Escribir entre dos se convierte, en este contexto, en algo totalmente normal. Basta con que pase algo, una corriente portadora de un nombre propio. Incluso cuando uno cree que escribe solo, lo hace siempre con otro, que no siempre puede identificarse. En Lógica del sentido intenté una especie de composición serial. Pero Mil Mesetas es más complejo: la “meseta” no lo es metafóricamente, se trata de zonas de variación continua, como torres que dominan cada una una región, y que se hacen señas entre sí. Una composición india o genovesa. Ahí es donde, a mi modo de ver, hemos estado más cerca de un estilo, es decir, de una politonalidad.