Todo lo que puede decirse es que cuando se enuncia una proposición institucional, cuando se desencadena un efecto de sentido en un agenciamiento subjetivo, siempre está implicada una micropolítica de la enunciación (o del acto terapéutico). Y que el corolario de dicha implicación es que las referencias científicas son siempre ilusorias. Félix Guattari
Del acontecimiento
El acontecimiento sin duda no se compone sólo de variaciones inseparables, él mismo es inseparable del estado de cosas, de los
cuerpos y de la vivencia en los que se actualiza o se efectúa. Pero también se dirá lo contrario: tampoco el estado de cosas es
separable del acontecimiento que desborda no obstante su actualización por todas partes. Tanto hay que retroceder hasta el
acontecimiento que da su consistencia virtual al concepto como hay que descender hasta el estado de cosas actual que da sus
referencias a la función. De todo lo que un sujeto puede vivir, del cuerpo que le pertenece, de los cuerpos y objetos que se distinguen
del suyo, y del estado de cosas o del campo fisicomatemático que los determinan, se desprende un vaho que no se les parece, y que
toma el campo de batalla, la batalla y la herida como los componentes o variaciones de un acontecimiento puro, en el que
únicamente subsiste una alusión a lo que concierne a nuestros estados. La filosofía como gigantesca alusión. Se actualiza o se
efectúa el acontecimiento cada vez que se lo introduce, deliberadamente o no, en un estado de cosas, pero se lo contra-efectúa cada vez que se lo abstrae de los estados de cosas para extraer de él un concepto. Hay una dignidad del acontecimiento que siempre ha sido inseparable de la filosofía como «amor fati»: igualarse con el acontecimiento, o volverse hijo de los propios acontecimientos: «Mi herida existía antes que yo, he nacido para encarnarla.» He nacido para encarnarla como acontecimiento porque he sabido desencarnarla como estado de cosas o situación vivida. No hay más ética que el amor fati de la filosofía. La filosofía siempre es entre-tiempo. Al que contra-efectúa el acontecimiento, Mallarmé lo llamaba el Mimo, porque esquiva el estado de cosas y «se limita a una alusión perpetua sin romper el hielo». Semejante mimo no reproduce el estado de cosas, como tampoco imita la vivencia, no da una imagen sino que construye el concepto.
Guattari-Deleuze
Qu’est-ce que la philosophic?
cuerpos y de la vivencia en los que se actualiza o se efectúa. Pero también se dirá lo contrario: tampoco el estado de cosas es
separable del acontecimiento que desborda no obstante su actualización por todas partes. Tanto hay que retroceder hasta el
acontecimiento que da su consistencia virtual al concepto como hay que descender hasta el estado de cosas actual que da sus
referencias a la función. De todo lo que un sujeto puede vivir, del cuerpo que le pertenece, de los cuerpos y objetos que se distinguen
del suyo, y del estado de cosas o del campo fisicomatemático que los determinan, se desprende un vaho que no se les parece, y que
toma el campo de batalla, la batalla y la herida como los componentes o variaciones de un acontecimiento puro, en el que
únicamente subsiste una alusión a lo que concierne a nuestros estados. La filosofía como gigantesca alusión. Se actualiza o se
efectúa el acontecimiento cada vez que se lo introduce, deliberadamente o no, en un estado de cosas, pero se lo contra-efectúa cada vez que se lo abstrae de los estados de cosas para extraer de él un concepto. Hay una dignidad del acontecimiento que siempre ha sido inseparable de la filosofía como «amor fati»: igualarse con el acontecimiento, o volverse hijo de los propios acontecimientos: «Mi herida existía antes que yo, he nacido para encarnarla.» He nacido para encarnarla como acontecimiento porque he sabido desencarnarla como estado de cosas o situación vivida. No hay más ética que el amor fati de la filosofía. La filosofía siempre es entre-tiempo. Al que contra-efectúa el acontecimiento, Mallarmé lo llamaba el Mimo, porque esquiva el estado de cosas y «se limita a una alusión perpetua sin romper el hielo». Semejante mimo no reproduce el estado de cosas, como tampoco imita la vivencia, no da una imagen sino que construye el concepto.
Guattari-Deleuze
Qu’est-ce que la philosophic?
Félix Guattari. Líneas de fuga
Editorial Cactus Por otro mundo de posibles
Cual un tesoro escondido, desenterrado, este libro redactado por Guattari en 1979, en paralelo a la escritura de Mil mesetas junto a Deleuze, se mantuvo inédito hasta hoy.
