El eterno retorno de lo mismo: como si el retorno, irónicamente propuesto cómo ley de lo mismo, donde lo mismo sería soberano, no convirtiese necesariamente al
tiempo en un juego infinito con dos entradas (dadas como una pero nunca unificadas): porvenir ya siempre pasado, pasado siempre aún por venir, de donde la tercera instancia, el instante de la presencia, al excluirse, excluiría toda posibilidad idéntica. Según la ley del retorno, allí donde, entre pasado y porvenir, nada se conjuga ¿cómo saltar del uno al otro, cuando la regla no permite el tránsito, ni siquiera el de un salto? Se dice que el pasado sería lo mismo que el porvenir. Lo que daría, por consiguiente, una sola modalidad, o una doble modalidad que funcionaría de forma tal que la identidad, diferida, regularía la diferencia. Pero la exigencia del retorno sería que, «bajo una falsa apariencia de presente», la ambigüedad pasado–porvenir separa de forma invisible el porvenir del pasado. Sabían —según la ley del retorno— que sólo el nombre , el acontecimiento , la figura de la muerte otorgarían, en el momento de desaparecer en ella, un derecho de presencia. Por eso, se decían inmortales.
tiempo en un juego infinito con dos entradas (dadas como una pero nunca unificadas): porvenir ya siempre pasado, pasado siempre aún por venir, de donde la tercera instancia, el instante de la presencia, al excluirse, excluiría toda posibilidad idéntica. Según la ley del retorno, allí donde, entre pasado y porvenir, nada se conjuga ¿cómo saltar del uno al otro, cuando la regla no permite el tránsito, ni siquiera el de un salto? Se dice que el pasado sería lo mismo que el porvenir. Lo que daría, por consiguiente, una sola modalidad, o una doble modalidad que funcionaría de forma tal que la identidad, diferida, regularía la diferencia. Pero la exigencia del retorno sería que, «bajo una falsa apariencia de presente», la ambigüedad pasado–porvenir separa de forma invisible el porvenir del pasado. Sabían —según la ley del retorno— que sólo el nombre , el acontecimiento , la figura de la muerte otorgarían, en el momento de desaparecer en ella, un derecho de presencia. Por eso, se decían inmortales.