Etienne de la Boetie, cinco siglos después
Al rescate de un manifiesto que no perdió su encanto
Su Discurso de la servidumbre voluntaria fue escrito en 1548, cuando el autor tenía 18 años. Ahora se publica por primera vez en su versión original.
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Un lanzamiento acompañado por jornadas de intervención urbana.
Ya pasaron casi quinientos años desde el día en que cierto adolescente nacido en el remoto pueblito de Sarlat se puso a escribir uno de los ensayos más audaces que se conocen. Sucedió en el siglo XVI, cuando la Francia monárquica se desangraba en guerras religiosas, no circulaban muchos libros y ni siquiera se sabía lo que era un “Manifiesto”. Después de ver cómo ciento cuarenta plebeyos eran ejecutados por rebelarse contra el pago de un impuesto, Etienne de La Boétie no pudo contenerse y garrapateó: “Cuando vemos a un millón de hombres que no acometen contra uno solo, que sin miramiento los trata como siervos y esclavos, ¿cómo podríamos llamar a eso?” Más que cobardía, aquello era complicidad. Por eso la obra que dejó aquel pibe de dieciocho años se conoce como Discurso de la servidumbre voluntaria, texto que ahora se publica por primera vez en su versión original, a partir de la traducción directa de una de las pocas copias que hizo el autor antes de que se lo llevara la peste.
Hay que agradecer la flamante edición al cine de Jean-Luc Godard. En el minuto cincuenta del film Eloge de l’amour, el director francés intercala un primer plano de la tapa de un libro. El asunto intrigó a Leandro Jacob, que una madrugada frenó la cinta al cruzarse con esos pocos fotogramas. Rebobinó y leyó. Discours sur la servitude volontaire, decía la tapa. Más tarde se enteró de que se trataba de un libro bastante oscuro, que no solamente ofrecía pistas del amigo más cercano que tuvo el célebre Michel de Montaigne, sino que proponía una visión radical del problema de la autoridad. Jacob se comunicó inmediatamente con el resto de los integrantes de la editorial independiente Superabundans Haut y entre todos empezaron a darle forma a la publicación. Uno de los primeros que se interesó fue Martín Artagaveytia: “Nos pareció que había que ir más allá de la idea de que publicar es poner algo en una librería por dos semanas. Publicar es hacer público a tambor batiente, a los gritos, de todas las maneras que puedas. Eso estamos tratando de hacer con estas palabras escritas hace tanto tiempo”.
Doscientos treinta y un años antes de la Revolución Francesa y trescientos antes del surgimiento de las luchas obreras de la era industrial, La Boétie dedicó su texto a “aquellos que así la libertad estuviera por entero perdida y totalmente fuera del mundo, la imaginan y sienten en su espíritu, y además la saborean, y que no pueden tolerar la servidumbre, por mucho que la adornen”. Según Artagaveytia, a pesar de que este discurso no fue exitoso a través de los siglos –desde Hobbes hasta Blumberg el pensamiento político ha girado alrededor de la idea de que el hombre es lobo del hombre–, no hay en la actualidad un solo lugar en el mundo en el que el Discurso... sea innecesario. “Este muchacho dice que el hombre, si se lo propone ahora mismo, puede liberarse y encontrar su verdadera naturaleza. Esa naturaleza no tiene nada que ver con la opresión. Así llega a asegurar que la amistad es el único vínculo real entre personas, porque es una relación entre dos soberanías que no buscan el dominio”, comenta el integrante de Superabundans.
La historia de la obra podría haber sido ideada por un guionista de telenovelas. Etienne de La Boétie nació en 1530, en una familia acomodada. En 1548, a poco de entrar a la Universidad de Orleáns para estudiar derecho, escribe su Discurso... en respuesta a una tremenda represión desatada contra campesinos que se resistieron a pagar un impuesto sobre la sal. Como quería llegar a esa misma gente que gritaba “viva el rey” mientras liquidaban a los pobres infelices, eligió el francés en lugar del latín que usaban los literatos, y no pensó su trabajo como un libro. El futuro miembro del Parlamento de Bordeaux pensaba que había dado con el secreto mejor guardado del poder; la evidencia de que “si los hombres no son libres es porque eligen voluntariamente la esclavitud”. En algún momento desconocido La Boétie obsequió tres copias hechas a mano a sus amigos. Una fue para Montaigne, que planeaba escribir todos sus Ensayos a partir de lo que contenían las páginas que recibió. Por cuestiones políticas terminó usándolas como base para el texto De la amistad, que ha sido incluido como “bonus track” en la edición de Superabundans. El manuscrito que había recibido Montaigne se perdió, tal vez para siempre. Los otros dos permanecerían ocultos durante cientos de años. Recién en el siglo pasado reapareció uno de los tres originales, hallazgo que mandó a jubilar a todas las versiones apócrifas que circulaban como material de culto entre académicos y libertarios.
La nueva edición es una traducción de esa copia auténtica que apareció recientemente. El lanzamiento ha sido acompañado por varias jornadas de intervención urbana, que continuarán este mes en distintas esquinas porteñas. Quizá La Boétie estaría contento con esta forma de sobrevida tan poco vinculada a intereses egoístas. Abogado y poeta, precursor de la idea de los derechos humanos, cultor de la desobediencia civil no violenta y pensador incómodo, confesó en su lecho de muerte que al fin y al cabo no le dolía tanto que se lo llevara la difteria: “...me encontraba ya en los treinta y tres años (...) Era la época de internarme en los negocios y ver mil cosas ingratas...”, alcanzó a susurrarle a Montaigne que, rico como era, debe haberlo mirado con un poco de sorpresa.