Sin el rictus sistemático del intelectual universalista, que halla totalidades como caídas del cielo, y así erige sus objetos, aquí se nos advierte que solo se buscan direcciones para una investigación en curso, en pos de alumbrar un agenciamiento colectivo de enunciación, capaz de hacer entrar en su dinamismo a individuos y grupos que quieran huir de las redundancias dominantes, pues solo el deseo puede leer el deseo.
En la primera parte, se constata que toda sujeción social está basada en modos de semiotización que “equipan” a individuos y grupos para “protegerlos” de su propio deseo, de sus agenciamientos creadores, de sus líneas de fuga potenciales, de sus devenires. Se trata de plasmar la ficción de que existe “un mundo”, conjurando la “evidencia” de los diferentes -y coexistentes- mundos posibles. La pregunta de Guattari es precisa: ¿es compatible la expresión individual y colectiva del deseo con una coordinación social eficaz a gran escala?
La segunda parte denuncia el rol de las teorías lingüísticas como otros tantos frenos a los agenciamientos liberadores, y perfila una pragmática que conjura los universales de la lengua, y reemplaza sus árboles por rizomas de conexiones polívocas en un plano de inmanencia.
El final presenta semióticas infra-individuales cuya sola evocación da prueba del método guattariano, y donde deslumbra su fuerza de creación desmesurada: rostridades, ritornelos, briznas de hierba, frases musicales, componentes en las que el elemento más frágil, inmaterial y artificial juega un rol de “pasaje” que nos hará oscilar desde formaciones pesadas, redundantes, hacia mundos de gracia y belleza.
Cual un tesoro escondido, desenterrado, este libro redactado por Guattari en 1979, en paralelo a la escritura de Mil mesetas junto a Deleuze, se mantuvo inédito hasta hoy.
Sin el rictus sistemático del intelectual universalista, que halla totalidades como caídas del cielo, y así erige sus objetos, aquí se nos advierte que solo se buscan direcciones para una investigación en curso, en pos de alumbrar un agenciamiento colectivo de enunciación, capaz de hacer entrar en su dinamismo a individuos y grupos que quieran huir de las redundancias dominantes, pues solo el deseo puede leer el deseo.
En la primera parte, se constata que toda sujeción social está basada en modos de semiotización que “equipan” a individuos y grupos para “protegerlos” de su propio deseo, de sus agenciamientos creadores, de sus líneas de fuga potenciales, de sus devenires. Se trata de plasmar la ficción de que existe “un mundo”, conjurando la “evidencia” de los diferentes -y coexistentes- mundos posibles. La pregunta de Guattari es precisa: ¿es compatible la expresión individual y colectiva del deseo con una coordinación social eficaz a gran escala?
La segunda parte denuncia el rol de las teorías lingüísticas como otros tantos frenos a los agenciamientos liberadores, y perfila una pragmática que conjura los universales de la lengua, y reemplaza sus árboles por rizomas de conexiones polívocas en un plano de inmanencia.
El final presenta semióticas infra-individuales cuya sola evocación da prueba del método guattariano, y donde deslumbra su fuerza de creación desmesurada: rostridades, ritornelos, briznas de hierba, frases musicales, componentes en las que el elemento más frágil, inmaterial y artificial juega un rol de “pasaje” que nos hará oscilar desde formaciones pesadas, redundantes, hacia mundos de gracia y belleza.
Otro genial título de Cactus
Gilbert Simondon Imaginación e invención
Un año antes de este curso sobre Imaginación e invención (1965-1966), Gilbert Simondon había llegado a varias conclusiones en su Curso sobre la percepción. Una de ellas será de vital importancia en tanto empalme y punto de partida del análisis de la imagen mental: que la motricidad precede a la sensorialidad, es decir que hay tendencias motrices que operan sin necesidad de que exista aún percepción o encuentro del objeto. Por otro lado, y es el comienzo de este curso, que se puede pensar la existencia de la imagen sin necesidad de una conciencia imaginante o de una toma de conciencia reflexiva.
Cerca de Bergson entonces, y lejos de Sartre, Simondon nos presentará un ciclo de la imagen mental en cuatro fases, las antedichas tendencias motrices, imágenes pre-perceptivas; las imágenes que surgen en el encuentro entre el organismo y el medio, en la realidad perceptivo-motriz y su encuentro con el objeto; y la realidad de las imágenes-recuerdo que afloran el símbolo, posterior al encuentro con el objeto. El ciclo culmina en la saturación de la realidad simbólica que desemboca en la invención creadora. Y todo este ciclo vuelve a comenzar a otro nivel. Continuidad entonces entre imaginación e invención, pero entonces también entre naturaleza y técnica, y continuidad aun más profunda y fundamental en tanto todas las fases del ciclo de la imagen anuncian una expansión fuera del individuo, en una proyección amplificante, que culminando en la acumulación de las invenciones compatibilizantes, conlleva la incorporación de realidades ante todo no-humanas a un mundo que tiene sentido para el hombre.
