Blanchot: De la escritura.
En apariencia, la escritura tiene la vida como soporte, lo mismo que el pensamiento detentaría el tiempo como el proceso de su cumplimiento. «Escribir. — Más tarde. —Más tarde: lentamente, de acuerdo con la sencilla suavidad de lo interrumpido que no cuenta jamás con un futuro del tiempo como tampoco se plantea en el momento presente.» El poder esencial de desatender el hecho de que la escritura tiene la vida como soporte, ha sido facilitado y teóricamente justificado con el recurso de los libros. Los libros parecen estar ahí para preservar la escritura y para permitirle constituirse en un espacio propio, apartada y como hiato de toda vida. Escribir, al estar restringido a plantearse como expresión o afirmación de la vida, no ha contentado jamás ni a la escritura ni a la vida. Las categorías refinadas, las de la existencia, el juego del ser y del tiempo, brindadas a la cuestión de escribir, han podido servir para mantener «viva» dicha cuestión, pero sin hacernos ilusiones acerca de esa vida que se ha tomado prestada. La vida pone en tela de juicio la escritura que elude la vida o la reduce. Pero el litigio proviene de la escritura que deja a la vida la plenitud y a lo viviente, portador de vida, la presencia irrefutable, mientras que escribir puede muy bien proponerse como aquello que agotaría la vida a fin de inscribirse en el límite de la vida. Finalmente, la proposición deja lugar a esta otra, totalmente distinta: escribir no se escribe más que en el límite de la escritura, allí donde el libro, que no obstante está siempre allí, es la presión del fin (sin fin) de los libros.