Es como el arte del retrato en la pintura. Se trata de retratos
mentales, conceptuales. Igual que en la pintura, hay que conseguir una
semejanza con el retratado, pero por medios desemejantes, por medios diferentes: hay que producir un semblante, no reproducirlo (lo que significaría conformarse con repetir lo que tal filósofo dijo).
Los filósofos aportan conceptos nuevos, los exponen, pero no dicen, o no
dicen del todo los problemas a los que tales conceptos responden. Por
ejemplo, Hume
expone un concepto original de creencia, pero no dice por qué y cómo el problema del conocimiento se plantea de tal modo que el conocimiento aparece como una forma determinada de creencia. La historia de la filosofía no debe decir lo que ya dijo un filósofo, sino aquello que está necesariamente sobrentendido en su filosofía, lo que no decía y que, sin embargo, está presente en lo que decía. La filosofía consiste siempre en inventar conceptos. Nunca me han preocupado la superación de la metafísica o la muerte de la filosofía. La filosofía tiene una función que sigue siendo plenamente actual, crear conceptos. Nadie puede hacerlo en su lugar. Ciertamente, la filosofía siempre ha tenido rivales, desde los “pretendientes” de Platón hasta el bufón de Zaratustra. Hoy, estos rivales son la informática, la comunicación, la promoción comercial que se ha apropiado de las palabras “concepto” y “creativo”, y estos “conceptores” constituyen una estirpe de desvergonzados que hacen del acto de vender el supremo pensamiento capitalista, el cogito mercantil.dicen del todo los problemas a los que tales conceptos responden. Por
ejemplo, Hume
La filosofía se siente pequeña ante esos poderes pero, si muere, al menos será de risa. La filosofía no es comunicativa, ni tampoco contemplativa o reflexiva: es creadora, incluso revolucionaria por naturaleza, ya que no cesa de crear conceptos nuevos. La única condición es que satisfagan una necesidad y que presenten cierta extrañeza, cosa que sólo sucede
cuando responden a problemas verdaderos.
cuando responden a problemas verdaderos.
El concepto es lo que impide que el pensamiento sea simplemente una opinión, un parecer, una discusión, una habladuría. Todo concepto es, forzosamente, paradoja.
Félix Guattari y yo hemos intentado exponer una filosofía en El Anti–Edipo y en Mil Mesetas, especialmente en este último, que es un libro muy amplio que propone muchos conceptos. No es una colaboración: hemos escrito un libro y luego otro, no “un” libro en el sentido de unidad, sino como el artículo indeterminado. Cada uno de nosotros tenía un pasado y un trabajo anterior, él en psiquiatría, en política y en una filosofía ya rica en conceptos, y yo había escrito Diferencia y repetición y Lógica del sentido. Pero no hemos colaborado como dos personas. Más bien como dos arroyos que se encuentran para configurar “un” tercero, nosotros. Después de todo, una de las cuestiones eternas de la filosofía es la interpretación del “filo”. Una filosofía, esto significó para mí como un segundo período, al que nunca habría llegado y que no habría cumplido sin Félix. Supongamos que hay, después, una tercera etapa en la que me ocupo de la pintura y del cine, aparentemente de imágenes.
Pero se trata de libros de filosofía. Creo que el concepto comporta otras dos dimensiones, el afecto y el percepto. Esto, y no las imágenes, es lo que me interesa. Los perceptos no son percepciones, son paquetes de sensaciones y relaciones que sobreviven a quienes los experimentan. Los
afectos no son sentimientos, son devenires que desbordan a quien los
atraviesa (que deviene otro). Los grandes novelistas ingleses o americanos escriben con frecuencia mediante perceptos; Kleist y Kafka,
mediante afectos.
afectos no son sentimientos, son devenires que desbordan a quien los
atraviesa (que deviene otro). Los grandes novelistas ingleses o americanos escriben con frecuencia mediante perceptos; Kleist y Kafka,
mediante afectos.
El afecto, el percepto y el concepto son tres potencias inseparables que van del arte a la filosofía y viceversa.
Lo más difícil es, evidentemente, la música, de cuyo análisis hay un bosquejo en Mil Mesetas: el ritornelo entraña las tres potencias. Hemos querido convertir el ritornelo en uno de nuestros conceptos principales, en relación con el territorio y con la Tierra, el pequeño y el gran ritornelo.