Un mundo de objetos creados, variopinto pero donde no todo da igual, donde existen capas externas y superficiales, aquellas que colman nuestras necesidades de manifestación, otras capas –medias– reproductoras de lo existente, donde reina la defensa a capa y espada de las formas con-sagradas, donde nada se gana y nada se pierde, y luego (y esta vale más para Simondon) una capa instrínseca, esencial, de la que dependen las otras, núcleo que desborda tanto lo dado como su formalización, entregando una solución siempre superior al problema que resuelve pues opera por amplificación, y que revela la auto-correlación estructural y funcional del objeto, auto-correlación en el sentido de que el objeto se reúne con sus propias formas implícitas. Cactus
Agenciamiento Blanchot-Hockney
Habría un hiato de tiempo, lo mismo que una distancia de lugar, que no pertenecen ni al tiempo ni al lugar. En dicha distancia, pasaríamos a escribir.
Maurice Blanchot
Pintura: Garrowby Hill, 1998 oil on canvas, 60x76 in. David Hockney
Seminario Virtual:
Bacon-Deleuze
Tríptico Prigogine-Simondon-Deleuze. Ilustrado por Paul Jackson Pollock
Ilya Prigogine: El no equilibrio como origen del orden. Este es uno de los principios más generales que podemos formular actualmente. Las partículas elementales, han resultado ser casi todas inestables.
Gilbert Simondon: Pensamiento en devenir. Como participación en lo que el mundo es y no en lo que necesitamos que sea.
Gilles Deleuze: El individuo no es solamente un resultado, sino un entorno de individuación.
Pintura: Jackson Pollock: “Blue Poles: Number 11, 1952”
Seminario Virtual:
Bacon-Deleuze
La vida como obra de arte
El filósofo, el psicólogo y el pintor
Pintar nos conecta con esa fábrica que es el inconsciente. Pintar nos ubica en un devenir productor. Pintar es conectarnos con nuestro gesto espontáneo. Conectarnos con el gesto espontáneo de un pintor nos modifica en lo intenso. Nos disuelve los aparatos de captura, cuyas fuerzas de sometimiento no descansan. Conectarse con la pintura nos relaciona con el Poder Hacer. Plegamos un Afuera consistente y rico en materia expresiva. Conectarnos con la pintura nos da Risa.
Seminario virtual: BACON-DELEUZE
La vida como obra de arte
Seminario virtual: BACON-DELEUZE
La vida como obra de arte
Félix de Bifo por Cactus
Franco Berardi Bifo
Félix
Narración del encuentro con el pensamiento de Guattari,
cartografía visionaria del tiempo que viene.
cartografía visionaria del tiempo que viene.
Franco Berardi Bifo recorre el pensamiento de Félix Guattari (desde Psicoanálisis y transversalidad hasta Caosmosis, incluyendo sus trabajos junto a Deleuze) al interior de las elaboraciones teóricas y de la práctica político-existencial de la generación del 68, del 77; y también de Seatlle. Pero no solamente, la lista podría continuar, aquí y allá, deGénova hasta la actualidad.
Pero el libro no terminaría nunca –dice Bifo– porque el pensamiento rizomático es la cartografía de las regiones por venir, y por lo tanto las regiones en las cuales este prolifera no dejan de desplegarse ante mis ojos. Al igual que en un viaje.
De este modo, Bifo transita del campo de la filosofía a la política y al psicoanálisis, de la biotecnología al ciberpensamiento; revisita los nombres propios de la filosofía, Bergson, Nietzsche, Spinoza; y, por supuesto, a los amigos: tras Guattari el encuentro con Deleuze es siempre inminente.
Pero aquí Bifo se encarga de subrayar una cuestión filosófica esencial, a menudo soslayada: existe Deleuze sin Guattari, existe Guattari sin Deleuze, y luego existe la máquina rizomática que se pone en movimiento a partir del encuentro entre ambos.
Y se desplaza desde destinos ineludibles y esperanzadores, como el esquizoanálisis, hacia otros aún inexplorados, a penas insinuados, pero no menos felices, como el budismo y el tantrismo. ¿Estamos en presencia de un filosofar “míxtico”?
Es su viaje, diría Félix. Un amigo de quien Bifo habla en este libro, cuando visita (ya molecularmente)la región ¿política? ¿post- política? dela amistad: la lección más rica de la historia de los movimientos.
