Deseo como puro proceso
Pienso en ese libro sobre la vida sexual en la China antigua. Nos cuenta una historia rara, finalmente son los chinos: en el taoísmo, eso varía con el curso de los años, de todas maneras, el lector es golpeado por eso que es la gloria del hombre, las mujeres... pero eso no es lo que lo diferencia con el pensamiento occidental porque, del lado del pensamiento occidental, es más duro. La diferencia esta por todas partes. Lo diferente es la manera como el deseo es vivido, una manera totalmente diferente: no se lo relaciona con ninguna trascendencia, no esta relacionado con ninguna carencia, ni medido por ningún placer y no es trascendido por ningún goce, bajo la forma o bajo el mito de lo imposible. El deseo es planteado como puro proceso. Concretamente, quiere decir que no es del todo orgasmo; su problema no es como el problema occidental: cómo arrancar la sexualidad a la genitalidad; su problema es: como arrancar la sexualidad al orgasmo. Entonces dicen, a grandes rasgos, ustedes comprenden, el placer o el orgasmo, no es la terminación del proceso, es, o su interrupción, o su exasperación, ahora bien los dos remiten a lo mismo y, de hecho, ¡es lamentable! Sin duda, es necesario que se llegue a eso, pero entonces es necesario percibir esos momentos de suspensión como verdaderas suspensiones que permiten volver a poner en marcha el proceso. Tienen una teoría sobre la energía femenina y masculina que consiste en decir: la energía femenina es inagotable, la energía masculina es más aburrida, es agotable. El problema, de todas maneras, es que el hombre toma algo de la energía femenina que es inagotable, o bien que cada uno toma algo del otro. ¿Cómo se puede hacer esto? Es necesario que los flujos -y se trata de un pensamiento en términos de flujos-, es necesario que el flujo femenino, siguiendo trayectos muy determinados, ascienda siguiendo las líneas del flujo masculino, a lo largo de la columna vertebral, para ir hasta el cerebro, y ahí se hace el deseo en su inmanencia como proceso. Se asciende un flujo, se absorbe un flujo, se define un puro campo de inmanencia del deseo, con relación al cual placer, orgasmo, gozo están definidos como verdaderas suspensiones o interrupciones. Es decir, no del todo como satisfacción del deseo, sino como lo contrario: exasperación del proceso que hace salir al deseo de su propia inmanencia, de su propia productividad. Todo eso es interesante para nosotros en la medida en que, en este pensamiento, el deseo pierde simultáneamente toda ligazón con la carencia, el placer o el orgasmo y con el gozo. El deseo es concebido como producción de flujo, define un campo de inmanencia, y un campo de inmanencia quiere decir una multiplicidad donde efectivamente toda división del sujeto en sujeto de enunciación y sujeto de enunciado se vuelven estrictamente imposibles, sujeto del gozo y sujeto del placer se vuelven estrictamente imposibles, puesto que en nuestra máquina giratoria todo era muy simple: el sujeto de la enunciación era el sujeto del gozo imposible, el sujeto del enunciado era el sujeto del placer y de la búsqueda del placer, y el deseo carencia era la división entre los dos. Ustedes dirán hasta que punto, de Descartes a Lacan, este repugnante pensamiento del cogito no es solamente un pensamiento metafísico. Toda la historia del deseo -y una vez más, de la misma manera cae Reich-, esta manera de ligar el deseo a un más allá, sea la de la carencia, sea la del placer o sea la del gozo, y plantear el dualismo del sujeto de la enunciación y del sujeto del enunciado, y no por azar son los mismos que hoy en día, los lacanianos, engendran todos los enunciados a partir del sujeto que, desde entonces y retroactivamente, se vuelve el sujeto dividido en sujeto de enunciación y sujeto de enunciado. Lo inscrito es el sujeto de la enunciación que pone el deseo en relación con el gozo imposible, el sujeto del enunciado que pone el deseo en relación con el placer, y la división entre los dos sujetos que pone el deseo en relación con la carencia o la castración. Y, a nivel de la teoría, la producción de enunciados se encuentra exactamente, palabra por palabra, en esta teoría empobrecida del deseo.