El pianista Glenn Gould, formidablemente dotado y totalmente alejado de lo convencional, era una maraña de tics y complejos personales. Unas veces parecía un provocador proclive a disgustar al público con interpretaciones extremas y un comportamiento extraño. Otras, se mostraba como un hombre frágil y temeroso, cómodo solamente cuando hacía música. "Genius Within: The Inner Life of Glenn Gould", el nuevo y fascinante documental de los realizadores canadienses Peter Raymont y Michèle Hozer, ha sido fuertemente elogiado por aportar datos esclarecedores acerca del carácter excéntrico de Gould. Muestra la triste progresión de un músico brillante, locuaz, con una visión artística ferozmente original que va volviéndose cada vez más obsesivo y aislado. Sin embargo, también aporta valiosas percepciones acerca de los mecanismos internos de la técnica personal y el enfoque interpretativo poco ortodoxo de Gould. Hijo único, estudió piano con su madre hasta que a los 11 años comenzó a tomar clases con el pianista de origen chileno Alberto Guerrero en el Conservatorio de Toronto. Guerrero era defensor de la disciplina técnica conocida como "finger tapping". Enseñaba a sus alumnos a mantener una mano en una posición relajada sobre el teclado tocando levemente las teclas. Con la otra mano, el estudiante golpeaba con cada dedo lo suficiente como para bajar la tecla deseada. La acción mecánica de la tecla rebotando hacía levantar el dedo nuevamente a su lugar. La idea, que los dedos aprendieran a tocar con un esfuerzo mínimo y sin elevación excesiva. Gould se sentaba a una altura baja respecto del piso cuando tocaba: su taburete preferido tenía apenas 33 centímetros de alto. En esta postura agazapada, con las manos levantadas hacia el teclado, todo lo hacen sus dedos. Pero no se puede tocar el piano sólo con los dedos. Los brazos, los hombros y la espalda hasta los pies tienen que intervenir. Que la manera asombrosa de tocar que tenía Gould carecía de esta dimensión corporal se ve claramente en la película, en un segmento referido a su interpretación del Concierto en Re menor de Brahms con Leonard Bernstein en la Filarmónica de Nueva York en 1962. "Van a escuchar una interpretación más bien, diríamos, poco ortodoxa del concierto en Re menor de Brahms", comenzó Bernstein, con "desviaciones frecuentes de las indicaciones dinámicas de Brahms". Pero enfatizó que "hay momentos en la interpretación de Gould que surgen con una frescura y una convicción asombrosas". Los tempos de su interpretación son bastante amplios. Sin embargo, en aquel momento Bernstein seguramente se sentía más molesto por las otras "desviaciones" de Gould que por los tempos lentos. El film cita a Gould en una entrevista radial al año siguiente en la que dice que esa noche el discurso de Bernstein le había parecido lleno de buen humor y que toda la controversia le había parecido divertida. El hecho de que Gould, que murió en 1982, fuera muy querido en un círculo de allegados es algo que se muestra de manera muy conmovedora en la película. Cuando Gould dejó de dar conciertos en público a la edad de 31 años y limitó su trabajo a grabaciones en estudio, pasó innumerables horas con Lorne Tulk, ingeniero de sonido, que llevó a cabo sus elaboradísimas exigencias de edición, descuidando a veces a sus hijos, dice. Un día, Gould le dijo a Tulk que ellos dos eran en realidad como hermanos, que debían ir a alguna oficina en Toronto para legalizarlo. Tulk, recuerda en la película, le respondió amablemente: "Me encantaría ser tu hermano, Glenn, pero ya tengo cuatro hermanos y una hermana", que podrían tener algo para objetar, le dijo. Gould consideró que su respuesta había sido muy dulce, dice Tulk. Nunca volvió a surgir el tema.
Fuente: revista Ñ