El Tiempo en el sentido bergsoniano es el gran personaje de Proust: el tiempo se desdobla a cada instante en presente y pasado, presente que pasa y pasado que se conserva en sí como pasado en general (no cronológico). La sola subjetividad es el tiempo, el tiempo no cronológico, captado en su fundación; nosotros somos interiores al tiempo y no al revés. La interioridad en la cual somos, nos movemos, vivimos y cambiamos. En la novela, Proust evidenciará con maestría que el tiempo no nos es interior, sino nosotros interiores al tiempo que se desdobla, se pierde y se reencuentra, el tiempo que hace pasar el presente y conservar el pasado.