Tan sólo hemos dicho dos cosas: que corta todas las producciones de deseo, que aplasta todas las formaciones de enunciados, rompiendo así las dos vertientes del agenciamiento maquínico de deseo y el agenciamiento colectivo de enunciación. El psicoanálisis habla mucho del inconsciente, incluso lo ha descubierto: pero en la práctica es para reducirlo, destruirlo, conjurarlo. Os meterán en la cabeza la Carencia, la Cultura y la Ley. Pero conste que no se trata de la teoría sino del famoso arte práctico del psicoanálisis, el arte de interpretar. Ni hay sujeto del deseo ni hay objeto. El sujeto de enunciación no existe. La única objetividad del deseo son los flujos de inconsciente en un campo social. El deseo es el sistema de signos a-significantes con los que se producen flujos de inconsciente en un campo social. Que la eclosión del deseo se produzca en la célula familiar o en una escuela de barrio, poco importa, lo cierto es que siempre cuestionará las estructuras establecidas. El deseo es revolucionario porque siempre quiere más conexiones y más agenciamientos. Pero el psicoanálisis corta, aplasta todas las conexiones; odia el deseo, odia la política.