VIGÉSIMO TERCERA SERIE
DEL AIÓN

Desde el principio, hemos visto cómo se oponían dos lecturas del tiempo, la de Cronos y
la de Aión: 1:°) Según Cronos, sólo existe el presente en el tiempo. Pasado, presente y
futuro no son tres dimensiones del tiempo; sólo el presente llena el tiempo, el pasado y el
futuro son dos dimensiones relativas al presente en el tiempo. Es decir, que lo que es
futuro o pasado respecto de un cierto presente (de una cierta extensión o duración) forma
parte de un presente más vasto, de una extensión o duración mayor. Siempre hay un
presente más vasto que reabsorbe el pasado y el futuro. La relatividad del pasado y el
futuro respecto del presente implica pues una relatividad de los presentes mismos unos
respecto de otros. El dios vive como presente lo que es futuro o pasado para mí, que vivo
en presentes más limitados. Un encajonamiento, un enrollamiento de presentes relativos,
con Dios como círculo extremo o envoltura exterior, éste es Cronos. Bajo inspiración
estoica, Boecio afirma que el presente divino complica o comprende futuro y pasado.1
2 °) En algún modo, el presente en Cronos es corporal. El presente es el tiempo de las
mezclas o las incorporaciones, es el proceso de la incorporación misma. Temperar,
temporalizar es mezclar. El presente mide la acción de los cuerpos o de las causas. El
futuro y el pasado son más bien lo que queda de pasión en un cuerpo. Pero, justamente,
la pasión de un cuerpo remite a la acción de un cuerpo más potente. También el presente
más grande, el presente divino, es la gran mezcla, la unidad de las causas corporales
entre sí. Mide la actividad del período cósmico en el que todo es simultáneo: Zeus es
también Día, el A-través o lo que se mezcla, el Incorporador.2 El presente más grande no
es, pues, ilimitado en absoluto: es propio del presente delimitar, ser el límite o la medida
de la acción de los cuerpos, aunque sea el mayor de los cuerpos o la unidad de todas las
causas (Cronos). Pero puede ser infinito sin ser ilimitado: circular, en el sentido de que
engloba todo presente, vuelve a comenzar y mide un nuevo período cósmico según el
precedente, idéntico al precedente. Al movimiento relativo por el cual cada presente
remite a un presente relativamente más vasto, hay que añadir un movimiento absoluto
propio al más vasto presente, que se contrae y Se dilata en profundidad para absorber o
restituir en el juego de los períodos cósmicos los presentes relativos que abarca
(abrazar-abrasar).
3 °) Cronos es el movimiento reglado de los presentes vastos y profundos. Pero,
justamente, ¿de dónde saca su medida? ¿Tienen suficiente unidad los cuerpos que lo
llenan, suficiente justicia y perfección su mezcla, como para que el presente disponga así
de un principio de medida inmanente? Tal vez al nivel del Zeus cósmico. Pero ¿y para los
cuerpos al azar y cada mezcla parcial? ¿Acaso no hay un disturbio fundamental del
presente, es decir, un fondo que derroca y subvierte toda medida, un devenir-loco de las
profundidades que se hurta al presente? Y este algo que hay de desmesurado, ¿es
solamente local y parcial, o bien, poco a poco, no alcanza al universo entero, haciendo
reinar por doquier su mezcla venenosa, monstruosa, subversión de Zeus o del mismo
Cronos? ¿No está ya en los estoicos esta doble actitud respecto del mundo, confianza, y
desconfianza, que se corresponde con los dos tipos de mezclas, la blanca mezcla que
extendiéndose conserva, pero también la mezcla negra y confusa que altera? En los
Pensamientos de Marco Aurelio resuena a menudo la alternativa: ¿es ésta la buena
mezcla o la mala? Pregunta que no encuentra su respuesta sino en la medida en que los
dos términos acaban por ser indiferentes, debiendo buscarse en otra parte el estatuto de
la virtud (es decir, de la salud), en otra dirección, en otro elemento: Aión contra Cronos.3
El devenir-loco de la profundidad es pues un mal Cronos, que se opone al presente vivo
del buen Cronos. Saturno gruñe en el fondo de Zeus. El devenir puro y desmesurado de
