El sentimiento de lo sublime está hecho de dos cosas: la manera en que ustedes se descubren, frente a la naturaleza desencadenada, como cero desde el punto de vista de sus facultades físicas, pero donde, al mismo tiempo, se despierta en ustedes una facultad del espíritu que los hace pensar la naturaleza, y a partir del momento en que piensan la naturaleza, la piensan a partir de una facultad espiritual, entonces supra sensible, que vuelven superior a esta naturaleza y les hace decir: "Que importa mi vida, es la voluntad de Dios". O bien, pues Kant es muy complicado, que los hace, quizá, blasfemar, pues en un texto muy extraño, Kant dice que también es sublime la desesperación cuando es una desesperación sublevada, es decir: Dios, escupo sobre tí. Kant tiene mucho humor. Esto quiere decir que ¿qué hace falta para que funcione mi historia de lo sublime? Se necesita estar al abrigo, y Kant hace una teoría de la necesidad de estar al abrigo. Si estoy en mi barca sobre el océano desencadenado, no puedo hacer el recorrido de lo sublime dinámico pues tengo tal temor que solo cuenta una cosa, a saber, el sentimiento de que no puedo hacer nada. Entonces el proceso de lo sublime dinámico está interrumpido. Yo, como criatura dotada de facultades sensibles, no puedo nada. Aquí, nada sublime, y entonces, si no estoy al abrigo no puedo hacer la experiencia de lo sublime. Reflexionemos. Seamos más kantianos que Kant pues, a mi modo de ver, el hace una provocación. Puedo, aún en el peligro, alcanzar lo sublime dinámico. Ustedes ya no saben lo que son, es decir están reducidos a cero en sus facultades sensibles, pero al mismo tiempo sienten despertar una facultad supra sensible, una facultad espiritual por la cual son superiores a la naturaleza. Desafían la naturaleza pues ustedes son espíritu. Los comandantes de Melville. Acab es sublime, incluso en su desesperación sublevada en la que rivaliza con Dios. Cuando nos descubrimos como facultad espiritual, superior a la naturaleza misma, Kant dice que nosotros alcanzamos la estima, no la estima egoísta, sino la estima como ser espiritual. Si estoy al abrigo no tomo el peligro en serio, lo que no impide que, por intermedio de la naturaleza desencadenada y de su espectáculo, si se ha despertado en mi una facultad que me hace pensar la naturaleza, que yo la tome en serio. Y la gran conclusión de Kant es que lo que es sublime, nunca es la naturaleza, sino forzosamente el alma, pues la naturaleza solo es el objeto ocasional bajo el cual se despierta en nosotros el sentimiento de lo sublime, pero el verdadero objeto del sentimiento de lo sublime es la facultad que se despierta en nosotros. La naturaleza solo tiene la apariencia de lo sublime, pero la esencia de lo sublime, es la facultad espiritual que despierta en nosotros la ocasión de la apariencia natural.