Al rescate de un manifiesto que no perdió su encanto
Su Discurso de la servidumbre voluntaria fue escrito en 1548, cuando el autor tenía 18 años. Ahora se publica por primera vez en su versión original.
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Un lanzamiento acompañado por jornadas de intervención urbana.
Ya pasaron casi quinientos años desde el día en que cierto adolescente nacido en el remoto pueblito de Sarlat se puso a escribir uno de los ensayos más audaces que se conocen. Sucedió en el siglo XVI, cuando la Francia monárquica se desangraba en guerras religiosas, no circulaban muchos libros y ni siquiera se sabía lo que era un “Manifiesto”. Después de ver cómo ciento cuarenta plebeyos eran ejecutados por rebelarse contra el pago de un impuesto, Etienne de La Boétie no pudo contenerse y garrapateó: “Cuando vemos a un millón de hombres que no acometen contra uno solo, que sin miramiento los trata como siervos y esclavos, ¿cómo podríamos llamar a eso?” Más que cobardía, aquello era complicidad. Por eso la obra que dejó aquel pibe de dieciocho años se conoce como Discurso de la servidumbre voluntaria, texto que ahora se publica por primera vez en su versión original, a partir de la traducción directa de una de las pocas copias que hizo el autor antes de que se lo llevara la peste.
Hay que agradecer la flamante edición al cine de Jean-Luc Godard. En el minuto cincuenta del film Eloge de l’amour, el director francés intercala un primer plano de la tapa de un libro. El asunto intrigó a Leandro Jacob, que una madrugada frenó la cinta al cruzarse con esos pocos fotogramas. Rebobinó y leyó. Discours sur la servitude volontaire, decía la tapa. Más tarde se enteró de que se trataba de un libro bastante oscuro, que no solamente ofrecía pistas del amigo más cercano que tuvo el célebre Michel de Montaigne, sino que proponía una visión radical del problema de la autoridad. Jacob se comunicó inmediatamente con el resto de los integrantes de la editorial independiente Superabundans Haut y entre todos empezaron a darle forma a la publicación. Uno de los primeros que se interesó fue Martín Artagaveytia: “Nos pareció que había que ir más allá de la idea de que publicar es poner algo en una librería por dos semanas. Publicar es hacer público a tambor batiente, a los gritos, de todas las maneras que puedas. Eso estamos tratando de hacer con estas palabras escritas hace tanto tiempo”.
Doscientos treinta y un años antes de la Revolución Francesa y trescientos antes del surgimiento de las luchas obreras de la era industrial, La Boétie dedicó su texto a “aquellos que así la libertad estuviera por entero perdida y totalmente fuera del mundo, la imaginan y sienten en su espíritu, y además la saborean, y que no pueden tolerar la servidumbre, por mucho que la adornen”. Según Artagaveytia, a pesar de que este discurso no fue exitoso a través de los siglos –desde Hobbes hasta Blumberg el pensamiento político ha girado alrededor de la idea de que el hombre es lobo del hombre–, no hay en la actualidad un solo lugar en el mundo en el que el Discurso... sea innecesario. “Este muchacho dice que el hombre, si se lo propone ahora mismo, puede liberarse y encontrar su verdadera naturaleza. Esa naturaleza no tiene nada que ver con la opresión. Así llega a asegurar que la amistad es el único vínculo real entre personas, porque es una relación entre dos soberanías que no buscan el dominio”, comenta el integrante de Superabundans.
La historia de la obra podría haber sido ideada por un guionista de telenovelas. Etienne de La Boétie nació en 1530, en una familia acomodada. En 1548, a poco de entrar a la Universidad de Orleáns para estudiar derecho, escribe su Discurso... en respuesta a una tremenda represión desatada contra campesinos que se resistieron a pagar un impuesto sobre la sal. Como quería llegar a esa misma gente que gritaba “viva el rey” mientras liquidaban a los pobres infelices, eligió el francés en lugar del latín que usaban los literatos, y no pensó su trabajo como un libro. El futuro miembro del Parlamento de Bordeaux pensaba que había dado con el secreto mejor guardado del poder; la evidencia de que “si los hombres no son libres es porque eligen voluntariamente la esclavitud”. En algún momento desconocido La Boétie obsequió tres copias hechas a mano a sus amigos. Una fue para Montaigne, que planeaba escribir todos sus Ensayos a partir de lo que contenían las páginas que recibió. Por cuestiones políticas terminó usándolas como base para el texto De la amistad, que ha sido incluido como “bonus track” en la edición de Superabundans. El manuscrito que había recibido Montaigne se perdió, tal vez para siempre. Los otros dos permanecerían ocultos durante cientos de años. Recién en el siglo pasado reapareció uno de los tres originales, hallazgo que mandó a jubilar a todas las versiones apócrifas que circulaban como material de culto entre académicos y libertarios.
La nueva edición es una traducción de esa copia auténtica que apareció recientemente. El lanzamiento ha sido acompañado por varias jornadas de intervención urbana, que continuarán este mes en distintas esquinas porteñas. Quizá La Boétie estaría contento con esta forma de sobrevida tan poco vinculada a intereses egoístas. Abogado y poeta, precursor de la idea de los derechos humanos, cultor de la desobediencia civil no violenta y pensador incómodo, confesó en su lecho de muerte que al fin y al cabo no le dolía tanto que se lo llevara la difteria: “...me encontraba ya en los treinta y tres años (...) Era la época de internarme en los negocios y ver mil cosas ingratas...”, alcanzó a susurrarle a Montaigne que, rico como era, debe haberlo mirado con un poco de sorpresa.