En todos los dominios, hemos terminado por creer en una jerarquía que iría de lo simple a lo complejo, siguiendo una escala materia-vida-espíritu. Pero, quizás, al contrario, la materia sea más compleja que la vida, y la vida una simplificación de la materia. Tal vez los ritmos y las duraciones vitales no estén organizados y medidos por una forma espiritual sino que mantienen su articulación de adentro, de procesos moleculares que los atraviesan. En filosofía también hemos abandonado la pareja tradicional entre una materia pensable indiferenciada, y las formas de pensamiento del tipo categorías o grandes conceptos. Intentamos trabajar con materiales de pensamiento muy elaborados, para volver pensables fuerzas que no son pensables por sí mismas. Es la misma historia que para la música cuando elabora un material sonoro para volver audibles fuerzas que no lo son en sí mismas. En música, no se trata de un oído absoluto, sino de un oído imposible que puede colocarse sobre alguien, sobrevenir brevemente a alguien. En filosofía, no se trata de un pensamiento absoluto tal como la filosofía clásica quería encarnarlo, sino de un pensamiento imposible, es decir de la elaboración de un material que vuelve pensables las fuerzas que no lo son por sí mismas.