las cualidades amenaza desde el interior el orden de los cuerpos cualificados. Los
cuerpos han perdido su medida y no son sino simulacros. El pasado y el futuro como
fuerzas desencadenadas se toman la revancha, en un solo y mismo abismo que amenaza
al presente, y a todo lo que existe. Hemos visto cómo Platón expresaba este devenir, al
final de la segunda hipótesis del Parménides: potencia de esquivar el presente (porque
ser presente sería ser, y no ya devenir). Y sin embargo, Platón añade que «esquivar el
presente» es lo que no puede hacer el devenir (porque deviene ahora, y no puede saltar
por encima de este «ahora»). Los dos son verdaderos: la subversión interna del presente
en el tiempo, el tiempo sólo puede expresarla a través del presente, precisamente porque
es interna y profunda. La revancha del futuro y del pasado sobre el presente, Cronos debe
también expresarla en términos de presente, los únicos términos que comprende y que le
afectan. Es su modo propio de querer morir. Se trata pues, otra vez, de un presente
aterrador, desmesurado, que esquiva y subvierte al otro, al buen presente. Cronos ha
pasado de mezcla corporal a corte profundo. En este sentido se, han manifestado las
aventuras del presente en Cronos, y conforme a los dos aspectos del presente crónico,
movimiento absoluto y movimiento relativo, presente global y presente parcial: respecto.
de sí mismo en profundidad, en tanto que estalla o se contrae (movimiento de la
esquizofrenia); y respecto de su extensión más o menos vasta, en función de un futuro y
un pasado delirantes (movimiento de la manía depresiva). Cronos- quiere morir, pero ese
mismo hecho, ¿no implica acaso pasar a otra lectura del tiempo?
1 °) Según Aión, únicamente el pasado y el futuro insisten o subsisten en el tiempo. En
lugar de un presente que reabsorbe el pasado y el futuro, un futuro y un pasado que
dividen el presente en cada instante, que lo subdividen hasta el infinito en pasado y futuro,
en los dos sentidos a la vez. O mejor, es el instante sin espesor y sin extensión quien
subdivide cada presente en pasado y futuro, en lugar de presentes vastos y espesos que
comprenden, unos respecto de otros, el futuro y el pasado. ¿Qué diferencia hay entre este
Aión y el devenir-loco de las profundidades que derrocaba ya a Cronos en su propio
dominio? En el principio de este estudio, podíamos simular que los dos se prolongaban
estrechamente: ambos se oponían al presente corporal y medido, tenían la misma
potencia de esquivar el presente, desarrollaban las mismas contradicciones (de la
cualidad, de la cantidad, de la relación, de la modalidad). A lo sumo había entre ellos un
cambio de orientación: con el Aión, el devenir loco de las profundidades subía a la
superficie, los simulacros se convertían, a su vez, en fantasmas, el corte profundo
aparecía como grieta de 'superficie. Pero ahora sabemos que este cambio de orientación,
esta conquista de la superficie, implica diferencias radicales en todos los sentidos. Es,
aproximadamente, la diferencia entre la segunda y la tercera hipótesis del Parménides, la
del «ahora» y la del «instante». Ya no son el futuro y el pasado quienes subvierten el
presente existente: es el instante quien pervierte el presente en futuro y pasado
insistentes. La diferencia esencial no está entre Cronos y Aión simplemente, sino entre
Aión de las superficies y el conjunto de Cronos y del devenir-loco de las profundidades.
Entre los dos devenires, de la superficie y de la profundidad, no se puede siquiera decir
que tienen algo en común: esquivar el presente. Porque si la profundidad esquiva el
presente, es con toda la fuerza de un «ahora» que opone su presente enloquecido al
sensato presente de la medida; y si la superficie esquiva el presente, es con toda la
potencia de un «instante», que distingue su momento de todo presente asignable sobre el
que lleva una y otra vez la división. Nada sube a la superficie sin cambiar de naturaleza.
