El inconsciente freudo-lacaniano está individualizado, es
personológico y familiarista; pone en juego imagos y componentes imaginarios;
se dirige hacia el pasado y se apoya en una psicogénesis, destacando la
infancia, no puede revelarse más que por la transferencia y la interpretación y
es, finalmente, significante. Con este inconsciente no podemos hacer nada; no
tenemos nada que ver con él. Necesitamos un inconsciente que nos permita
comprender no solamente lo que sucede a nivel de individuos aislados, sino
colectivamente; no sólo a nivel de grupos de individuos, sino también de grupos
de órganos, de grupos de funciones, de procesos materiales, ecológicos,
fisiológicos, etnológicos, económicos y políticos de cualquier naturaleza. En
otras palabras, este inconsciente no está hecho sólo de palabras, sino de
cadenas de significantes que ponen en juego elementos de espacio, elementos de
percepción, elementos biológicos; cadenas semióticas y económicas que las
intervenciones de los medios de comunicación masiva ponen en juego. El
inconsciente, me espetarán, responderán ustedes, es todo lo que dicen: es
imaginario, espacial, económico. Pero diciendo esto, lo reducen a la categoría
de lo significante de tipo lacaniano y requieren de esa categoría que explique
el funcionamiento del inconsciente. Poco importa, entonces, asociarlo con esto,
a partir del momento en que socialmente se reduce a significante de una
subjetividad individualizada. La fórmula clave del lacanismo está en decir que
un significante representa a un sujeto para otro significante; el inconsciente
está, por lo tanto, ligado a una especie de material transemiótico que es el
significante y que es inseparable del sujeto. A todo eso, contestaré que no
tenemos necesidad de especialistas de este tipo de inconsciente, funcionarios a
los que se les remunera muy bien y que, en Francia al menos, ya no pagan
impuestos. No necesitamos personas que pretenden ser neutras y se benefician
con los problemas del inconsciente. Los verdaderos problemas del inconsciente
no son neutros ni benefactores. No existe ni un solo problema del inconsciente
que no implique una problemática micropolítica a nivel de la familia, de la
empresa, de la escuela, del barrio o grupo social en el que se halla inmerso.
Esta micropolítica plantea problemas políticos fundamentales.
Para concluir diré, simplemente, que el modelo de
inconsciente que necesitamos no puede ser reducido ni a imágenes, ni a
familias, ni a lenguaje, ni a una técnica de lectura ni de interpretación a
través de la transferencia. El inconsciente real de hoy está hecho también de
problemas económicos, monetarios, de espacio; problemas del cuerpo, biológicos;
de problemas de represión social. Es un inconsciente heterogéneo al que sólo
puede tomársele colectivamente. Está delante de nosotros, al alcance de la
mano; no detrás, en los arquetipos, en la estructura, en los complejos, cuya
llave la tendrían sólo los especialistas. Félix Guattari