Pero el libro no terminaría nunca –dice Bifo– porque el pensamiento rizomático es la cartografía de las regiones por venir, y por lo tanto las regiones en las cuales este prolifera no dejan de desplegarse ante mis ojos. Al igual que en un viaje.
De este modo, Bifo transita del campo de la filosofía a la política y al psicoanálisis, de la biotecnología al ciberpensamiento; revisita los nombres propios de la filosofía, Bergson, Nietzsche, Spinoza; y, por supuesto, a los amigos: tras Guattari el encuentro con Deleuze es siempre inminente.
Pero aquí Bifo se encarga de subrayar una cuestión filosófica esencial, a menudo soslayada: existe Deleuze sin Guattari, existe Guattari sin Deleuze, y luego existe la máquina rizomática que se pone en movimiento a partir del encuentro entre ambos.
Y se desplaza desde destinos ineludibles y esperanzadores, como el esquizoanálisis, hacia otros aún inexplorados, a penas insinuados, pero no menos felices, como el budismo y el tantrismo. ¿Estamos en presencia de un filosofar “míxtico”?
Es su viaje, diría Félix. Un amigo de quien Bifo habla en este libro, cuando visita (ya molecularmente)la región ¿política? ¿post- política? dela amistad: la lección más rica de la historia de los movimientos.
Índice
Cartografías en devenir
Primera parteLa depresión Félix
Capitalismo mundial integrado
Psicopatía planetaria
Sensibilidad postmediática
Capitalismo mundial integrado
Psicopatía planetaria
Sensibilidad postmediática
Segunda parteInstrucciones para el uso
Deleuze
El Anti-Edipo y el ´68
Kafka, hipertexto y agenciamiento
El huevo tántrico
La Caosmosis
La provisoria eternidad de la amistad
Deleuze
El Anti-Edipo y el ´68
Kafka, hipertexto y agenciamiento
El huevo tántrico
La Caosmosis
La provisoria eternidad de la amistad
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De las fuerzas
Todo lo que separe una
fuerza de lo que puede hacer, es reactivo.
Toda fuerza que vaya hasta
el límite de su potencia, es activa.
Del acontecimiento Alicia
Todo empieza en Lewis Carroll con un combate horrible. Se trata del combate de las profundidades: hay cosas que estallan o nos hacen estallar, cajas que son demasiado pequeñas para su contenido, alimentos tóxicos o venenosos, tripas que se alargan, monstruos que nos engullen. Un hermano pequeño utiliza a su hermano pequeño como cebo. Los cuerpos se mezclan, todo se
mezcla en una especie de canibalismo que junta el alimento y el excremento. Hasta las palabras se comen. Es el ámbito de la acción y de la pasión de los cuerpos: cosas y palabras se dispersan en todos los sentidos o por el contrario se sueldan en bloques indescomponibles. Todo es horrible en el fondo, todo es sinsentido. Alicia en el país de las maravillas debería para empezar llamarse Las aventuras subterráneas de Alicia.
¿Pero por qué Carroll no utiliza este título?
Pues porque Alicia conquista progresivamente las superficies. Emerge o vuelve a subir a la superficie. Crea superficies. Los movimientos de hundimiento y de enterramiento dejan paso a ligeros movimientos laterales de deslizamiento; los animales de las profundidades se vuelven figuras de naipes sin espesor. A mayor abundamiento, Del otro lado del espejo toma posesión de la superficie de un espejo, instituye la de un tablero de ajedrez.
Puros acontecimientos escapan de los estados de cosas.
