Ya sabemos lo que es la voluntad de poder: el elemento diferencial, el elemento genealógico que determina la relación de la fuerza con la fuerza y que produce la cualidad de la fuerza. De igual modo, la voluntad de poder debe manifestarse en la fuerza como tal. El estudio de las manifestaciones de la voluntad de poder debe ser llevado a cabo con el máximo cuidado ya que de él depende todo el dinamismo de las fuerzas. Pero, ¿qué significa la voluntad de poder se manifiesta? La relación de las fuerzas se determina en cada caso, siempre que una fuerza sea afectada por otras, inferiores o superiores. De donde se desprende que la voluntad de poder se manifiesta como un poder de ser afectado. Este poder no es una posibilidad abstracta: se cumple y se efectúa necesariamente en cada instante por las restantes fuerzas con las que la primera está relacionada. No debe sorprendernos el doble aspecto de la voluntad de poder: determina la relación de las fuerzas entre sí, desde el punto de vista de su génesis o de su producción; pero a su vez es determinada por las fuerzas en relación, desde el punto de vista de su propia manifestación. Por eso, la voluntad de poder es a un tiempo determinada y determinante, cualificada y cualificante. En primer lugar, pues, la voluntad de poder se manifiesta como el poder de ser afectado, como el poder determinado de la fuerza de ser afectada en sí misma. Es difícil, en este punto, negar en Nietzsche
la inspiración de Spinoza. Spinoza, en una teoría extremadamente profunda, pretendía que a cualquier cantidad de fuerza correspondiese un poder de ser afectada. Un cuerpo tenía tanta más fuerza en cuanto podía ser afectado de un mayor número de maneras; este poder era el que medía la fuerza de un cuerpo o el que expresaba su poder. Y, por una parte, este poder no era simplemente una posibilidad lógica: a cada instante era realizado por los cuerpos con los que estaba en relación. Por otra parte, este poder no era una pasividad física: sólo eran pasivas las afecciones de las que el cuerpo considerado no era causa adecuada. Para Nietzsche es igual: el poder de ser afectado no significa necesariamente pasividad, sino afectividad, sensibilidad, sensación.
Es en este sentido que Nietzsche, antes de haber elaborado el concepto de voluntad de poder y de haberle dado todo su significado hablaba ya de un sentimiento de poder: Nietzsche, antes de tratar el poder como un asunto de voluntad lo trató como un asunto de sentimiento y de sensibilidad. Pero cuando elaboró el concepto completo de voluntad de poder, esta primera característica no desapareció totalmente y se convirtió en la manifestación de la voluntad de poder. Por eso Nietzsche repite siempre que la voluntad de poder es
«la primitiva forma afectiva», de la que derivan los restantes sentimientos. O, mejor aún:
«La voluntad de poder no es ni un ser ni un devenir, es un pathos». Es decir: la voluntad de poder se manifiesta como la sensibilidad de la fuerza; el elemento diferencial de las fuerzas se manifiesta como su sensibilidad diferencial. «El hecho es que la voluntad de poder impera incluso en el reino inorgánico, o más bien, que no existe mundo inorgánico. La acción no puede eliminarse a distancia: una cosa atrae hacia sí otra cosa, una cosa se siente atraída. El hecho fundamental es éste... Para que la voluntad de poder pueda manifestarse, necesita percibir las cosas que ve, siente la proximidad de lo que le es asimilable». Las afecciones de una fuerza son activas en la medida en que la fuerza se apropia de lo que se le resiste, en la medida en que se hace obedecer por fuerzas inferiores. Inversamente son pacientes, o mejor activadas, cuando la fuerza es afectada por fuerzas superiores a las que obedece. También aquí, obedecer es una manifestación de la voluntad de poder. Pero una fuerza inferior puede provocar la disgregación de fuerzas superiores, su escisión, la explosión de la energía que tenían acumulada; en estos casos, Nietzsche se complace en relacionar los fenómenos de la disgregación del átomo, de la escisión del protoplasma y de la reproducción del ser vivo. Y no sólo disgregar, escindir, separar expresan siempre la voluntad de poder, sino también ser disgregado, escindido, separado: «La división aparece como la consecuencia de la voluntad de poder». Dadas dos fuerzas, una superior y otra inferior, se observa cómo el poder de cada una de ser afectada es necesariamente llevado a su término. Pero este poder de ser afectado no se ejerce sin que la propia fuerza correspondiente no entre en una historia o en un devenir sensible:
1.º fuerza activa, poder de activar o de mandar; 2.º fuerza reactiva, poder de obedecer o de ser activado; 3.º fuerza reactiva desarrollada, poder de escindir, de dividir, de separar; 4.º fuerza activa convertida en reactiva, poder de ser separado, de volverse contra sí mismo. Toda la sensibilidad no es más que un devenir de las fuerzas: hay un ciclo de la fuerza en cuyo curso la fuerza «deviene» (por ejemplo la fuerza activa deviene reactiva). También hay varios devenires de fuerzas, que pueden luchar unos contra otros. Así, no basta colocar paralelamente ni oponer los respectivos caracteres de la fuerza activa y la fuerza reactiva. Activo y reactivo son las cualidades de la fuerza que se desprenden de la voluntad de poder. Pero en sí misma la voluntad de poder posee cualidades, sensibilia, que son como los devenires de las fuerzas. La voluntad de poder se manifiesta, en primer lugar, como sensibilidad de las fuerzas; y en segundo lugar, como devenir sensible de las fuerzas: el pathos es el hecho más elemental del que resulta un devenir. El devenir de las fuerzas, en general, no debe confundirse con las cualidades de la fuerza: es el devenir de estas cualidades, la cualidad de la voluntad de poder en persona. Y precisamente, ya no será posible abstraer las cualidades de la fuerza de su devenir, ni tampoco la fuerza de la voluntad de poder: el estudio concreto de las fuerzas implica necesariamente una dinámica.
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