Clément Rosset

Posted by Fernando Reberendo




Esa "fuerza mayor" que es la alegría


El régimen de la alegría es del todo o nada: sólo hay alegría total o no hay ninguna alegría.

Clément Rosset (Carteret -Normandía-, 1939) realiza sus estudios en liceos de París y Lyon. Más tarde, en París, será alumno de la Ècole Normale Superieure, donde conocerá a Althusser y a Lacan. Tras una estancia de dos años en Canadá, en 1967 se instala en Niza, en cuya Facultad de Letras y Ciencias Humanas ejercerá la docencia hasta 1998, fecha en la que deja la enseñanza y retorna a París. Sus principales influencias filosóficas apuntan a los sofistas y a los epicúreos, así como a Montaigne, a Pascal, a Spinoza, a Hume y, sobre todo, a Nietzsche. Filósofo precoz y muy prolífico, ha escrito más de veinte libros, entre los que cabría destacar "La filosofía trágica", sus ensayos sobre Schopenhauer , "Lógica de lo peor", "Lo real y su doble", "La fuerza mayor", "La elección de las palabras", "El demonio de la tautología"

-En otras palabras, el ideal no existe ni aquí ni en el más allá.

-Si el ideal no existe en esta vida, no tiene por qué existir en el más allá. Si las apariencias nos engañan, no quiere decir que disimulan la verdad. El problema es que no todos somos capaces de admitir que el mundo es sólo lo que es.

-¿Usted quiere decir que el deseo de ese "otro mundo" no proviene del deseo de otra cosa, sino del rechazo de la realidad?

-Exacto. ¿Querer otro mundo? Pero ¿cuál? Ese tipo de idea fija es siempre algo vago. En los militantes, el objetivo perseguido desaparece detrás de la voluntad de tener un objetivo. -Moraleja. -La realidad es tolerable sólo en la medida en que consigue hacerse olvidar. Es inútil llorar la pérdida del tiempo pasado o esperar el retorno de una sociedad sin clases. La realidad nunca volverá, porque siempre estuvo aquí.

-Esa visión trágica de la existencia ¿es capaz de atizar el amor por la existencia?

-Así es. Porque esa visión trágica es lucidez. De ese modo, es capaz de constatar -y es en esto que consiste la alegría- que la vida de los hombres resiste, a pesar de todo, a las infinitas razones de hallarla ridícula, miserable o absurda.Yo diría que vivir es ya en sí una alegría; que la alegría de vivir es la suma de las alegrías de la vida; que querer escapar a la realidad es arriesgarse a toparse con lo peor; que el deseo nunca cumple sus promesas; que la ignorancia de lo que pueden los hombres es la causa de sus miserias; que el deseo es penoso y su realización aún más penosa; que la desilusión engendra serenidad; que, esencialmente, la realidad no se modifica en profundidad. Cuando se sabe todo esto, es posible alcanzar una sabiduría que puede ser formulada de esa manera: alegrémonos, porque lo peor es inevitable.

-Decir que las religiones son producto de ese "doble", es decir, que Dios no existe.

-Como diría David Hume, sería presuntuoso decir que no existe y también lo sería decir que existe, ¿cómo saberlo? -¿Usted qué cree?

Mira con curiosidad, se acaricia la barba, se levanta y se dirige pausadamente hacia el ventanal. Durante dos, tres, cinco largos minutos reflexiona. Después gira, se vuelve a sentar y, clavando los ojos en su interlocutor, deja caer con desdén:
- Je m´en fous ! (Me importa un bledo)
Por Luisa Corradini LA NACION
"Considero la filosofía de Schopenhauer en su conjunto como un modelo de lucidez y crueldad, unido a un genio especulativo propiamente filosófico (ya se apruebe o no su salida pesimista, opuesta por ejemplo a Spinoza, al que Schopenhauer se halla próximo a veces, o incluso a Nietzsche, que ya se la reprochó bastante).



Es notable que la influencia de Schopenhauer haya sido tardía aunque inmensa en la cultura europea, y que sólo los filósofos, salvo Nietzsche, le hayan puesto mala cara. Sin duda un mínimo de optimismo es necesario para ser reconocido como filósofo de pleno derecho, ese mínimo de optimismo que le faltaba a Schopenhauer y que, por mi parte, nunca podría elogiárselo bastante"


“rechazar la realidad constituye el peor de los peligros”. En esos casos, el hombre construye mundos imaginarios y crea fantasmas y quimeras con el fin de esquivar la tragedia universal de la existencia y de la historia. “Rechazar la realidad da origen a espejismos de todo tipo: futuros luminosos y apocalipsis redentores”
Discípulo admirativo del griego Heráclito (572-448 a.C.), Rosset trata de seguir al pie de la letra la máxima del gran presocrático: "Hay que decir y pensar lo que es, pues lo que existe, existe. Y lo que no, no existe". -¿Se podría decir que usted es el filósofo de una sola idea? -¡Sería incluso un elogio! Pero, atención: esa "idea única" no es sinónimo de "pensamiento único". Se trata más bien de una idea que las contiene a todas, una idea hospitalaria, que describe un vicio inherente a la condición humana: para escapar al sentimiento de la muerte, los hombres miran hacia otro lado y prefieren escapar de lo que es para adorar lo que no es.

Así como el alegre es incapaz de decir el motivo de su alegría y expresar la naturaleza de lo que le colma, el melancólico no sabe precisar el motivo de su tristeza ni la naturaleza de lo que le falta -salvo que se repita con Baudelaire que su melancolía carece de contenidos y lo que le falta no figura en el registro de las cosas existentes...

De ahí la diferencia fundamental entre el vacío romántico y el vacío alegre: el primero fracasa al describir lo que no existe, el segundo al hacer el recorrido completo de lo que existe. En otras palabras, la alegría siempre anda relacionada con lo real, mientras que la tristeza se debate sin cesar, y ahí reside su propia desdicha, en lo irreal
“Hay en la alegría un mecanismo aprobador que tiende a desbordar el
objeto particular que lo ha suscitado para afectar indiferentemente a todo objeto y abocar a una afirmación del carácter jubilatorio de la existencia en general". Según Rosset la alegría –sobre todo la erótica– produce un “transporte” o desplazamiento de un objeto singular (el/la amado/a) a la totalidad de los objetos; a la existencia en general. La alegría desborda toda causa singular de la misma; es inconmensurable con ella. Como la rosa de Ángelo Silesio es sin porqué.
A esta alegría sin miedo ni esperanza, sin objeto determinado, sin causa, que consiste en la aprobación incondicional, indiscriminada y
despreocupada (cruel) de la existencia en su integridad (por muy trágica que sea), la llama Clément Rosset justamente la fuerza mayor. Y la llama así porque su fuerza es la de la inmanencia: sólo se sostiene a sí misma y a sí misma se nutre; es su propia causa y su fin. Como la
sustancia spinoziana, es en sí. Spinoza no está tan alejado como pudiera parecer a primera vista de esta concepción “esforzada” de la alegría. Para él, el hombre que se esfuerza cuanto puede en alegrarse es el hombre fuerte, y el afecto que lo caracteriza es la fortaleza. Su alegría, su Conatus, es Amor Dei; es decir, la alegría de todo, cuando todo –el todo, es decir, Dios o la Naturaleza se sabe causa de sí.


Dicho de otro modo: la alegría de ser.