De la sensación
Mientras el material dure, la sensación goza de una eternidad durante esos mismos instantes. La sensación no se realiza en el material sin que el material se traslade por completo a la sensación, al percepto o al afecto. Toda la materia se vuelve expresiva. Es el afecto lo que es metálico, cristalino, pétreo, etc., y la sensación no está coloreada, es coloreante, como dice Cézanne. Por este motivo quien sólo es pintor también es algo más que pintor, porque «hace que surja ante nosotros, sobresaliendo del lienzo fijo», no la similitud, sino la sensación pura «de la flor torturada, del paisaje lacerado por el sable, arado y prensado», devolviendo «el agua de la pintura a la naturaleza».’ Sólo se cambia de un material a otro, como del violín al piano, del pincel a la brocha, del óleo al pastel en tanto en cuanto lo exija el compuesto de sensaciones. Y por muy grande que sea el interés del artista por la ciencia, jamás un compuesto de sensaciones se confundirá con las «mezclas» del material que la ciencia determina en los estados de cosas, como eminentemente pone de manifiesto la «mezcla óptica» de los impresionistas. La finalidad del arte, con los medios del material, consiste en arrancar el percepto de las percepciones de objeto y de los estados de un sujeto percibiente, en arrancar el afecto de las afecciones como paso de un estado a otro. Extraer un bloque de sensaciones, un mero ser de sensación. Para ello hace falta un método, que varía con cada autor y que forma parte de la obra: basta con comparar a Proust y a Pessoa, en quien la búsqueda de la sensación como ser inventa procedimientos diferentes. Los escritores no se encuentran al respecto en una situación diferente de los pintores, de los músicos, de los arquitectos. El material particular de los escritores son las palabras, y la sintaxis, la sintaxis creada que sube irresistiblemente en su obra y pasa a la sensación. Para salir e las percepciones vividas no basta evidentemente con la memoria, que sólo invoca percepciones antiguas, ni con una memoria involuntaria que añade la reminiscencia como factor conservante el presente. La memoria interviene muy poco en el arte (incluso sobre todo en Proust). Bien es verdad que toda obra de arte es un monumento, pero el monumento no es en este caso lo que conmemora un pasado, sino un bloque de sensaciones presentes que sólo ellas mismas deben su propia conservación, y otorgan al acontecimiento el compuesto que lo conmemora. El acto del monumento no es la memoria, sino la fabulación. No se escribe con recuerdos de la infancia, sino por bloques de infancia que son devenires-niño del presente.
Coloquio Internacional Gilbert Simondon
Invitación a un nuevo pensamiento para las
ciencias y las artes
La organización de este coloquio responde a la fuerza que transmitió Simondon a lo largo de varios años de un grupo de estudio transdisciplinario que se fue tejiendo por entusiasmo. Esa misma fuerza transdisciplinaria es la que se pretende expandir a través de diversas interpretaciones sobre su obra que se han ido elaborando en ese tiempo, entroncando con la importancia que va adquiriendo su teoría y, en la medida de lo posible, contribuyendo a que siga creciendo.
Expositores y ponencias
Gonzalo S. Aguirre, "Preindividuación y fuerza transductiva en la escritura de Gilbert Simondon. Correspondencias entre Spinoza y Nietzsche "
Daniel Alvaro, "Lo transindividual: de Simondon a Marx "
Vincent Bontems, "The alienation of machines according to Simondon "
Laureano Correa, "Zaratustra y el equilibrista: un encuentro transindividual "
Christian de Ronde, "Gilbert Simondon y la física cuántica: ontología relacional y fenómenos táctiles"
Juan Manuel Heredia, "La individuación psíquico-colectiva y la cuestión de la afecto-emotividad"
Natalia Ortiz Maldonado, "Simondon y la estética, por una desdisciplinarización sensible"
Pablo E. Rodriguez, "Lo que Foucault non da, Simondon sí lo presta a través de Deleuze. Historias intelectuales y actualidad intempestiva de un pensamiento "
Yo es otro
La constatación poética o, mas tarde, psicológica de la pluralidad de la
persona ("yo es otro"), puede en efecto interpretarse, desde un punto
de vista socioantropológico, como expresión de un continuum infranqueable.
Nosotros no valemos más que, en tanto que estamos vinculados a un grupo.
Michel Maffesoli
De la escritura
El límite no está fuera del lenguaje, sino que es su afuera: se compone de visiones y de audiciones no lingüísticas, pero que sólo el lenguaje hace posibles. También existen una pintura y una música propias de la escritura, como existen efectos de colores y de sonoridades que se elevan por encima de las palabras. Vemos y oímos a través de las palabras, entre las palabras. Beckett hablaba de «horadar agujeros» en el lenguaje para ver u oír «lo que se oculta detrás».
René Schérer por LDF
El radar libertario
René Schérer es un gran fotógrafo. René Schérer, en verdad, es un filósofo que ha escrito al modo de polaroids en torno a la figura de Gilles Deleuze. Su libro Miradas sobre Gilles Deleuze (Editorial Cactus) son vistas, encuadres, fotos hiperrealistas o fuera de foco, fotogramas ampliados, con gran angular y de variadas constituciones ópticas. Esas miradas de Schérer componen una intimidad, una cercanía, un afecto que es evidente pero no exento de rigor, de letanía, de consistencia filosófica, de densidad y hondura franca, sin rebusque ni rulo: una alegría del pensar, una celebración de la creación. Miradas sobre Gilles Deleuze puede considerarse una buena aproximación al pensamiento deleuzeano, pero también, y sobre todo, a la filosofía de René Schérer. Hablar de Deleuze para hablar de Schérer, quizá la operación más propicia sea esa.
