Claire Parnet:
A continuación, vuelves a París con un cierto pesar, al liceo Carnot, pues las vacaciones han terminado, se vive la drôle de guerre, y allí, en el liceo Carnot, recibes tus clases de filosofía. Creo que en liceo, en aquella época, era profesor Merleau-Ponty, pero tú, curiosamente, tú estás en la clase de un profesor que no es Merleau-Ponty; estás en la clase de otro profesor que se llama el señor Viale. Me parece que has sido tú el que me ha dicho su nombre, pero...
Gilles Deleuze:
Sí, el señor Viale, sí, sí, del que guardo un recuerdo muy cariñoso. Aquello se debió al azar, me tocó en esa clase. Podría haber intentado pasar a la de Merleau-Ponty, no lo hice... no sé por qué, pero... Viale, es muy curioso, porque, en efecto, Halbwachs me había hecho sentir algo de lo que era la literatura, pero, desde los primeros cursos de filosofía, supe que sería lo que haría, vaya. Me acuerdo de cosas dispersas, así, por ejemplo, recuerdo muy bien que estaba en filosofía cuando se supo, pero como un reguero de pólvora: Oradour, había pasado lo de Oradour, y hubo una especie de –hay que decir que estaba en clase, y aquella debía ser una clase algo politizada, algo sensible a las cuestiones nazis, etc., porque... ¡estaba en la clase de Guy Moquet! Lo recuerdo, y había una atmósfera rara en aquella clase, en todo caso, me acuerdo de que aquel anuncio de lo de Oradour fue algo impresionante para muchachos de 17, no sé a qué edad se hace el examen de ingreso a la universidad [bachot], ya no me acuerdo: 17-18 años, 17, 16-17 años.
Claire Parnet:
18 años, la edad normal...
Gilles Deleuze:
Sí, de eso me acuerdo muy bien. Bueno, Viale era un profesor que hablaba muy bajo, era viejo. Yo le quería muchísimo, inmensamente. Así que de Merleau-Ponty sólo tengo el recuerdo de la melancolía. El Carnot es un liceo grande en el que hay una barandilla que atravieza todo el primer piso, y allí se situaba la mirada melancólica de Merleau-Ponty, que miraba a todos los muchachos que estaban abajo, jugando y gritando. Una gran melancolía, me parece, como si pensara: «Dios mío, ¿qué estoy haciendo aquí?». Mientras que Viale, al que tanto quería, estaba acabando su carrera, y también con él trabé una amistad estrecha. Muy estrecha, y como no vivíamos muy lejos uno del otro, nos acompañábamos mutuamente, no dejábamos de hablar, y allí supe que o hacía filosofía o no haría nada.
Claire Parnet:
¿Desde los primeros cursos?
Gilles Deleuze:
¡Sí, sí! Sí, es como si, si quieres, cuando supe de la existencia de cosas tan extrañas como aquello que denominaban conceptos, aquello surtió en mí el mismo efecto que para otros tiene el encuentro con un personaje de novela fantástica. Dios, que emoción sentí al leer, al descubrir, por ejemplo...
Claire Parnet:
¿El conde de Montecristo?
Gilles Deleuze:
... a Monsieur de Charlus, o un gran personaje de novela, o a Vautrin, o a cualquier otro, o a Eugénie Grandet. Cuando aprendí, no sé, inclusos cosas como, lo que Platón denominaba una idea, aquello me parecío tan vivo, vaya. Tan animado, tan... sabía que aquello era para mí, que aquello sería para mí.
Claire Parnet:
¿Y siempre fuiste, desde entonces, muy bueno? ¿El mejor?
Gilles Deleuze:
Sí, sí. Ahí ya no tenía problemas escolares. ¡Desde Halbwachs, era bueno! Era bueno en letras, era bueno incluso en latín, incluso en... sí, era bueno. Era un buen alumno, y en filosofía me convertí en muy buen alumno, sí.
Claire Parnet:
Quisiera que volviéramos también un poco... ¿las clases no estaban politizadas en aquella época? Dices: pasaba algo particular en aquella clase, porque estaba Guy Moquet, y cosas por el estilo...
Gilles Deleuze:
Bueno, ¡no podía estar politizada durante la guerra! No estábamos politizados, sin duda había muchachos que, desde los 17-18 años, estaban en la resistencia, pero no había condiciones, como puedes entender; la gente que estaba en la resistencia se callaba, a no ser que fueran cretinos. Así que, no se puede hablar de politización o no, había indiferentes, había partidarios de Vichy, había...
Claire Parnet:
¡Estaba la Action Française!
