Queremos abrir nuestro cuerpo al
cuerpo del otro y de los otros, dejar pasar las vibraciones, circular las
energías, combinar los deseos para que cada uno pueda dar libre curso a todas
sus fantasías, a todos sus éxtasis, para que pueda vivir por fin sin
culpabilidad, sin inhibición de todas las prácticas voluptuosas individuales,
duales o plurales, que tenemos imperiosamente necesidad de vivir para que
nuestra realidad cotidiana no sea esta lenta agonía que la civilización
capitalista y burocrática impone como modelo de existencia a aquellos que
enrola. Queremos extirpar de nuestro ser al tumor maligno de la culpabilidad,
raíz milenaria de todas las opresiones.