Aión ya no es Zeus ni Saturno sino Hércules. Cronos expresaba la acción de los cuerpos
y la creación de cualidades corporales, Aión es el lugar de los acontecimientos
incorporales, y de los atributos distintos de las cualidades. Cronos era inseparable de los
cuerpos que lo llenaban como causas y materias, Aión está poblado de efectos que lo
recorren sin llenarlo jamás. Cronos era limitado e infinito, Aión es ilimitado como el futuro
y el pasado, pero finito como el instante. Cronos era inseparable de la circularidad y de los
accidentes de esta circularidad como bloqueos o precipitaciones, estallidos, dislocaciones,
endurecimientos, Aión es la verdad eterna del tiempo: pura forma vacía del tiempo, que se
ha liberado de su contenido corporal presente, y, con ello, ha desenrollado su círculo, se
extiende en una recta, quizá tanto más peligrosa, más laberíntica, más tortuosa por esta
razón; este otro movimiento del que hablaba Marco Aurelio, el que no tiene lugar ni en lo
alto ni en lo bajo, ni circularmente, sino solamente en la superficie: el movimiento de la
«virtud»... Y si hay un querer-morir también de este lado, es de un modo completamente
diferente.
2 °) Este mundo nuevo, de los efectos incorporales o de los efectos de superficie, es
quien hace posible el lenguaje. Porque es él, como veremos, quien saca los sonidos de su
simple estado de acciones y pasiones corporales; es él quien distingue el lenguaje, quien
le impide confundirse con el rechinamiento de los cuerpos, quien lo abstrae de sus
determinaciones orales-anales. Los acontecimientos puros fundan el lenguaje porque lo
esperan igual como nos esperan, y no tienen existencia pura, impersonal y preindividual
sino en el lenguaje que los expresa. Es lo expresado, en su independencia, lo que funda
el lenguaje o la expresión, es decir, la propiedad metafísica adquirida por los sonidos de
tener un sentido y, secundariamente, de significar, manifestar y designar, en lugar de
pertenecer a los cuerpos como cualidades físicas. Esta es la operación más general del
sentido: es el sentido quien hace existir lo que expresa y, pura insistencia, comienza a
existir entonces en lo que lo expresa. Es propio pues del Aión, como medio de los efectos
de superficie o de los acontecimientos, trazar una frontera entre las cosas y las
proposiciones: la traza con toda su línea recta, y sin esta frontera los sonidos caerían
sobre los cuerpos, las mismas proposiciones no serían «posibles». El lenguaje es posible
gracias a la frontera que lo separa de las cosas, de los cuerpos y no menos de quienes
hablan. Ahora ya podemos retomar el detalle de la organización de superficie tal y como
la determina el Aión. En primer lugar, toda la línea del Aión está recorrida por el Instante,
que no deja de desplazarse sobre ella y falta siempre a su propio sitio. Platón tiene razón
al decir que el instante es atopon, atópico. Es la instancia paradójica o el punto aleatorio,
el sinsentido de superficie y la casi-causa, puro momento de abstracción cuyo papel es,
primeramente, dividir y subdividir todo presente en los dos sentidos a la vez, en
pasado-futuro, sobre la línea del Aión. En segundo lugar, lo que el instante extrae así del
presente, como de los individuos y de las personas que ocupan el presente, son las
singularidades, los puntos singulares proyectados dos veces, una vez en el futuro, una
vez en el pasado, formando bajo esta doble ecuación los elementos que constituyen el
acontecimiento puro: como una bolsa que suelta sus esporas. Pero, en tercer lugar, la
línea recta de doble dirección simultánea traza la frontera entre los cuerpos y el lenguaje,
los estados de cosas y las proposiciones. El lenguaje o sistema de las proposiciones no
existiría sin esta frontera que lo hace posible. Por ello, el lenguaje nace sin cesar, en la
dirección futura del Aión donde es fundado y esperado, aunque también deba decir el
pasado, pero lo dice justamente como el de los estados de cosas que no dejan de
aparecer y de desaparecer en la otra dirección. En una palabra, la línea recta se remite
