De hombres, bestias y máquinas



La edición en castellano de tres obras capitales de Gilbert Simondon (1924-1989) rescata de las sombras al pensador que se propuso revisar las concepciones modernas que distinguieron radicalmente a animales y "objetos técnicos" de los humanos. Inició Simondon así un camino fértil que exploran hoy la ciencia y la filosofía.

Por: Pablo Rodríguez (fuente revista Ñ)


Gilbert Simondon nació en 1924 y murió en 1989. Su fama póstuma no se corresponde con su figuración en vida. Se multiplican los libros y encuentros sobre su obra en todo el mundo, mientras muchos pensadores actuales, especialmente italianos (Paolo Virno, Roberto Esposito, Giorgio Agamben, Antonio Negri, Maurizio Lazzarato), reivindican sus postulados filosóficos. Hace menos de una década que las editoriales francesas se dedican a publicar sus cursos y escritos desperdigados, dado que sus obras escritas se limitan a dos libros que constituyen sus tesis de doctorado, presentadas a fines de los 50. En nuestro país ya comenzaron a circular algunos fragmentos traducidos en algunas revistas, y ahora llega la publicación simultánea de su tesis secundaria, El modo de existencia de los objetos técnicos (Prometeo), y de parte de un curso dictado en 1964, Dos lecciones sobre el animal y el hombre (La Cebra). Este año, La Cebra y Cactus ( amigos del blog Deleuze, que los consulte y me dijeron que para mayo estaría el libro de aproximadamente 600 páginas) tienen proyectado distribuir en las librerías argentinas La individuación, versión castellana de la obra principal de Simondon. Esta agitación parece indicar que se descubrió al eslabón perdido del pensamiento francés.Que es un eslabón, cualquiera que haya frecuentado la obra de Gilles Deleuze puede dar fe de ello. En su reseña sobre La individuación, escrita a mediados de los 60, Deleuze afirma que Simondon crea una nueva ontología inspirándose "en la actualidad de las ciencias, y sin embargo alcanza a plantear los grandes problemas clásicos, transformándolos y renovándolos". En Diferencia y repetición y Lógica del sentido, se inspira en Simondon para concebir su teoría de la diferencia y del acontecimiento a partir de las nociones de disparidad, metaestabilidad y singularidad. En Mil mesetas, escrito junto con Félix Guattari, los conceptos simondonianos se cuelan en la idea de "modulación" (que Simondon toma de la electrónica) y la de los "devenires" (intenso, animal, imperceptible) como formas de individuación no necesariamente humanas. Puede decirse que Deleuze abreva tanto en Simondon como en sus pensadores manifiestamente queridos: Spinoza, Leibniz, Hume, Kant y Nietzsche (*Nota del blog: no acuerdo plenamente con esta idea, si considero que Deleuze prestó mucha atención a la obra de Simondon). Que ese eslabón se había perdido puede comprobarse por la escasa relevancia pública de Simondon. Su momento de mayor exposición fue en 1965, cuando formó parte activa de la organización de un coloquio internacional de Royaumont (una reunión tradicional de la intelectualidad francesa) sobre el concepto de información en la ciencia contemporánea. Algunos autores de gran relevancia en el pensamiento de los 60, como Herbert Marcuse y Jean Baudrillard, hicieron múltiples referencias a El modo de existencia de los objetos técnicos, pero su círculo de influencia no llegó a superar el ámbito de la filosofía de la tecnología. A pesar de haber sido en alguna medida apadrinado por Georges Canguilhem y Maurice Merleau-Ponty, y de haber recorrido los mismos pasillos que Michel Foucault, Jean-François Lyotard y el propio Deleuze, Gilbert Simondon no participó de la efervescencia política e intelectual de su época. Se refugió en institutos de investigación donde dio clases hasta el final de sus días, publicando esporádicos artículos y aceptando alguna que otra entrevista originada en el tenue interés suscitado por su obra. ¿Qué es un animal?Según el matemático norteamericano Norbert Wiener, la cibernética es el estudio de la comunicación y el control en animales, hombres y máquinas. Simondon creía que esta definición constituía todo un desafío filosófico y logró que los maestros de su propia generación (Jean Hyppolite, Martial Guéroult, Maurice de Gandillac, Ferdinand Alquié) se reunieran con biólogos, matemáticos y físicos para discutir qué quiere decir que haya algo (en principio, la noción de información) que iguale al hombre con el animal y la máquina. Aquel coloquio de Royaumont de 1965, que precedió al grito de guerra de la "muerte del hombre", lanzado por Foucault en Las palabras y las cosas, resultó ser una gran experiencia de pensamiento acerca de las condiciones de lo humano, pues los participantes se pusieron nuevamente a discutir los criterios de demarcación: si lo propio del hombre es el pensamiento, o la percepción, o la capacidad de afección, o todo ello junto o sólo en parte, de manera absoluta o relativa.En el libro Dos lecciones sobre el animal y el hombre, publicado por La Cebra, Simondon aplica esos mismos criterios de demarcación para estudiar las relaciones entre el animal y el hombre, repasando las posturas al respecto en la Antigüedad, el cristianismo y el Renacimiento. Hay, según Simondon un quiebre "excesivo, insólito y escandaloso" producido por Descartes y prefigurado por el cristianismo, que hizo que la continuidad de los seres vivos, presente incluso en el dualismo metafísico trazado por el platonismo, se