El dardo que Guattari envía al porvenir es la caosmosis y sus functores ontológicos, esta aprehensión de la existencia en su constructivismo, recurso valioso para viabilizar la existencia en su naturaleza creadora. Una especie de aprehensión que sólo se torna posible, imagino, cuando ya no nos aterrorizan las rupturas de sentido, experimentadas en la subjetividad como una especie de "extraño-en-nosotros". Rupturas que son el efecto del inevitable enfrentamiento con la alteridad; cuando descubrimos en este "extraño-en-nosotros", no la aterrorizadora señal de nuestra desintegración, sino un precioso aliado, ya que escucharlo es lo que nos permite captar las líneas de virtualidad que se presentan, e inventar territorios existenciales que sean su encarnación. Y si consideramos que la esencia de la vida consiste en diferenciarse, podemos decir que esta capacidad de acoger al "extraño" - o sea de aprehender/vivir la existencia en su constructivismo - es una condición imprescindible para la efectuación de la vida.
Suely Rolnik, La muerte de Guattari.