ahora a sus dos aledaños, a los que separa y a la vez articula uno con otro como dos
series desarrollables. Les remite a la vez el punto aleatorio instantáneo que la recorre y
los puntos singulares que se distribuyen en ella. Tiene pues dos caras, siempre
desiguales, en desequilibrio, una vuelta hacia los estados de cosas, la otra hacia las
proposiciones. Y no es posible reducirlas. El acontecimiento se remite a los estados de
cosas, pero como el atributo lógico de estos estados, completamente diferente de sus
cualidades físicas, aunque les sobrevenga a ellas, se encarne en ellas o se efectúe en
ellas. El sentido es lo mismo que el acontecimiento, pero esta vez remitido a las
proposiciones. Y se remite a las proposiciones como su expresable o su expresado,
completamente diferente de lo que significan, de lo que manifiestan y de lo que designan,
e incluso de sus cualidades sonoras, aunque la independencia de las cualidades sonoras
respecto de las cosas o de los cuerpos esté asegurada únicamente por el conjunto de
esta organización del sentido-acontecimiento. El conjunto de la organización en sus tres
momentos abstractos va pues del punto a la línea recta, de la línea recta a la superficie: el
punto que traza la línea, la línea que hace frontera, la superficie que se desarrolla, se
despliega a ambos lados.
3 °) Muchos movimientos, de mecanismo frágil y delicado, se cruzan: aquel por el cual los
cuerpos, estados de cosas y mezclas tomados en su profundidad llegan a producir
superficies ideales, o fracasan en esta producción; aquel por el cual, inversamente, los
acontecimientos de superficie se efectúan en el presente de los cuerpos, bajo reglas
complejas, aprisionando primeramente sus singularidades en los límites de mundos,
individuos y personas; pero también aquel por el cual el acontecimiento implica algo
excesivo respecto de su efectuación, algo que trastorna los mundos, los individuos y las
personas, y los lleva a la profundidad del fondo que los trabaja y los disuelve. También la
noción de presente tiene varios sentidos: el presente desmesurado, dislocado, como
tiempo de la profundidad y la subversión; el presente variable y medido como tiempo de la
efectuación; y otro presente más, quizá. Porque, ¿cómo podría haber una efectuación
mensurable si un tercer presente no le impidiera caer, en cada instante, en la subversión y
confundirse con ella? Sin duda, podría parecer que el Aión no tiene presente en absoluto
porque, en él, el instante no cesa de dividirse en futuro y pasado. Pero sólo es una
apariencia. Lo que es excesivo en el acontecimiento debe ser realizado, aunque no pueda
ser realizado o efectuado sin ruina. Entre los dos presentes de Cronos, el de la subversión
por el fondo y el de la efectuación en las formas, hay un tercero, debe haber un tercero
que pertenezca al Aión. Y, en efecto, el instante como elemento paradójico o casi-causa
que recorre toda la línea recta también debe ser representado. También en este sentido la
representación puede envolver uña expresión por sus bordes, aunque la expresión misma
sea de otra naturaleza, como el sabio puede «identificarse» con la casi-causa, aunque la
misma casi-causa falte a su propia identidad. Este presente del Aión, que representa el
instante, no es en absoluto como el presente vasto y profundo de Cronos: es el presente
sin espesor, el presente del actor, del bailarín o del mimo, puro «momento» perverso. Es
el presente de la operación pura, y no de la incorporación. No es el presente de la
subversión ni el de la efectuación, sino el de la contra-efectuación, que impide que aquella
derroque a ésta, que impide que ésta se confunda con aquélla, y que viene a redoblar la
doblez.

1 Boèce, Consolation de la philosophie, prosa 6.
2 Véase Diógenes Laercio, VII, 147.
3 Marco Aurelio, Pensamientos, XII, 14. Y VI, 7: «Arriba, abajo, circularmente, es así como los elementos se
mueven. La virtud no sigue en su movimiento ninguna de estas direccciones; es algo más divino, su ruta es
difícil de comprender, pero al fin ella avanza y llega a su fina (Encontramos aquí la doble negación, la del ciclo
y la de un conocimiento superior.)