¿Qué nos dicen estas miradas? Al comienzo, en el preludio, en tono de amistad, se anuncia: “Eso es Deleuze, aquel que desde el principio convirtió su filosofía tan atractiva, fuera de toda inquietud de orden teórico y de obediencia, en el deslumbramiento provocado por sus fulguraciones: esa hospitalidad, ese acto de amistad y de amor. Ella le ha dado a mucha gente la posibilidad simple de pensar, de no avergonzarse de su propio pensamiento o de su falta de pensamiento; los ha despertado al ejercicio del pensamiento, los ha reconciliado con él”. Hospitalidad y ausencia de vergüenza: riesgo, coraje; a fin de cuentas, aprender a pensar por uno mismo implica arrasar con todo lo previo e incluso pensar contra uno mismo, barrer con lo “personal”, de allí la afirmación de la impersonalidad reclamada por Deleuze y señalada por Schérer. Paradójicamente, pocos filósofos más originales y personales que Deleuze.
Tanto Gilles como Schérer fueron contra los terrorismos ideológicos de su época, contra las verdades homogéneas, tanto las marxistas-leninistas-maoístas como las iglesias freudianas-lacanistas. La libertad de la Universidad de Vincennes y la fórmula extraordinaria de Deleuze: “Antes que juez, barrendero”. La hospitalidad deleuzeana, la amistad y el ímpetu libertario de este anarquista coronado trasuntan en René Schérer y su lectura de Charles Fourier, el socialista utópico del siglo XIX, el hedonista y gastrónomo conceptual, el cultor de la comunidad placentera.
Tanto Gilles como Schérer fueron contra los terrorismos ideológicos de su época, contra las verdades homogéneas, tanto las marxistas-leninistas-maoístas como las iglesias freudianas-lacanistas. La libertad de la Universidad de Vincennes y la fórmula extraordinaria de Deleuze: “Antes que juez, barrendero”. La hospitalidad deleuzeana, la amistad y el ímpetu libertario de este anarquista coronado trasuntan en René Schérer y su lectura de Charles Fourier, el socialista utópico del siglo XIX, el hedonista y gastrónomo conceptual, el cultor de la comunidad placentera.
El desprecio y la burla que sufrieron los llamados filósofos del deseo, hijos del Mayo del ’68, todos ellos: de Foucault a Lyotard, de Hocquenghem al propio Schérer, de Guattari a Vaneigem. Tildados de irracionales, en rigor eran nietzscheanos de izquierda (varios de ellos), imposibles de uniformar, mucho menos “posmodernos”. La cuestión era el vitalismo, esas bombas libertarias que siguen humeando en el libro homenaje de Schérer a Deleuze, en torno a pictogramas preciosos y amorosos: la amistad, la escritura, la vida, lo impersonal, el deseo, la homosexualidad, la fábrica del inconsciente, la subjetividad, la utopía, y pocas cosas más. La “nueva izquierda” clamaba por poetizar la vida cotidiana, por estetizarla, por producir nuevas formas de existencia y resistencias micropolíticas, por pegar con la misma fuerza y por igual a las derechas retrógradas y las izquierdas paquidérmicas.
Toda la filosofía de Deleuze es una afirmación de la vida y un himno a su intensidad. Dice Schérer: “La originalidad de Deleuze consiste, por el contrario, en que se impuso muy tempranamente una ruptura con todas las tendencias contemporáneas que nos agitaban a nosotros, estudiantes: a la cabeza, marxismo y fenomenología. A contracorriente, con un dandismo –tanto intelectual como de modales y de apariencia– reconocido por todos, eligió como referencias a Hume, a Bergson, a Proust, a un Nietzsche que deslumbró y aseguró su reputación de virtuosismo”. Ese linaje, esa cartografía, era la andanza intelectual que Schérer valora de Deleuze como ejercicio de libertad. Y también, claro, el cine, la “superioridad” de la literatura angloamericana (por liberarse del psicologismo y el moralismo tan propio del sucio secretito francés) o las maravillosas conversaciones con Claire Parnet en torno al surf, el tenis o los videoclips.
