura del tiempo en tanto que compuesto a partir y en función de las imágenes-movimiento en extensión. Hemos visto que esta figura del tiempo tiene dos aspectos: el tiempo como intervalo que remite a la parte del movimiento, y el tiempo como todo que remite al todo del movimiento. Concretamente, lo hemos visto, esta imagen del tiempo, la segunda, es la del ave de rapiña, los grandes círculos del ave de rapiña que planea. Ese es el tiempo como todo, y ¿el aleteo del pájaro que huye? El aleteo es el intervalo del movimiento. Todo como el gran círculo que libera el horizonte del mundo, el todo del tiempo. El tiempo como intervalo es el presente. El presente es el entre-dos aleteos. El presente es el intervalo, así nunca puedo decir el presente sin añadir el presente variable. El presente es eminentemente variable. Ningún presente se parece a otro presente, hay equilibrios estadísticos: el intervalo pulmonar o cardíaco. Pero puedo decir que estoy a caballo sobre múltiples presentes variables. Si soy un compuesto de una multiplicidad de presentes virtuales, según mis ocupaciones defino tal presente referente a tal otro presente. Es muy agradable saber eso. 


Pintura: Fernand Léger

De la atracción

La atracción es para Blanchot lo que, sin duda, es para Sade el deseo, para Nietzsche la fuerza, para Artaud la materialidad del pensamiento, para Bataille la trasgresión: la experiencia pura y más desnuda del afuera. Pero hay que entender bien lo que con esta palabra se está designando: la atracción, tal como la entiende Blanchot, no se apoya en ninguna seducción, no irrumpe ninguna soledad, no funda ninguna comunicación positiva. Ser atraído, no consiste en ser incitado por el atractivo del exterior, es más bien experimentar, en el vacío y la indigencia, la presencia del afuera, y, ligado a esta presencia, el hecho de que uno está irremediablemente fuera del afuera. Lejos de llamar a la interioridad a aproximarse a otra distinta, la atracción manifiesta imperiosamente que el afuera está ahí, abierto, sin intimidad, sin protección ni obstáculo (¿cómo podría tenerla, él que no tiene interioridad, sino que la despliega al infinito fuera de toda clausura?); pero que a esta abertura misma, no es posible acceder, pues el afuera no revela jamás su esencia; no puede ofrecerse como una presencia positiva -como una cosa iluminada desde el interior por la certidumbre de su propia existencia- sino únicamente como la ausencia que se retira lo más lejos posible de sí misma y se abisma en la señal que emite para que se avance hacia ella, como si fuera posible alcanzarla.

El pensamiento del afuera. (Michel Foucault)

