¿Es sólo una diferencia psicológica? ¿Una diferencia de humor o de tono? Hay que plantear un principio del que depende la filosofía de Nietzsche en general: el resentimiento, la mala conciencia, etc., no son determinaciones psicológicas. Nietzsche llama nihilismo a la empresa de negar la vida, de depreciar la existencia; analiza las principales formas de nihilismo, resentimiento, mala conciencia, ideal ascético; denomina espíritu de venganza al conjunto del nihilismo y de sus formas. Y el nihilismo y sus formas no se reducen a determinaciones psicológicas, pero tampoco a acontecimientos históricos o corrientes ideológicas, y menos aún a estructuras metafísicas. Indudablemente el espíritu de venganza se expresa biológica, psicológica, histórica y metafísicamente; el espíritu de venganza es un tipo, no separable de una tipología, pieza clave de la filosofía nietzscheana. Pero todo el problema se resume en: ¿cuál es el carácter de esta filosofía? Lejos de ser un rasgo psicológico, el espíritu de venganza es el principio del que depende nuestra psicología. No es el resentimiento el que es de la psicología, sino toda nuestra psicología que, sin saberlo, es la del resentimiento. De igual modo, cuando Nietzsche demuestra que el cristianismo está lleno de mala conciencia y de resentimiento, no hace del nihilismo un hecho histórico, sino más bien el elemento de la historia como tal, el motor de la historia universal, el famoso «sentido histórico», o «sentido de la historia», que halla en el cristianismo, en un momento, su manifestación más adecuada. Y cuando Nietzsche lleva a cabo la crítica de la metafísica hace del nihilismo el presupuesto de cualquier metafísica, no la expresión de una metafísica particular: no existe metafísica que no juzgue y no deprecie la existencia en nombre de un mundo suprasensible. Tampoco se dirá que el nihilismo y sus formas sean categorías del pensamiento; ya que las categorías del pensamiento como pensamiento razonable, la identidad, la causalidad, la finalidad, suponen en sí mismas una interpretación de la fuerza que es la del resentimiento. Por todas estas razones Nietzsche puede decir: «El instinto de venganza se ha apoderado hasta tal punto de la humanidad en el curso de los siglos que toda la metafísica, la psicología, la historia y sobre todo la moral llevan su huella. Desde que el hombre ha pensado, ha introducido en las cosas el bacilo de la venganza». Debernos entender: el instinto de venganza es la fuerza que constituye la esencia de lo que nosotros llamamos psicología, historia, metafísica y moral. El espíritu de venganza es el elemento genealógico de nuestro pensamiento, el principio trascendental de nuestro modo de pensar. La lucha de Nietzsche contra el nihilismo y el espíritu de venganza significará, pues, inversión de la metafísica, fin de la historia como historia del hombre, transformación de ciencias. Y, a decir verdad, ignoramos lo que sería un hombre desprovisto de resentimiento. Un hombre que no acusara y no depreciara la existencia, ¿seguiría siendo un hombre?, ¿pensaría aún como un hombre?, ¿no sería ya algo distinto del hombre, casi el superhombre? Tener resentimiento, no tenerlo: no existe mayor diferencia, más allá de la psicología, más allá de la historia, más allá de la metafísica. Es la verdadera diferencia o la tipología trascendental - la diferencia genealógica y jerárquica. Nietzsche presenta la finalidad de su filosofía: liberar el pensamiento del nihilismo y de sus formas. Y esto implica un nuevo modo de pensar, una conmoción del principio del que depende el pensamiento, una reincorporación del propio principio genealógico, una «transmutación». Desde hace mucho tiempo, no hemos dejado de pensar en términos de resentimiento y de mala conciencia. No hemos tenido otro ideal que el ideal ascético. Hemos opuesto el conocimiento a la vida, para juzgar la vida, para hacer de ella algo culpable, responsable y erróneo. Hemos hecho de la voluntad algo malo, atacado por una contradicción original: decíamos que había que rectificarla, frenarla, limitarla, e incluso negarla, suprimirla. Sólo a este precio era buena. Ninguna filosofía al descubrir aquí o allí la esencia de la voluntad, ha dejado de gemir sobre su propio descubrimiento y, como el divino atemorizado no ha dejado de ver en ella tanto el mal presagio para el futuro como la fuente de los males del pasado. Schopenhauer lleva hasta las últimas consecuencias esta vieja concepción: el presidio de la voluntad, dice, y la rueda de Ixion. Nietzsche es el único que no gime sobre el descubrimiento de la voluntad, que no intenta conjurarla ni limitar su efecto. «Nuevo modo de pensar» significa: un pensamiento afirmativo, un pensamiento que afirma la vida y la voluntad en la vida, un pensamiento que expulsa, finalmente, todo lo negativo. Creer en la inocencia del porvenir y del pasado, creer en el eterno retorno. Ni se plantea la voluntad como culpable, ni la propia voluntad se siente culpable de existir: es lo que Nietzsche llama su alegre mensaje. «Voluntad, así se llama el liberador y el mensajero de alegría». El alegre mensaje es el pensamiento trágico; porque lo trágico no está en las recriminaciones del resentimiento, en los conflictos de la mala conciencia, ni en las contradicciones de una voluntad que se siente culpable y responsable. Lo trágico tampoco se halla en la lucha contra el resentimiento, la mala conciencia o el nihilismo. Según Nietzsche lo trágico nunca ha sido comprendido: trágico=alegre. Otro modo de plantear la gran ecuación: querer=crear. No se ha comprendido que lo trágico era positividad pura y múltiple, alegría dinámica. Trágico es la afirmación: porque afirma el azar y, por el azar, la necesidad; porque afirma el devenir y, por el devenir, el ser; porque afirma lo múltiple y, por lo múltiple, lo uno. Trágico es el lanzamiento de dados. Todo lo demás es nihilismo, pathos dialéctico y cristiano, caricatura de lo trágico, comedia de la mala conciencia. Heidegger ha insistido en estos puntos. Por ejemplo: «El nihilismo mueve la historia a la manera de un proceso fundamental, apenas reconocido en el destino de los pueblos de Occidente. El nihilismo no es, pues, un fenómeno histórico entre otros, o una corriente espiritual que, en el cuadro de la historia occidental, se encuentre al lado de otras corrientes espirituales...»
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