Toda la filosofía de Deleuze es una afirmación de la vida y un himno a su intensidad. Dice Schérer: “La originalidad de Deleuze consiste, por el contrario, en que se impuso muy tempranamente una ruptura con todas las tendencias contemporáneas que nos agitaban a nosotros, estudiantes: a la cabeza, marxismo y fenomenología. A contracorriente, con un dandismo –tanto intelectual como de modales y de apariencia– reconocido por todos, eligió como referencias a Hume, a Bergson, a Proust, a un Nietzsche que deslumbró y aseguró su reputación de virtuosismo”. Ese linaje, esa cartografía, era la andanza intelectual que Schérer valora de Deleuze como ejercicio de libertad. Y también, claro, el cine, la “superioridad” de la literatura angloamericana (por liberarse del psicologismo y el moralismo tan propio del sucio secretito francés) o las maravillosas conversaciones con Claire Parnet en torno al surf, el tenis o los videoclips.
Deleuze fue contra todo: el Estado, el mercado, la subjetividad, Freud, Marx, el freudomarxismo, Lacan y la fenomenología. Esos martillazos abruptos, ese rapto, son lo que fascina a Schérer. Ahora bien, ¿quién es René Schérer? Nacido en 1922, con flamantes 90 años es profesor emérito en la Universidad París 8 (Vincennes-Saint Denis). La obra de Schérer, poco y nada traducida al español, es grande y brillante, tan solar como la de su admirado Deleuze. Sexualidad, infancia, pedagogía, anarquismo y hedonismo surgen como puntas de lanza y obsesiones. Ferviente investigador de la obra de Charles Fourier, colaborador de la revista Chimères, creada por los propios Deleuze y Guattari, estuvo vinculado al Frente Homosexual de Acción Revolucionaria a la par de su amigo Guy Hocquenghem, junto a quien coescribió El alma atómica: para una acción estética de la era nuclear (1986). Texto en el que los conceptos toman cuerpo con filosofías como el dandismo, el gnosticismo y el epicureísmo. Posteriormente, Schérer prologó la reedición del ensayo más interesante y canónico de Hocquenghem: El deseo homosexual, de 1972, libro que puede ser considerado la primera obra de la teoría queer. Apoyado precisamente en Deleuze y Guattari, el autor critica los modelos del deseo derivados de la obra de Lacan y Freud, y trata la relación entre el capitalismo y la sexualidad, la dinámica del deseo y las consecuencias políticas sobre las identidades.
La obra de Schérer comprende más de veinte ensayos. Su último texto es una reivindicación del anarquismo, donde a propósito señalaba recientemente: “Soy muy escéptico con respecto a la noción de organización. Desde el momento en que hay organización, hay claudicaciones, directivas y autoritarismo. Algo que choca con el compromiso filosófico tal como yo lo entiendo, es decir, un compromiso no organizacional. Acabo de terminar la redacción de un libro titulado Nourritures anarchistes, compuesto de reflexiones más o menos dispersas sobre esta búsqueda. El anarquismo es un ingrediente presente en todos lados. Cuando un pensamiento quiere ser libre y contestatario, se encuentra con la anarquía. Defino el anarquismo como el rechazo de las trascendencias, de las autoridades jerárquicas, pero también de las instancias, los conceptos, las nociones y las instituciones (la nación, el Estado o la familia) que prevalecerían sobre las decisiones individuales. Es lo que la filosofía ha venido llamando, desde Bacon en el siglo XVII, ‘los ídolos’. La filosofía consuma la ruptura con los ídolos”.
La obra de Schérer comprende más de veinte ensayos. Su último texto es una reivindicación del anarquismo, donde a propósito señalaba recientemente: “Soy muy escéptico con respecto a la noción de organización. Desde el momento en que hay organización, hay claudicaciones, directivas y autoritarismo. Algo que choca con el compromiso filosófico tal como yo lo entiendo, es decir, un compromiso no organizacional. Acabo de terminar la redacción de un libro titulado Nourritures anarchistes, compuesto de reflexiones más o menos dispersas sobre esta búsqueda. El anarquismo es un ingrediente presente en todos lados. Cuando un pensamiento quiere ser libre y contestatario, se encuentra con la anarquía. Defino el anarquismo como el rechazo de las trascendencias, de las autoridades jerárquicas, pero también de las instancias, los conceptos, las nociones y las instituciones (la nación, el Estado o la familia) que prevalecerían sobre las decisiones individuales. Es lo que la filosofía ha venido llamando, desde Bacon en el siglo XVII, ‘los ídolos’. La filosofía consuma la ruptura con los ídolos”.
