Finalmente, y con la debida lentitud de rigor, llegué a tercero. Ya era tiempo de salir del círculo materno, de desacostumbrarse por fin a esa rutina que es tan nefasta para la vida práctica. Poseía en mí la ciencia de algunas enciclopedias, todas mis posibles inclinaciones se habían despertado ya, escribía poemas y dramas horripilantes y mortalmente aburridos, me martirizaba con la composición de música sinfónica y se me había metido en la cabeza la idea de adquirir un saber y un poder universales, tanto que me hallaba en peligro de convertirme en un completo cabeza de chorlito y en un visionario.
Por eso me vino muy bien, desde todos los puntos de vista, en calidad de alumno interno de la escuela provincial de Pforta, dedicarme durante seis años a concentrar mis fuerzas y dirigirlas hacia metas muy concretas.
Todavía no he dejado atrás esos seis años; sin embargo, puedo considerar ya maduros los frutos de este período, pues siento sus efectos en todo lo que actualmente emprendo.
Así pues, puedo mirar con agrado casi todo lo que me ha ocurrido, ya sean alegrías o penas; los acontecimientos me han conducido hasta ahora como a un niño.
Ya va siendo hora, tal vez, de tomar yo mismo las riendas de los acontecimientos y entrar de lleno en la vida.
Y de este modo el hombre se libera de todo aquello que lo encadena; no necesita dinamitar las rocas, sino que, inesperadamente, éstas caen por sí solas cuando un dios se lo ordena. Y ¿dónde está el grillete que al final aún le aprisiona? ¿Es el mundo? ¿Es Dios?
Por eso me vino muy bien, desde todos los puntos de vista, en calidad de alumno interno de la escuela provincial de Pforta, dedicarme durante seis años a concentrar mis fuerzas y dirigirlas hacia metas muy concretas.
Todavía no he dejado atrás esos seis años; sin embargo, puedo considerar ya maduros los frutos de este período, pues siento sus efectos en todo lo que actualmente emprendo.
Así pues, puedo mirar con agrado casi todo lo que me ha ocurrido, ya sean alegrías o penas; los acontecimientos me han conducido hasta ahora como a un niño.
Ya va siendo hora, tal vez, de tomar yo mismo las riendas de los acontecimientos y entrar de lleno en la vida.
Y de este modo el hombre se libera de todo aquello que lo encadena; no necesita dinamitar las rocas, sino que, inesperadamente, éstas caen por sí solas cuando un dios se lo ordena. Y ¿dónde está el grillete que al final aún le aprisiona? ¿Es el mundo? ¿Es Dios?
F.W. Nietzsche Escrito el 18 de septiembre de 1863
Traducción de Luis Fernando Moreno Claros, en NIETZSCHE, F., De mi vida. Escritos autobiográficos de juventud (1856-1869), Valdemar, Madrid, 1997
Fuente: Nietzsche en castellano