De la amistad
Alguien emite signos, uno los
recibe, uno no los recibe... pero, a mi modo de ver, todas las amistades se
asientan en esas mismas bases: ser sensibles a los signos que alguien emite.
Dicho esto, creo que eso es lo que explica que uno pueda pasarse horas con
alguien sin decir una palabra, o preferentemente diciendo... no sé, diciendo
cosas completamente insignificantes, diciendo, por regla general, diciendo
cosas... La amistad es lo cómico, vaya...Tengo una hipótesis: cada
uno de nosotros es apto para aferrar un determinado tipo –nadie aferra todos
los tipos a la vez– un determinado tipo de encanto. Hay una percepción del
encanto. ¿A qué llamo encanto? A un gesto de alguien, un pudor de alguien, son fuentes de encanto, pero que
entonces llegan a la vida hasta tal punto, hasta a la raíces vitales, que de
tal suerte uno se hace amigo de alguien.