La ruptura con la idolatría, con la adoración, con el seguimiento ciego, está en el pulsar de Schérer y del clima libertario de Mayo del ’68. Si bien algunas ideas han sido travestidas, cooptadas o quizá refinadas por el capitalismo, la visión de Schérer sigue persistiendo en ello, en particular en relación con el discurso del deseo que atraviesa la fibra de su pensamiento. En este sentido, en su mirada sobre Deleuze nos dice: “La tarea de cada uno consiste en llevar esa vida, con y por el prójimo, a la mayor intensidad, a la potencia más elevada. Lo cual no quiere decir poder sobre los otros, todo lo contrario. Fuerza a resistir a todos los poderes instalados, a reírse de la opinión, a construir nuevas e insólitas alianzas entre sexos y reinos. El Anti Edipo reencaminaba una razón extraviada, abusada por ciencias ilusorias, mistificadoras, como el psicoanálisis y el marxismo, cada una de su lado confiscatoria de la vida profusa y deseante, con el objetivo de castrarla, sea en nombre de la pudibundez revolucionaria proletaria, sea en miras de la salud mental y de la normalización de la persona social”. De modo que: castración, homofobia y antihedonismo de la izquierda revolucionaria a la par que normalización y edipización de la terapia psicoanalítica tradicional, aquí las grandes críticas de Schérer hacia el marxismo y el psicoanálisis, las mismas que marcaron los propios Deleuze y Guattari. Vale decir, esa vida de deseo no está encerrada en la pulsión sino que reside fuera de ella, en los agenciamientos y los vínculos, y –sobre todo– el psicoanálisis no está interesado en la exploración de las potencias constructivas del deseo sino en su reducción a las figuras convencionales, como la familia o los vínculos de padres e hijos.
Un tema capital en el pensamiento de Schérer será la reflexión en torno a la homosexualidad. Allí el propio Gilles Deleuze será el arma de fuego conceptual para pensar. Acompañado de su Guy Hocquenghem, la filosofía de Schérer da cuenta, por ejemplo, de la expresión “devenir-mujer” presente en Mil mesetas (1980), de Deleuze y Guattari. En su apartado al respecto, señala: “La homosexualidad bajo todas sus formas ha ejercido sobre Gilles Deleuze una innegable atracción. Está acompañada por la seducción, por la propia fascinación de una deriva minoritaria por fuera de los caminos trillados y de los consensos triviales, por una ruptura con las representaciones de la opinión común (…) La homosexualidad, esa fuerza que corta transversalmente la sociedad y hace que se reúnan los aristócratas y los bajos fondos. Opera una torsión de las fuerzas del afuera y hace abrazar interiormente las causas de las Panteras Negras, de los palestinos, de los transexuales, un heroísmo común”. En Schérer, como en Deleuze, la homosexualidad es, entonces, lo heroico por minoritario, allí encalla con los otros héroes: los negros, las mujeres, los judíos, los palestinos, los latinos. Es en Deleuze, un heterosexual protegido por Fanny Grandjouan, su amada mujer, su pasión pivotante, en quien Foucault, Schérer o Hocquenghem, tres homosexuales, encuentran palabras de combate, pasión, recepción y desarticulación de su deseo. Deleuze fue el heterosexual más homosexualizado.
Es el de René Schérer un pensamiento que tiene visos de un sabio en su nonagésimo aniversario. Redescubierto y citado por Michel Onfray como un escalón más en su contrahistoria filosófica anarquizante y hedonista, su sitio es de privilegio y también insular en la filosofía francesa contemporánea. En Política del rebelde (1989), Onfray lo toma como una figura libertaria que enarbola la resistencia y la insumisión de esa genealogía que se propone “terminar” con el Mayo del ’68. Esa conclusión es total en Schérer, un filósofo que aprendió la lección deleuzeana y no se avergonzó de nada: ni de su pensamiento, ni de su sexualidad, ni de su cuerpo, ni de su política ni de su estética. Al cierre de sus miradas sobre Deleuze, nos dice: “La utopía: nada más que lo real”.
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Hablar no es ver
¿Qué son los monstruos de Goya? Son la determinación en cuanto ella sale inmediatamente de un indeterminado que subsiste a través de ella. Es lo que Blanchot llama una relación verdadera de lo determinado con lo indeterminado. Una relación verdadera de tal manera que lo indeterminado subsiste a través de la determinación, y que la determinación sale inmediatamente de lo indeterminado. Se llamará un monstruo a la determinación que sale inmediatamente de un indeterminado que subsiste bajo la determinación.... Bueno tenemos la respuesta... Blanchot no puede decir: e inversamente, puede decir: hablar no es ver, no puede decir: ver no es hablar, pues él solo ha concebido una forma: la determinación, forma de la determinación... forma de la espontaneidad de la palabra, y la palabra esta relacionada con la determinación, entonces ver o bien se deslizará en lo indeterminado, o bien solo será una especie de estado preparatorio para el ejercicio de la palabra.