Leyendo el Nietzsche de Gilles: La terminología de Nietzsche
Incluso adelantándonos a los análisis que quedan por hacer, creemos que ha llegado el momento de fijar algunos puntos de la terminología de Nietzsche. De ella depende todo el rigor de esta filosofía, a la que se le atribuye equivocadamente una precisión sistemática. De todas maneras, sea para complacerse, o para lamentarse, ello se hace equivocadamente. En realidad Nietzsche utiliza términos nuevos muy precisos para nuevos conceptos muy precisos: 1.° Nietzsche llama voluntad de poder al elemento genealógico de la fuerza. Genealógico quiere decir diferencial y genético. La voluntad de poder es el elemento diferencial de las fuerzas, es decir, el elemento de producción de la diferencia de cantidad entre dos o varias fuerzas supuestas en relación. La voluntad de poder es el elemento genético de la fuerza, es decir el elemento de producción de la cualidad que pertenece a cada fuerza en esta relación. La voluntad de poder como principio no suprime el azar, al contrario, lo implica, ya que sin él no tendría ni plasticidad, ni metamorfosis. El azar pone en relación las fuerzas; la voluntad de poder, es el principio determinante de esta relación. La voluntad de poder se suma necesariamente a las fuerzas, pero no puede sumarse más que a fuerzas puestas en relación por el azar. La voluntad de poder comprende al azar en su centro, sólo ella es capaz de afirmar todo el azar; 2.° De la voluntad de poder como elemento genealógico se desprenden, a la vez, la diferencia de cantidad de las fuerzas en relación y la cualidad respectiva de dichas fuerzas. Según su diferencia de cantidad, las fuerzas se llaman dominantes o dominadas. Según su cualidad, las fuerzas se denominan activas o reactivas. En la fuerza reactiva o dominada hay voluntad de poder, al igual que en la fuerza activa o dominante. Y, al ser irreductible en cada caso la diferencia de cantidad, resulta inútil querer medirla si no se interpretan las cualidades de las fuerzas presentes. Las fuerzas están esencialmente diferenciadas y cualificadas. Su diferencia de cantidad es expresada por la cualidad que corresponde a cada una. El problema de la interpretación es este: ante un fenómeno o un acontecimiento, estimar la cualidad de la fuerza que le da un sentido, y a partir de ahí, medir la relación de las fuerzas presentes. No hay que olvidar que en cada caso la interpretación se libra a toda clase de dificultades y de problemas delicados: se requiere una percepción «extremadamente fina», del tipo de la que se halla en los cuerpos químicos; 3.° Las cualidades de las fuerzas tienen su principio en la voluntad de poder. Y si preguntamos: ¿Quién interpreta?respondemos la voluntad de poder; la voluntad de poder es la que interpreta. Pero para hallarnos en la fuente de las cualidades de la fuerza, la propia voluntad de poder debe tener cualidades, particularmente fluidas, más sutiles todavía que las de la fuerza. «Lo que reina es la momentánea cualidad de la voluntad de poder». Estas cualidades de la voluntad de poder que se refieren inmediatamente al elemento genético o genealógico, estos elementos cualitativos fluidos, primordiales, seminales, no deben confundirse con las cualidades de la fuerza. Es también esencial insistir en los términos utilizados por Nietzsche: activo y reactivo designan las cualidades originales de la fuerza, pero afirmativo y negativo designan las cualidades primordiales de la voluntad de poder. Afirmar y negar, apreciar y depreciar expresan la voluntad de poder, al igual que actuar y reaccionar expresan la fuerza. (Y así como las fuerzas reactivas no dejan de ser fuerzas, la voluntad de negar, el nihilismo, pertenecen a la voluntad de poder: «...una voluntad nihilista, una hostilidad frente a la vida, una aversión en admitir las condiciones fundamentales de la vida, esto es lo de menos, sigue siempre siendo una voluntad». Y, si debemos conceder la mayor importancia a esta distinción entre las dos clases de cualidades, es porque se halla siempre en el centro de la filosofía de Nietzsche; entre la acción y la afirmación, entre la reacción y la