Vigésimo quinta Serie, De la Univocidad (parte 2)


El eterno retorno no es una teoría de las cualidades, y de sus transformaciones circulares, sino de los acontecimientos puros y de su conservación lineal o superficial. También el eterno retorno conserva un sentido selectivo y permanece ligado a una incompatibilidad, precisamente la que presenta con las formas que impiden su constitución y su funcionamiento. Contra-efectuando cada acontecimiento, el actor-bailarín extrae el acontecimiento pura que comunica con todos los otros y vuelve sobre sí mismo a través de todos los otros, con todos los otros. Hace de la disyunción una síntesis que afirma lo disjunto como tal y hace resonar cada serie en la otra, volviendo cada una sobre sí misma ya que la otra vuelve en ella, y volviendo fuera de sí cuando la otra vuelve sobre sí: explorar todas las distancias, pero sobre una misma línea, y correr muy deprisa para permanecer en el mismo sitio. La mariposa gris comprende tan bien el acontecimiento esconderse que, permaneciendo en el mismo sitio, pegada al tronco del árbol, recorre toda la distancia con el vigorizar del negro y hace resonar el otro acontecimiento como individuo, y en su propio individuo como acontecimiento, como caso fortuito. Mi amor es una exploración de la distancia, un largo recorrido que afirma mi odio por el amigo en otro mundo y en otro individuo, y hace resonar una con otra las series bifurcantes y ramificadas: solución del humor, completamente diferente de la ironía romántica de la persona fundada aún en la identidad de los contrarios. «Usted llega a esta casa, pero en uno de los pasados posibles usted es mi enemigo, en otro mi amigo... El tiempo se bifurca perpetuamente hacia innumerables futuros. En uno de ellos soy su enemigo... El porvenir ya existe -respondí- pero yo soy su amigo... Me dio por un momento la espalda. Yo había preparado el revólver. Disparé con sumo cuidado.»
La filosofía se confunde con la ontología, pero la ontología se confunde con la univocidad del ser (la analogía siempre fue una visión teológica, no filosófica, adaptada a las formas de Dios, del mundo y del yo). La univocidad del ser no quiere decir que haya un solo y mismo ser: al contrario, los entes son múltiples y diferentes, producidos siempre por una síntesis disyuntiva, disjuntos y divergentes ellos mismos, membra disjoncta. La univocidad del ser significa que el ser es Voz, que se dice, y se dice en un solo y mismo «sentido» de todo aquello de lo que se dice. Aquello de lo que se dice no es en absoluto lo mismo. Pero él es el mismo para todo aquello de lo que se dice. Entonces sucede como un acontecimiento único para todo lo que sucede a las cosas más diversas, Eventum tantum para todos los acontecimientos, forma extrema para todas las formas que permanecen disjuntas en ella, pero que hacen resonar y ramificar su disyunción. La univocidad del ser se confunde con el uso positivo de la síntesis disyuntiva, la más alta afirmación: el eterno retorno en persona o -como vimos a propósito del juego ideal- la afirmación del azar en una vez, el único tirar para todas las tiradas, un solo Ser para todas las formas y las veces, una sola insistencia para todo lo que existe, un solo fantasma para todos los vivos, una sola voz para todo el rumor y todas las gotas de la mar. El error sería confundir la univocidad del ser en tanto que se dice con una pseudo-univocidad de aquello de lo que se dice. Pero, al mismo tiempo, si el Ser no se dice sin que suceda, si el Ser es el único acontecimiento en el que todos los acontecimientos comunican, la univocidad remite a la vez a lo que sucede y a lo que se dice. La univocidad significa que es la misma cosa lo que sucede y lo que se dice: lo atribuible a todos los cuerpos o estados de cosas y lo expresable de todas las proposiciones. La univocidad significa la identidad del atributo neomático y de lo expresado lingüístico: acontecimiento y sentido. No deja que el ser permanezca en el vago estado que tenía desde las perspectivas de la analogía. La univocidad eleva, extrae el ser para distinguirlo mejor de lo que sucede y de aquello de lo que se dice. Arranca el ser a los entes para devolvérselo en una vez, para abatirlo sobre ellos por todas las veces. Puro decir y puro acontecimiento, la univocidad pone en contacto la superficie interior del lenguaje (insistencia) con la superficie exterior del ser (extra-ser). El ser unívoco insiste en el lenguaje y sobreviene a las cosas; mide la relación interior del lenguaje con la relación exterior del ser. Ni activo ni pasivo, el ser unívoco es neutro. Es él mismo extra-ser, es decir, este mínimo de ser común a lo real, a lo posible y a lo imposible. Posición en el vacío de todos los acontecimientos en uno, expresión en el sinsentido de todos los sentidos en uno, el ser unívoco es la pura forma del Aión, la forma de la exterioridad que relaciona las cosas y las proposiciones. En una palabra, la univocidad del ser tiene tres determinaciones: un solo acontecimiento para todos; un solo y mismo aliquid para lo que pasa y se dice; un solo y mismo ser para lo imposible, lo posible y lo real.