La comunicación (Félix Guattari)

Futur Antérieur: Entonces Félix, ¿no te gusta el término de comunicación?
Félix: La comunicación se instaura entre sujetos discernibles por el sesgo de un canal de transmisión. Se tiende demasiado a menudo hacia una teoría de la información muy reduccionista. Me parece que la moda comunicacional actual tiene el defecto de perder las dimensiones existenciales de las relaciones interhumanas, sociales y maquínicas. Si la comunicación pudiera ser reequilibrada entre, de una parte, sus elementos discursivos (frases, imágenes, proposiciones) y, de otra parte, esos elementos que yo denomino de aglomeración existencial, es decir sus dimensiones de puesta en existencia, entonces sí, pienso que se podría trabajar con ese concepto de comunicación. Pero generalmente, este ha tendido a un sentido reduccionista y deviene fuente de confusión.
F.A.: La base de este reduccionismo, es justamente esta exclusión de los aspectos prácticos no discursivos de la información en general. Una vez que se han insertado estos elementos en el discurso, nos encontramos delante de un objeto complejo muy difícil. ¿Qué es lo que de esta autopoiesis podría representar un concepto de comunicación eficaz?
Félix: Yo la vería en dos dimensiones. En primer lugar volviendo a tomar en cuenta las dimensiones polifónicas de la subjetividad. La subjetividad resulta siempre de la conjunción de componentes heterogéneos. Después es necesario considerar la relación entre el infinito y la complejidad de los cuales ella es portadora con los sistemas maquínicos y los flujos. Por poner un ejemplo: pienso en la moda actual, terrible, que existe hoy, sobre eso que los americanos denominan las “personalidades múltiples”. Tratan de crear una categoría nosográfica específica relativa a las disociaciones de la personalidad; es una tentativa conductista de repensar la histeria y la psicosis. Se dedican a detectar por hipnosis una superposición de personalidades tras sus interlocutores. No solamente eso que puede ser visible en un juego histérico que consiste en pasar de una personalidad a otra, sino también a postular la existencia de personalidades múltiples en gentes que no muestran ninguna manifestación de ello. Eso va lejos, puesto que esta ligado a toda una teoría del trauma real y a las intervenciones de grupos “satánicos” que son considerados como ¿comisores? de actos y rituales de violencia, eso que conduce a procesar a las familias, a los padres, lo mismo veinte años después de las presuntas transmisiones. Esto desencadena una especie de caza de brujas, cuyas víctimas no serían más los histéricos, sino los padres. Es una reificación de esta polifonía de la subjetividad de la que hablaba. Es una manera de no tener en cuenta la especificidad de dimensiones potencialmente delirantes y alucinatorias que se encuentran no solamente en los psicóticos sino también en la “caósmosis” de los “normópatas” (según la expresión de Jean Oury). En otro orden de ideas se encuentra igualmente en el mundo de la máquina una reificación de los componentes que son vistos únicamente a través de sus aspectos tecnológicos visibles, sea para estimar que el maquinismo en sí es portador de progreso, sea para condenarlo. Luego se trata precisamente de relacionarlo con los aspectos desterritorializados de los que es la manifestación y que implican siempre a las estructuras de enunciación parcial que dependen de esa vertiente no discursiva de la complejidad. La complejidad es algo que va en el sentido de la puesta al día de esas dimensiones polifónicas que se reencuentran en toda expresión de subjetividad humana, y de todas las dimensiones maquínicas, heterogéneas, inherentes a la mecanosfera, que se superpone a la biosfera.
F.A.: ¿Podrías precisar esos dos conceptos: el concepto de maquinismo y el de agenciamiento?
Félix: La máquina comienza en el momento en el que hay un fenómeno de consistencia, de autopoiesis parcial. Sea en una relación de sincronía, articulando los sistemas de máquinas, los unos en relación a los otros, sea en una relación de diacronía, es decir en el hecho de que una máquina esta siempre ligada a sistemas maquínicos anteriores y está siempre en posición de producir virtualmente otros sistemas maquínicos. Una máquina no es como un montón de arena o de guijarros, un objeto inerte como se tiene en el modelo con el trozo de cera cartesiano. Es algo que manifiesta una cierta vida (sin caer en el vitalismo, puesto que se trata siempre de una vitalidad o de una subjetividad parcial, que no alcanza su sentido mas que en articulaciones rizomáticas con otros sistemas maquínicos). A partir de ahí, estamos abocados a desembarazarnos de una oposición masiva (molar) entre el ser y el ente puesto que se parte de intefaces maquínicos que colocan los entes discursivos, al mismo tiempo que producen una referencia ontológica pluralista. La referencia ontológica de la música no es la misma que la referencia ontológica de la vida social, o de los sistemas vivos. Y por tanto tienen algo que hacer los unos con los otros… En el lugar que el ser sea puesto como antecedente por relación a sus diferentes manifestaciones visibles, deviene algo que es como un horizonte portador de pluralidad, de heterogeneidad y de singularidad. Existe pues un movimiento hacia el ser por venir, más que un movimiento de refundación preterista en una perspectiva heideggeriana.