De los cuerpos

Imaginemos un mundo que estaría formado de partículas sobre un plano. Las partículas que atraviesan un plano. Esas partículas... por el momento, es como si yo contara una historia. Esas partículas se agrupan según movimientos, relaciones de movimiento y de reposo, o -lo que es lo mismo, relaciones de velocidades y lentitudes, están llamadas a pertenecer a un individuo -no digo un sujeto o una persona-, en la medida en que ellas permanecen bajo tales relaciones de velocidad o de lentitud o tales relaciones de movimiento y de reposo. Suponiendo que cambia la relación de movimiento y de reposo, ellas pasan a otro individuo. Este es el primer punto. Yo llamaría longitud de un cuerpo al conjunto de las partículas que le pertenecen bajo la relación de movimiento y de reposo, de velocidad y de lentitud que lo caracteriza. Si un individuo está caracterizado por una relación muy compleja de movimiento y de reposo que agrupa como siendo suyas una infinidad de partículas, decimos igualmente que, a esas relaciones, corresponden algo así como grados de potencia, de poderes. ¿Poderes de qué? Ese grado de potencia que corresponde a tal grado de velocidad y de lentitud, a tal grado de movimiento y de reposo, esos grados de potencia son, al pie de la letra, los poderes de ser afectado. Esta vez ya no se trata, como hace un momento, de relación de movimiento y de reposo entre partículas extensivas definiendo una longitud, se trata mucho más de partes intensivas: los afectos de los que alguien es capaz, en correlación con las partes que los componen según relaciones de velocidad y de lentitud. Entonces yo llamaría latitud de un cuerpo a ese poder de ser afectado. Notarán que no hago alusión a formas ni a sujetos. Un individuo no es ni una forma ni un sujeto, mientras que algo está individuado entonces se puede determinar una longitud y una latitud, estando la longitud definida por las relaciones de movimiento y de reposo, de velocidad y lentitud, que lo relacionan a esas partículas componentes, esas partes de partes, y de otra parte, solo tengo en cuenta latitudes, a saber los afectos que llenan el grado de potencia o el poder de ser afectado de los individuos precedentemente determinados en función de su longitud. Entonces, todo cuerpo tendría una longitud y una latitud. ¿Qué es esta historia? Eso nos conviene exactamente como el mundo que nos propone Spinoza. El ve el mundo así. Nos dice que, en efecto, cada cuerpo está compuesto al infinito por infinidades de partes que él llama los cuerpos más simples. ¿Qué hace que esos cuerpos más simples, que tal conjunto infinito pertenezca a tal individuo en vez de a tal otro? Él dice que esos cuerpos más simples, que esas partículas están siempre, en una cierta relación de movimiento y de reposo, de velocidades y lentitudes, y esa relación caracteriza a un individuo. Entonces un individuo no esta definido por su forma, sea una forma biológica, una forma esencial, sin importar el sentido de la palabra forma, un individuo está definido por una relación más o menos compuesta, es decir un conjunto de relaciones, hechas de movimientos y de reposo, de velocidades y lentitudes, bajo las cuales las infinidades de partes le pertenecen. En fin, cada individuo es un colectivo, cada individuo es una muta. 


Pintura: Paul  Klee. Parque de los ídolos.

Spinoza y nosotros, Toni Negri.



SPINOZA Y NOSOTROS
Antonio Negri
NUEVA VISIÓN (112 PÁGINAS) - $46

Tras la caída del “socialismo real”, el capitalismo buscó renovarse: hegemonía del trabajo cognitivo, dimensiones financieras, extensión imperial. Pero cada mutación está en crisis. ¿Puede el spinozismo ser hoy “alternativa” a una modernidad que no termina de extinguirse?


El cuerpo terapéutico
Grupo de estudio, producción y covisión a partir de la obra de 
Gilles Deleuze y Félix Guattari

El cuerpo terapéutico implica la concreción de un vínculo, de un agenciamiento que produzca devenires. Pero no es cualquier vínculo, es un caso especial de las relaciones interpersonales. Un pliegue del paciente en el terapeuta y un pliegue del terapeuta en el paciente, en tanto ambos devienen una expresión de lo múltiple. El cuerpo terapéutico es un agenciamiento, que hay que producirlo, ya que no está dado de antemano. Exige el armado de un cuerpo, aquel capaz de hacer pasar intensidades.

Lic. Fernando Reberendo (Psicólogo)
Destinado a estudiantes y profesionales de psicología, medicina, counselors, psicología social, psicopedagogía, acompañantes terapéuticos, operadores sociales, enfermería y docentes de todos los niveles.

No es necesario tener conocimientos previos sobre la obra de los autores.

Frecuencia semanal, inicio: Marzo de 2012.

Informes e inscripción: fernandoreberendo@gmail.com   

Gilles Deleuze y Claire Parnet


  •  Pensamientos que no procederían de una buena naturaleza y de una buena voluntad, sino que vendrían de una violencia sufrida por el pensamiento. 
  •  Pensamientos que no se ejercerían a través de un acuerdo sino que llevarán a cada facultad al límite de discordancia con las demás. 
  •  Pensamientos que no se encerrarían en el reconocimiento, sino que se abrirían a encuentros y se definirían siempre en función a un Exterior. 
  •  Pensamientos que no tendrían que luchar contra el error, sino que tendrían que desprenderse de un enemigo más poderoso, la tontería. 
  •  Pensamientos que se definirían en el movimiento de aprender y no el de saber, y que no dejarían a nadie, a ningún poder, el papel de "plantear" preguntas o de "poner" problemas.