Estamos forzados a distinguir dos ejercicios de la palabra. Uno al que yo llamaría ejercicio empírico de la palabra. Hablo, hablo, durante el día es necesario que haga un ejercicio empírico de la palabra. Hablo de lo que veo en tanto que otro me ve hablar. El ejercicio empírico es: haz visto, él llora; puedo suponer que no ha visto nada; hablo de alguien que dice algo que no ha visto, relativamente. A este nivel, al nivel del ejercicio empírico de la palabra, hablo de algo que de una manera u otra podría también ser visto.Lo que llamo ejercicio superior es cuando hablo de lo que no es visible, o, si prefieren, hablo de lo que únicamente puede ser hablado. El ejercicio superior de la palabra nace cuando la palabra se dirige a eso que solo puede ser hablado. ¿Hay algo que solo puede ser hablado? Se puede decir que no, pero para Blanchot hay algo que solo puede ser hablado: la muerte, es un ejemplo. Y ¿por qué algo que solo puede ser hablado definiría el ejercicio superior de la palabra? Es también algo que no puede ser hablado, sub-entendido: lo que solo puede ser hablado es algo que no puede ser hablado desde el punto de vista del uso empírico. Pero el uso empírico de la palabra es hablar de lo que igualmente puede ser visto; lo que solo puede ser hablado es lo que se hurta a todo uso empírico de la palabra, entonces lo que solo puede ser hablado es lo que no puede ser hablado desde el punto de vista del uso empírico. Lo que solo puede ser hablado desde el punto de vista del ejercicio superior es lo que no puede ser hablado. En otros términos ¿qué es lo que solo puede ser hablado desde el punto de vista del ejercicio superior? La respuesta de Blanchot es: el silencio. En otras palabras lo que solo puede ser hablado es el límite propio de la palabra. El ejercicio superior de una facultad se define cuando esta facultad toma por objeto su propio límite. Entonces esperamos que Blanchot nos diga exactamente lo mismo para la visión, pues si hablar no es ver, en la medida en que hablar es hablar del límite del límite de la palabra, hablar de lo que solo puede ser hablado, habría que decir, e inversamente: si hablar no es ver, ver no es hablar, es decir que para la visión también habría un ejercicio empírico. Sería ver lo que también puede ser otra cosa, es decir lo que también se puede imaginar, o recordar, o hablar. Eso sería un ejercicio empírico; y el ejercicio superior de la visión sería ver lo que solo puede ser visto. Y ver lo que solo puede ser visto, es ver lo que no puede ser visto desde el punto de vista del ejercicio empírico de la visión. ¿Qué es lo que no puede ser visto desde el punto de vista empírico del ejercicio de la visión? La luz. La luz solo la veo cuando revota sobre algo; pero la luz indivisible, la luz pura, no la veo, y por eso es lo que solo puede ser visto. En otros términos, al igual que la palabra solo encuentra su objeto superior en lo que no puede ser más que hablado, la visión encuentra su objeto superior en lo que solo puede ser visto.
La aventura de lo visible no hace más que preparar la verdadera aventura que debe ser la de la palabra. Si bien él tiene la idea de un ejercicio superior de la visión solo lo es como un grado preparatorio al único ejercicio superior que es la palabra en tanto que habla de eso que solo puede ser hablado, es decir de eso que no puede hacer parte del silencio. La visión, en lugar de desarrollar libremente su ejercicio superior, será una confirmación para la palabra. Blanchot es, de cierta manera, cartesiano. También él solo piensa con una forma, también él, como Descartes, y es su única relación con Descartes, todo su pensamiento consiste en confrontar la determinación y lo indeterminado. No es cartesiano porque en él la relación de la indeterminación y de lo indeterminado es, de hecho, diferente de como pasa en Descartes. La determinación y lo indeterminado, en Blanchot -y es lo que lo obsesiona-, permanecen cara a cara, en una especie de enfrentamiento sin fin