La historia de la filosofía está recargada del problema del Ser, del Es. Se discute sobre el juicio de atribución (el cielo es azul) y el juicio de existencia (Dios es) que a su vez supone el otro. En realidad se trata del verbo ser y de la cuestión del primer principio. No basta con crear una lógica de relaciones. Hay que ir mas lejos, hacer que el encuentro con las relaciones penetre y corrompa todo, mine el ser, lo haga bascular. Sustituir el es por el Y.
A. y B.
El Y ni siquiera es una relación o una conjunción particular, es lo que sustenta todas las relaciones, el camino de todas ellas, lo que hace que las relaciones se escapen de sus términos y del conjunto de ellos y de todo lo que podría determinarse como ser, un todo. El Y como extra-ser, inter-ser. Aún así las relaciones podrían establecerse entre sus términos, o entre dos conjuntos, de uno a otro, pero el Y da otra dirección a las relaciones y hace que los términos y los conjuntos huyan siguiendo la línea de fuga que activamente él mismo ha creado. Se trata de una multiplicidad que solo está en el Y, que no tiene la misma naturaleza que los elementos, los conjuntos e incluso sus relaciones.