interrumpiera en una concepción del animal como algo desprovisto de todo y en la del ser humano como dotado de actividad espiritual. Las ciencias contemporáneas, fundamentalmente gracias a la etología y a las ciencias cognitivas, marcarían un tercer momento en el que retorna la continuidad antigua gracias a la aceptación de la pertenencia del hombre al reino animal. Lo que parece claro es que el dispositivo humanista de distinguirse del animal convirtiéndolo en su objeto de dominio es parcial e inexacto. A la filosofía cartesiana, Simondon opone las fábulas clásicas de La Fontaine, de quien rescata un discurso sorprendente y de gran valor estético acerca de qué es lo que hay que entender por hombre. En el libro El modo de existencia de los objetos técnicos, Simondon estudia lo mismo pero respecto de la técnica. Si en las dos lecciones anteriores Simondon parece un especialista en filosofía antigua, aquí se viste de ingeniero experto en motores y turbinas. Ciertamente, este libro es mucho más ambicioso y complejo que las dos lecciones. No sólo es parte de una tesis de doctorado, sino que apunta a su época, denunciando la filosofía de la técnica moderna como inútilmente tecnofóbica. Hay que derribar los mitos acerca del reinado de la técnica porque no se reconoce la realidad humana detrás de las máquinas. El clima intelectual propiciado, por ejemplo, por posturas como las de Martin Heidegger en "La pregunta por la técnica" o por la Escuela de Frankfurt, se parece, en opinión de Simondon, a la actitud insólita de Descartes que separa al animal del hombre. Una vez más el problema es la idea de dominación, ya sea de la máquina ante el hombre o viceversa. "Lejos de ser el vigilante de una tropa de esclavos, el hombre –escribe– es el organizador permanente de una sociedad de objetos técnicos que tienen necesidad de él como los músicos tienen necesidad del director de orquesta". Simondon propone en este sentido un estudio muy amplio y minucioso de la técnica en la Modernidad, que sin dudas constituye una de las grandes obras de ese campo creciente que es la filosofía de la tecnología. Su idea de cómo el objeto técnico se vuelve concreto, la relación que establece entre lo técnico y lo estético, y la contra-historia de la técnica que Simondon propone en la tercera parte de El modo de existencia... son novedosas y sugerentes. Se entiende así la importancia que Simondon le da a la cibernética y al carácter de su experimento filosófico, carácter que reconoció también incluso el pensador alemán Hans Jonas, discípulo de Heidegger. Si muchas ciencias contemporáneas, desde la genética hasta la sociología funcionalista, desde las neurociencias a la proxémica (el estudio de la organización social del espacio) y la kinésica (el examen de los gestos y movimientos del cuerpo) se basan en los postulados cibernéticos y de la teoría de los sistemas, es hora de interrogarlas con una teoría actual que descomponga las viejas oposiciones. Simondon propone establecer un humanismo que esté a la altura de estos tiempos, no porque haya que "actualizarse" yendo detrás de los avances científicos, sino porque sencillamente las viejas demarcaciones –por ejemplo, las que distinguen al hombre del animal y de la máquina– perdieron vigencia. El grito de guerra de Foucault contra el humanismo encuentra así un modo mucho más calmo de expresión, pues en su escritura, en su modo de exponer, Simondon parece no tener enemigos y sí una curiosidad inédita por los más variados saberes.IndividuaciónLa individuación, el libro cuya traducción llegará el año que viene, sintetiza toda la búsqueda de Simondon en una suerte de sistema filosófico que ya está en parte anticipado en los estudios que se presentan en los libros de Prometeo y La Cebra. La teoría de la individuación lleva a afirmaciones tales como: la conciencia se puede comprender a través de la mecánica cuántica; la dialéctica es una teoría fallida sobre el devenir; el psiquismo es una ralentización del proceso vital; los animales tienen tanto vida social como psíquica; la cultura occidental perdió la relación con la espiritualidad porque convirtió en fetiche el concepto de información; la idea de lo social no es tan importante como la idea de lo colectivo. Todo tiene "un modo de existencia" particular dentro de una continuidad de los seres semejante a la de los antiguos griegos y romanos. Para Simondon todo ser, sea que pertenezca al reino de lo meramente físico, de lo vital, de lo psíquico, de lo social o de lo técnico, tiene un problema que debe resolver a través de un proceso de "individuación". Es notable la manera en la que Simondon se adelanta a los dilemas actuales de la biología molecular acerca de la información, a la discusión física que luego conducirá a las nanotecnologías (tecnología de los materiales o estructuras que, en ámbito de la física o la química, se miden en nanómetros) o a la renovación del interés por la filosofía del cuerpo y las afecciones, al modo en que la estudió Baruch de Spinoza. En los últimos años, hasta la filosofía política –como la del italiano Paolo Virno– creyó encontrar en esta perspectiva una manera de superar ciertas oposiciones binarias entre lo individual y lo colectivo y entre lo social y lo comunitario. La influencia de Simondon se ramifica de tal manera que quizás su pensamiento no sólo sea el eslabón perdido de una saga pasada, sino el hallazgo de un punto inicial para un relato futuro.