Devenir Fellini




"Nunca se debería hablar de las películas -escribió Fellini-. En primer lugar, porque por su verdadera naturaleza, una película no se puede describir con palabras. Es como pretender contar un cuadro o describir verbalmente una partitura musical. Luego, porque al hablar de ellas, uno se desliza por una serie de hipótesis que las aprisionan, viscosas, que las fijan en imágenes, estructuras, características inevitablemente reductoras." Sin embargo, ya se sabe que este gigante del cine, el poeta cuya obra completa está en estos días al alcance del público de Buenos Aires gracias a la retrospectiva justamente titulada Tutto Fellini, que se desarrolla en la sala Lugones, habló (y escribió) mucho y muy bien, sobre sus films -los que hizo, los que imaginó-, sobre las visiones y las emociones que les dieron origen y sobre los sueños, materia indispensable con la que construyó su obra única.
Por eso, porque también sus palabras revelan al genio bullente y tumultuoso creador de tantas imágenes inolvidables, y porque ya se ha dicho y escrito sobradamente acerca de su personalidad y del mundo propio que supo crear, a imagen y semejanza del real, pero con la fantasía del poeta y el trazo del caricaturista que nunca dejó de ser, preferimos esta vez cederle la palabra. Aun a riesgo de no haber sabido seleccionar de entre sus dichos lo más sabroso, significativo o revelador, y aunque, a veces, no tuviera más remedio que referirse a sus films, o al menos, a su relación con ellos:
"Una película, para mí, es realmente algo muy próximo a un sueño amigo que no he buscado, ambiguo, pero ansioso por revelarse, vergonzoso cuando se explica, fascinante mientras conserva su misterio."
"Al comienzo, una película, ¿qué es? Una sospecha, una hipótesis narrativa, sombras de ideas, sentimientos difuminados. Pero en su primer e impalpable contacto parece ser ya ella misma, completa, vital, purísima. La tentación de dejarla así, en esa dimensión inmaculada, es grandísima: todo sería más sencillo, quién sabe, tal vez más justo."
"No sé juzgar mis películas, ver desde la perspectiva de los espectadores. Ni siquiera voy a verlas. Cuando la película está terminada, la considero liquidada: ya he hecho mi trabajo, ahora es ella la que tiene que hacerse ver, agradar. Ir a controlarlo me parecería impúdico. Además, pienso que ni siquiera la reconocería... Esta operación crítica no la puedo hacer. Porque, cuando se está filmando, la película se te escapa. No es una película la que haces, sino muchas películas, un trocito por vez."
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Y porque recordaba la irritación que le producía, de chico, la palabra "Fin" al término de la proyección, se rehusó a colocarla desde sus primeras películas. "Para mí, significaba que la fiesta había terminado, que había que volver a casa a hacer los deberes. Poner la palabra «fin» me parece, además, una violencia contra los personajes de mis historias. Prefiero imaginar que ellos siguen -quizás encontrándose y presentándose entre sí- unidos en un cortejo y viviendo la continuación de sus aventuras."
Quienes hemos convivido alguna vez con ellos sabemos que tiene que ser así.


Federico Fellini, de puño y letra
Por Fernando López