negación, existe una profunda afinidad, una complicidad, pero ninguna confusión. Más aún, la determinación de estas afinidades pone en juego todo el arte de la filosofía. Por una parte resulta evidente que en toda acción hay afirmación, y en toda reacción negación. Pero por otra parte, la acción y la reacción son más bien medios, medios o instrumentos de la voluntad de poder que afirma y que niega: las fuerzas reactivas, instrumentos del nihilismo. Por otra parte, también la acción y la reacción requieren la afirmación y la negación, como algo que les supera, pero que necesitan para realizar sus propios fines. Finalmente, profundizando más, la afirmación y la negación desbordan a la acción y a la reacción, por ser las cualidades inmediatas del devenir: la afirmación no es la acción, sino el poder devenir activo, el devenir activo en persona; la negación no es la simple reacción, sino un devenir reactivo. Todo ocurre como si la afirmación y la negación fueran a la vez inmanentes y trascendentes en relación a la acción y la reacción; constituyen la cadena del devenir con la trama de las fuerzas. Lo que nos hace entrar en el mundo glorioso de Dionysos es la afirmación, el ser del devenir; lo que nos precipita en el fondo inquietante de donde surgen las fuerzas reactivas es la negación; 4.º Por todas estas razones Nietzsche pudo decir: la voluntad de poder no sólo es lo que interpreta, sino lo que valora. Interpretar, es determinar la fuerza que da un sentido a la cosa. Valorar es determinar la voluntad de poder que da a la cosa un valor. Así, los valores no se dejan abstraer desde el punto de vista del que sacan su valor, como tampoco se deja abstraer el sentido por el punto de vista del que saca su significación. La voluntad de poder como elemento genealógico es aquello de lo que derivan la significación del sentido y el valor de los valores. Es aquélla de la que hemos hablado sin nombrarla al inicio del capítulo anterior. La significación de un sentido consiste en la cualidad de la fuerza que se expresa en la cosa: dicha fuerza, ¿es activa o reactiva? y, ¿con qué matiz? El valor de un valor consiste en la cualidad de la voluntad de poder que se expresa en la cosa correspondiente: la voluntad de poder ¿es aquí afirmativa o negativa? y, ¿con qué matiz? El arte de la filosofía se va haciendo más complicado a medida que estos problemas de interpretación y valoración se remiten uno a otro, se prolongan de uno a otro. Lo que Nietzsche llama noble, alto, señor, es tanto la fuerza activa, como la voluntad afirmativa. Lo que llama bajo, vil, esclavo, es tanto la fuerza reactiva, como la voluntad negativa. La razón de estos términos la entenderemos más adelante. Pero un valor tiene siempre una genealogía, de la que dependen la nobleza o la bajeza de lo que nos invita a creer, a sentir y a pensar. El genealogista es el único apto para descubrir qué bajeza puede encontrar su expresión en un valor y qué nobleza en otro, porque sabe manejar el elemento diferencial: es el dueño de la crítica de los valores. Despojaremos de todo sentido la noción de valor hasta que no veamos en los valores tantos receptáculos que penetrar, tantas estatuas que destrozar, para encontrar lo que contienen, lo más noble o lo más bajo. Las estatuas de nobleza se reforman solas, como los miembros dispersos de Dionysos. Hablar de la nobleza de los valores en general, traiciona un pensamiento demasiado interesado en ocultar su propia bajeza: como si los valores no tuvieran por sentido, y precisamente por valor, servir de refugio y de manifestación a todo lo que es bajo, vil, esclavo. Nietzsche creador de la filosofía de los valores, de haber vivido más tiempo, habría visto a la noción más crítica servir y retornar al conformismo ideológico más llano, más bajo; los martillazos de la filosofía de los valores convertidos en humo de incienso; la polémica y la agresividad, reemplazadas por el resentimiento, guardián puntilloso del orden establecido, perro de los valores en curso; la genealogía, en mano de los esclavos: el olvido de las cualidades, el olvido de los orígenes.
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