Fue uno de los más extraordinarios oradores de su tiempo, y el más grande de quienes tenían por profesión enseñar la filosofía. Lo comprendía un pequeño número.
Fue perseguido; objeto de una envidia que jamás ceso. Despreciaba esas miserias a causa de la alegría de su vida que era filosofar.
Suidas in Philosophie 47 par André Bernold - 01/09/1995