Gilles Deleuze:
Y... no, ¡no era la Action Française! Era muchos peor, eran los de Vichy, eran los... Bueno, podemos decir que no cabe comparación con la politización en tiempos de paz, porque los elementos verdaderamente activos era los resistentes, eran los jóvenes resistentes, o gente joven en relación con resistentes. Así que aquello no tenía nada que ver con una politización, era mucho más... secreto, mucho más...
Claire Parnet:
Pero, por ejemplo, ¿en tu clase había gente que eran ya simpatizantes de la resistencia? ¿Y que hablaban de ello?
Gilles Deleuze:
Bueno, sí, puedo citarte a Guy Moquet, que era, que habría de morir, creo, asesinado por los nazis... un año después, creo.
Claire Parnet:
¿Pero hablábais de ello?
Gilles Deleuze:
Eh... sí, claro. Como te decía, el rumor inmediato, la comunicación inmediata de lo de Oradour, se trataba de comunicaciones secretas, se trataba de telegrafía sin hilos. Aquello se supo, creo, el mismo día, vaya, ¡ya lo sabían los liceos parisinos! Para mí ésta es una de las cosas más conmovedoras, enterarse de lo de Oradour, enterarse de forma inmediata.
Claire Parnet:
Bueno, para terminar con la infancia, si es que puede terminarse alguna vez, justamente, tu infancia parece tener poca importancia para ti, es decir, no hablas de ella ni es una referencia...
Gilles Deleuze:
Sí.
Claire Parnet:
... una no tiene la impresión de que la infancia tenga una gran importancia.
Gilles Deleuze:
Sí, sí, sí. No puede ser de otro modo, porque ello está un poco en función de lo que acabo de decir. Considero que, a decir verdad, la actividad de escribir no tiene nada que ver con un asunto propio. ¡Lo que no quiere decir que uno no ponga en ello toda su alma! ¡La literatura tiene una relación profunda y fundamental con la vida! Pero la vida es algo más que personal. Todo lo que aporta en la literatura algo de la vida de la persona, de la vida personal del escritor, es por naturaleza molesto. Por naturaleza lamentable, porque ello le impide ver, le rebaja en verdad a su pequeño asunto privado. Mi infancia nunca ha sido esto, ¡y no porque me produzca horror! Lo que me importaría, si acaso, es, tal y como decíamos: hay devenires animales que el ser humano contiene, hay devenires niño. Escribir, creo, es siempre devenir algo. Pero por esa misma razón uno tampoco escribe por escribir. Creo que uno escribe para que algo de la vida pase en uno. Sea lo que sea, hay cosas que... uno escribe para la vida. ¡Eso es! Y uno deviene algo; escribir es devenir. Pero es devenir lo que uno quiera, menos devenir escritor. Y es hacer todo lo que uno quiera, menos archivo. Bueno, el archivo no me merece menos respeto, no tiene nada de malo, porque uno hace archivo, pero sólo tiene interés en relación con otra cosa. De haber motivos para hacer archivo, responden, justamente, a que hay otra cosa que... y que, mediante el archivo, uno aferrará tal vez... un poco de esa otra cosa. Pero la idea misma de hablar de mi infancia me parece, por una parte, no sólo porque no tiene ningún interés, sino porque, ¡es lo contrario de toda literatura, vaya! Es lo contrario, si me permites, he estado leyendo... Ya he leído esto mil veces, lo que digo lo ha dicho todo el mundo, todos los escritores lo han dicho siempre, pero doy con un libro que no conocía –cada uno tiene sus agujeros, ¿no?–; se trata de un gran poeta ruso, Mandelstam. Bueno, lo estuve leyendo ayer, justamente, pensando que...
Claire Parnet:
Tiene un nombre muy hermoso, podrías decir el nombre.
Gilles Deleuze:
Ossip, sí, eso, Ossip. En esta frase dice –tengo equivalencias, es un tipo de frase que me conmueve. Y es ése, vaya, el papel de un profe: comunicar un texto, hacer amar un texto a unos chavales... Lo que Halbwachs hizo para mí. Bien.. él dice: «Hay algo que, no obstante, no comprendo», –no cito exactamente, se trata de los escritores...–, «nunca he podido entender a gente como Tolstoi; incluso Tolstoi, enamorado de los archivos familiares, con sus epopeyas de recuerdos domésticos». Ahí la cosa empieza a ponerse seria. «Lo repito: mi memoria no es de amor, sino de hostilidad, y no trabaja para reproducir, sino para descartar el pasado. Para un intelectual de origen mediocre», como él, «la memoria es inútil. No tiene más que hablar de los libros que ha leído y ya tiene hecha su biografía». Como yo con Halbwachs, en fin.